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AVE DE TORMENTA

Semana
29 de marzo de 1999

Anotaba el ex presidente López que por un gesto ceñudo que a veces tiene, el presidente
Andrés Pastrana recordaba a su abuelo, Carlos Arango Vélez, el político liberal que se llamó a sí mismo 'ave
de tormenta'. López hablaba con precisión del subido de cejas. Yo diría que el semblante de Andrés, cuando
anda de ceño fruncido, como quien espera a 'Tirofijo' en el Caguán, sí recuerda en algo al viejo político.
Aunque Arango Vélez, candidato liberal de Laureano en el 42, era exactamente igual al escudo nacional, en
la parte del cóndor. Y, según dicen, lo mismo de altivo en su oratoria. Otro nieto de Arango Vélez, Juan Carlos
Pastrana Arango, ha querido adoptar el mismo apelativo de 'ave de tormenta'. Y ya escucha el graznido del
ave agorera, como la del Efraín de Isaacs, que lo amenaza con ser condenado a cárcel conmutable, en
el juicio que le ha interpuesto el industrial y hoy propietario de toda clase de medios periodísticos, Julio Mario
Santo Domingo. Ya la Fiscalía le ha hecho el llamamiento a juicio, anotándose este despacho otro gol
samperista contra el actual gobierno. Al principal consejero de paz lo tiene exiliado en Costa Rica,
expatriado. Al registrador, que contó los votos de la elección de Andrés Pastrana, lo tiene recluido en cárcel de
una estrella, que es donde se guarda a los políticos, toda vez que las otras son mazmorras. Y ahora, al
hermano del Presidente se le cerca con una probable cárcel condicional. Los hados lo favorezcan.Mucho
tendrán que celebrar en noviembre, tan pronto venga el ex presidente Samper, los contertulios de los
asados con lechona que ofrece el fiscal Gómez Méndez en esta fría y malpensante sabana. Juan Carlos
Pastrana (con quien ya es tiempo de decir que no tengo trato ni comunicación alguna) enfrenta la paradoja
de tener que defenderse como periodista y de ser atacado como gobierno, por quienes se creen en el deber
de hacerle oposición a su hermano, el Presidente. Su cuento, sin embargo, es viejo, su pleito data de los
días, no demasiado lejanos en que el pensamiento oficial tildaba a los Pastrana de 'apátridas'. Los ataques y
réplicas periodísticas de Juan Carlos comandaron la real oposición al régimen de Ernesto Samper y muchos de
sus informes eran reproducidos por los grandes diarios. Fue duro y frentero. Algunas veces cargado de
un humor muriático, más que corrosivo, que la sociedad civil le celebraba, como siempre, en privado y sobre
seguro.De frente y altivo permanecía Juan Carlos Pastrana. Su propio hermano, el hoy Presidente, guardaba
la prudencia del político, que, sin perder la condición opositora, aspiraba más a reunir que a disgregar. La
guerra abierta contra Samper la libraban, en cambio, el padre, Misael Pastrana, quien murió enardecido, y
sobre todo el hermano, el periodista de la Prensa.Estando en estas, el tabloide atacó con fiereza a Santo
Domingo, mediante un fotomontaje, que resaltaba coincidencias entre la financiación de la campaña
Samper Presidente por el Grupo Bavaria _oferta sin límites_ y la también sin límites del cartel de Cali. Fue
quizás la doble personalidad de Ernesto Samper, de la que habló García Márquez hace unos días, la que le
permitió recibir aportes por estos dos flancos, muy disímiles, pero coincidentes en el propósito de
elegirlo.Yo no entro al fondo del pleito. Estoy sentimentalmente de parte del periodista, como puede
suponerse. No tanto de la familia presidencial. Pero sí quiero enfatizar que el periódico que compró
Inversiones Bavaria no puede, no tiene derecho, ni a informar, ni a opinar sobre las ocurrencias judiciales de
este negocio, en que está involucrado el poderoso dueño del medio. O de lo contrario, se tendría una
explicación de los intereses concretos por los cuales se hizo una inversión, según parece, no rentable en
términos de dinero físico.Pero ya lo ha hecho. Ya el periódico de Santo Domingo ha informado en primera
página y comentado en tercera ('Día a Día'), a cargo del impávido director. Será la primera, curiosa vez, en
que un medio periodístico colombiano llega a colocarse en tan claro impedimento. Que, por supuesto, es
saltado sin prejuicios.

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