Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

Augusto Ramírez Ocampo, un hombre que vivió para la paz

Hoy he decidido rendirle un homenaje a él comentando y resaltando uno de sus esfuerzos de siempre y uno de sus principales anhelos como político, legislador, diplomático, ministro de Estado y constituyente; la paz de Colombia.

Marco Tulio Gutiérrez Morad, Marco Tulio Gutiérrez Morad
17 de junio de 2019

Hace ocho años partió de este mundo el doctor Augusto Ramírez Ocampo, ilustre e importante protagonista de la Política Nacional, perenne militante y actor fundamental dentro del Partido Conservador Colombiano durante el último cuarto del siglo XX y principios del XXI, hombre de firme convicción política e ideológica, comprometido con la paz y el apoyo desinteresado hacia los sectores más débiles y necesitados de la sociedad, perfil que siempre me llevó a cuestionarme y nunca entender su pertenencia al tradicional Partido Conservador, de hecho, algún día me atreví a preguntarle sobre este particular y para mi sorpresa, su respuesta me dejó atónito y quedará siempre encriptada en mi memoria: "Para godos, los liberales", su carcajada refrescante siempre me logró convencer de ello, cosa en la que además siempre advertí no resultaba inapropiada y por el contrario es un rasgo que en la política ha de ser elogiado y no censurado, pues no se trataba de un personaje labrado en la contrariedad ideológica, sino un excepcional hombre con un sentido amplio y sistemático de entender el contexto propio de nuestra nación.

Tuve la fortuna de conocerle en la Alcaldía Mayor de Bogotá cuando me otorgó el inmenso honor de acompañarlo como su secretario de Gobierno del aquel entonces, Distrito Especial de Bogotá. Antes de tal designio yo me desempeñaba en el cargo de subdirector legal del IDU y para esos días era menester negociar la compra de un inmueble en la carrera 7 con calle 110 que para aquel entonces impedía y entorpecía la continuidad de esta importante avenida que mediante la gestión de Ramírez Ocampo había conseguido ampliar su curso hasta la calle 183. El día en que logramos materializar la adquisición de dicho bien inmueble, el alcalde Ramírez Ocampo, me invito a su vehículo y en forma muy descompilada  me llamó: “Querido secretario” y me notificó su decisión de hacerme secretario de Gobierno de Bogotá, pese a ser yo un joven funcionario militante del Partido Liberal.

Su obra como alcalde trasciende y cada día más valoramos su magnitud por la apropiada visión de ciudad en asuntos claves para la capital de la república, como  fue la ciclovía, la entrega de la Avenida Circunvalar, las obras de Chingaza y el embalse San Rafael que otorga para Bogotá y la región el suministro de agua de la mejor calidad, los Comandos de Atención Inmediata-CAI, que llevaron a los diferentes barrios de Bogotá la presencia de la policía metropolitana,  y así mismo la creación del Fondo de Seguridad de Bogotá, son apenas un pequeño resumen de su visión como buen administrador. Siempre pensó en los débiles y nunca olvidare su rostro el día que con su señora Elsa Koppel de Ramírez le notificamos la organización de las vendedoras de flores de la calle 68 con Avenida Caracas y las de la calle 87 con carrera 15, siempre pensaba en los más necesitados.

Hoy he decidido rendirle un homenaje a Augusto Ramírez Ocampo, comentando y resaltando uno de sus esfuerzos de siempre y uno de sus principales anhelos como político, legislador, diplomático, ministro de Estado y constituyente; la paz de Colombia, asunto que se transformó en una obsesión en sus labores cuando fungió como canciller de Colombia y luego como constituyente de 1991 donde luchó para asegurar en nuestra Carta Magna la Paz como derecho fundamental y principio rector de su contenido y en gran parte la razón de ser de nuestra nueva Constitución de 1991.

Uno de sus primeros esfuerzos en este frente se llevó a cabo en 1984 actuando como ministro de Relaciones Exteriores, quien en ejercicio de su cargo convocó y reunió a los cancilleres de Venezuela, Panamá y México en la Isla de Contadora para crear una instancia multilateral, para promover conjuntamente la paz en Centroamérica, ese sueño que fue acogido por la Asamblea de Naciones Unidas y como corolario significó evitar un inminente conflicto bélico entre Salvador, Nicaragua y Guatemala, cuántas vidas se salvaron, cuánta destrucción y desolación se evitó, solo la historia podrá en algún momento reconocer la trascendencia de este monumental esfuerzo, que le trajo como reconocimiento a Ramírez Ocampo la distinción del premio Príncipe de Asturias por cooperación internacional del año 1984. En 1993 fue pieza fundamental para lograr superar el gran conflicto generado por el descubrimiento de un arsenal de armamento del frente Farabundo Martí, en El Salvador, le devolvió credibilidad al acuerdo de paz y consolidó su cumplimiento, termina sus tareas en Centroamérica cuando fue designado par coadyuvar a restaurar la democracia en Haití.

En Colombia creó y fue fundador de la Comisión de Conciliación Nacional, actuó en las conversaciones iniciales con el ELN y el Gobierno nacional, así mismo durante los gobiernos de Virgilio Barco, César Gaviria, Ernesto Samper y Andrés Pastrana, siempre fungió como un decidido e incondicional actor en aras de lograr materializar la paz en nuestro país.

Sin duda, en mis recuerdos siempre estará el cariño y la absoluta admiración que profesé  por el doctor Augusto Ramírez Ocampo, con quien tuve una entrañable amistad, desde el mismo momento en que lo conocí hasta el final de sus días, y por ello con nostalgia remembro la firma del acuerdo de paz con las Farc, pues estoy seguro que parte del espíritu de estos acuerdos de La Habana, provienen de la inspiración en la gestión de vida desarrollada por este excelente hombre de paz, que si bien dichos acuerdos no se traducen en un documento perfecto, materializan la idea de un país en paz y alejado del conflicto, hecho que el doctor Ramírez Ocampo siempre anheló.

En 1984, fui designado por el presidente Belisario Betancur como embajador plenipotenciario en Naciones Unidas y como consecuencia natural de haber servido y trabajado con el doctor Augusto Ramírez Ocampo presenté ante  el comité jurídico de Naciones Unidas la propuesta de Colombia sobre el Derecho a la Paz, en ese momento, en la ciudad de Nueva York entendí como hoy lo cuento su condición de hombre que vivió en función de la paz de la región y en especial de Colombia.

PD: Un luchador moderno por la paz, Sebastián Calderón, nos invita el jueves a un acto muy importante donde se presentara el informe final del equipo hagamos las paces, calle 39 Núm. 20-30 de 4 pm a 7pm .



Noticias Destacadas