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Los muertos sí hablan, y debemos escucharlos

El señor Pizano habló para que su voz no fuera silenciada, para que lo escucháramos y para que todos, incluidas las autoridades internacionales supiéramos que había perdido la confianza en la autoridad representada por el hombre con quien compartió por décadas, y que está al frente de la Fiscalía General de la Nación.

Álvaro Jiménez M, Álvaro Jiménez M
20 de noviembre de 2018

Adicionalmente el señor Pizano sintió que la trama construida para silenciarlo iba a convertirlo en culpable. Llegó a la convicción de que era solo un fusible en el asunto y cristalizó esa certeza, cuando el procurador Fernando Carrillo, en declaraciones públicas y rimbombantes puso -nunca sabremos- si el primer, o último clavo de su ataúd.

El resbaladizo y sinuoso fiscal a quien el silencio del señor Pizano parece convenir, debe escuchar su voz.

Una y otra vez hasta el final de sus días, debe escuchar sus declaraciones. Los medios y la sociedad no debemos permitir que el sentido y doloroso reclamo del señor Pizano se olvide.

Ahora bien, ¿Qué devela todo este asunto?

La extraordinaria podredumbre de una dirigencia que apropió el Estado para ella y se relame en su propia fetidez.

El cinismo de quienes en nombre de valores como democracia, empresa, honestidad y justicia han construido el imperio de sus negocios y fortunas haciendo lo contrario de lo que predican.

Las complicidades funcionales entre quienes detentan cargos y poder público, dejan claro cómo los defensores de este modelo de gobernabilidad y administración de poder, se retroalimentan en cargos y sistemas de control para asegurar el ocultamiento a los ojos de una opinión pública mayoritariamente manipulable, voluble, asustadiza, desinformada que repetidamente elige a sus propios verdugos para que la gobiernen.

Los hechos vistos reiteran también el compromiso cierto de un pequeño grupo de periodistas que demuestran estar profesionalmente comprometidos con su labor. Investigan, hurgan las entretelas del poder mientras otra parte de sus colegas actúan en los medios como defensores de intereses empresariales, actores de poder y agentes de corrupción en el sector privado y en el público.

Así ha sido la semana anterior. Un navegar en medio de relatos dignos de películas de terror e intriga.  

Mientras esto ocurre, diferentes grupos de la sociedad pugnan por ser escuchados:

Estudiantes y maestros en su reclamo frente a la crisis estructural del sector.

Los pilotos de Avianca que respaldados por la OIT, preguntan cómo es posible que el Estado que debió arbitrar en beneficio general, optó por favorecer los intereses del empresario a costa de su propia legitimidad. El Estado no es arbitro indican: los representantes de la ley se han puesto la camiseta de los poderosos.

Las organizaciones sociales y sus liderazgos reclaman respeto a sus vidas, las de sus familias, y exigen que no haya impunidad.

Lo dicen porque tienen claro que el asesinato de líderes se volvió paisaje para la mayoría de las personas con poder en el gobierno, en los negocios, en la dirección de la sociedad y buena parte de la opinión pública.

Sus reclamos de todos los días van al aire.

Nada de lo anterior es coyuntural. Ni la corrupción que todos sabemos endémica, ni el asesinato de los liderazgos sociales y comunitarios opositores de los diferentes gobiernos.

Tampoco es coyuntural que los organismos del estado se pongan del lado de los poderosos. Así ha sido por más de un siglo y por ello las élites se preservan, defendiendo su poder con las armas legales e incluso como se ha probado una y otra vez por fuera de toda norma y legalidad.

Colombia no hace más que aplazar una solución que debe construirse de manera política y negociada: fortalecer una sociedad democrática de manera pacífica.

Se viven tiempos tempestuosos, se avizoran momentos aún más complejos y no hay timonel al frente.

Iván Duque desde su condición de presidente de la república hace mal exculpando a Néstor Humberto Martínez y hablando tardíamente de un fiscal ad hoc.

La exculpación presidencial no es inconveniente solo por la independencia de poderes.

Es porque al propio presidente le corresponde dar razón precisa y contundente sobre el acompañamiento que hizo a Brasil como parte de la delegación del excandidato Óscar Iván Zuluaga en la que se convinieron los servicios del publicista Duda Mendonca.

Sería ingenuo olvidar que que de la misma forma, se probó que dineros de esta compañía fueron direccionados para la disputa presidencial del nuestro Nobel y expresidente Juan Manuel Santos.

Como siempre, cae uno que otro alfil.

Pienso y creo que el señor Pizano tenía las claves para que además de alfiles cayeran reyes y reinas en este oscuro y tenebroso ajedrez de poderes. ¿Murió o lo asesinaron? Nunca sabremos.

Adenda: Frente a la desconfianza generalizada sobre nuestro sistema judicial, vale pensar en una Comisión Internacional contra la impunidad en el alto nivel del Estado.

Dirán que lo anterior es exagerado, pero sería una forma cierta de avanzar hasta que logremos como sociedad recuperar la credibilidad en las autoridades de justicia.

@alvarojimenezm

ajimillan@gmail.com

 

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