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AVISO PARA CIUDADANOS

Antonio Caballero
23 de diciembre de 1996

En las estaciones de ferrocarril de los países civilizados pueden verse letreros de advertencia: "¡Cuidado! Un convoy puede ocultar otro". Son para que, puestos en guardia, los viajeros le echen ojo no sólo al tren que tienen delante de las narices sino también al que puede asomar intempestivamente por la vía de detrás y atropellarlos. En Colombia deberían existir letreros se-mejantes, pero no en las estaciones de tren (que de todas maneras ya no quedan) sino en todas las oficinas públicas: las aduanas, la Presidencia de la República, las estaciones de Policía, los juzgados, los puestos de salud, el Congreso, los ministerios y los fondos rotatorios de los ministerios, el DAS, el Datt, el Dane. Letreros que dijeran "¡Cuidado! Un delito puede ocultar otro". Y así los ciudadanos, en vez de embobarse con el simple peculado o la mera falsedad en documento público o el casi inofensivo prevaricato por omisión, podrían precaverse del tren que viene detrás: un asesinato o un genocidio.Porque aquí siempre, por detrás del delito evidente, se nos viene encima a todo vapor otro delito escondido. Acabamos de verlo _o apenas estamos empezando a verlo_ con la complicada peripecia del agente alemán Klauss, o Mauss, o como quiera que sea su verdadero nombre, detenido en un aeropuerto por usar un pasaporte falso. Luego se descubrió que la falsificación del pasaporte ocultaba otro delito: el de sacar clandestinamente del país a una secuestrada para cobrar rescate. El cual a su vez ocultaba el delito de secuestro. El cual, curiosamente _pero es que "un convoy puede ocultar otro": uno de pasajeros a uno de mercancías_, escondía un chanchullo en el contrato para la modernización de la Registraduría. Y ese chanchullo venía a su turno disfrazado por los innumerables fraudes y peculados que se cometieron en las contrataciones, subcontrataciones y recontrataciones del metro de Medellín, de cuya 'investigación exhaustiva' no se ha vuelto a oír hablar.Tan enterrado está ese turbio asunto, que el gerente del mencionado proyecto de modernización de la Registraduría, Jorge Serpa, que hace apenas ocho días reclamaba para sus actividades la protección del tren expreso del 'secreto oficial', alega ahora como timbre de transparencia su participación en los contratos del metro, de la cual nadie se acordaba ya. Pero ese enterrado asunto (sólo el metro mismo es aéreo) ¿qué otros delitos encierra? Porque la conexión de Serpa se bifurca por un lado hacia su amigo el ex senador Eduardo Mestre, preso por el proceso 8.000 e investigado por sus relaciones con el narcotráfico, y por el otro hacia el misterioso viaje a Alemania de su primo el ministro del Interior Horacio Serpa, para el cual necesitó recomendaciones del mismo agente Gauss, o Klauss, o como sea; lo cual supone, si no un delito hecho y derecho, sí una negligencia culposa del embajador de Colombia en Alemania, que debiera servir por lo menos para conseguirle citas con funcionarios del gobierno a un ministro colombiano de visita. Y puede ser que esa bifurcación sea una trifurcación: hacia el delito de subversión del ELN, que según el director de la Policía Rosso José Serrano tenía en su nómina, desde los tiempos de las subvenciones criminales de la empresa Mannesman, al agente alemán Gauss o Klaus.Aunque es también posible que el general Serrano esté incurriendo en el delito de acusación falsa y calumniosa, a que tan dados son los policías en Colombia: todavía está fresco, y sin investigar, el montaje de los generales Maza y Peláez contra el químico Hazbum por el asesinato de Luis Carlos Galán. Delito que, a su vez...A lo mejor resulta que el señor Klauss, o Gauss, es simplemente un distraído turista alemán que perdió su pasaporte. O varios de sus pasaportes.Pero lo del alemán es sólo un ejemplo. El fenómeno del delito que esconde otro delito se repite en casi todas las actuaciones de los funcionarios públicos colombianos. Es el caso de la financiación mafiosa de la campaña electoral del presidente Ernesto Samper, descubierta gracias a escuchas telefónicas ilegales hechas por la Policía, pero difuminada por la violación de los topes de gastos electorales, la cual fue ocultada a su vez por la presentación de contabilidades falsas, permitida ésta mediante la distribución clandestina de dineros sin recibos en avionetas con planes de vuelo ficticios, y enterrada con el cadáver de la famosa 'Monita retrechera' mientras su contacto secreto con el Presidente volaba a tomar posesión de un cargo diplomático inexistente y el presidente de la comisión de acusaciones de la Cámara vendía su preclusión por unos cuantos peculados por apropiación a cuenta de la Red de Solidaridad prometida en falso a "los más pobres de entre los pobres". Para lograr todo lo cual el gobierno en pleno _o al menos la parte de él que todavía no está en la cárcel ni al borde de ser extraditada a una tumba en Estados Unidos_ se comprometió a violar la Constitución (encargándose de reformar por decreto de facultades extraordinarias los códigos que el Congreso no se atreve a tocar por miedo a la venganza de sus financiadores clandestinos), a cambio de que ese mismo Congreso tergiverse el derecho aprobando una reforma constitucional según la cual las responsabilidades del gobierno no serán ante la justicia, sino sólo ante el propio Congreso.En vista de este estado de cosas, tal vez es demasiado pedir que pongan los mencionados letreros de advertencia. Se los robarían ellos mismos. Como se robaron, hace ya tiempo, las estaciones de ferrocarril. Y los ferrocarriles.

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