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Ayudas mutuas de gobiernos y guerrillas: ¿efectos imprevistos?

El coronel ® Carlos Velásquez, analista político y profesor de la Universidad de la Sabana, escribe sobre cómo la posición del presidente Alvaro Uribe respecto a la guerra en Irak puede estar favoreciendo a la guerrilla de las Farc.

Semana
7 de abril de 2003

En el contexto del conflicto armado las decisiones políticas que se toman influyen en una u otra forma en su dinámica, y suelen producir efectos imprevistos -no siempre imprevisibles- que además pueden convertirse en dolores de cabeza para quien decidió, o en favores para el oponente, o ambas cosas. En últimas, en más problemas para el país.

Fue así como al comienzo del gobierno Pastrana no se pensó que la creación de la zona de distensión fuese a producir tantos dolores de cabeza en el presidente, y menos, que al final fuese la ceguera política de las Farc la que favoreciera la imagen del gobierno. En la medida que avanzaron los intentos de negociación, dicha zona se fue convirtiendo en una "soga política al cuello" tanto para el gobierno como para la guerrilla. De cualquier manera, la cuenta de cobro fue más alta para las Farc, especialmente por su visión autojustificatoria del secuestro. Cuando Pastrana dio por terminado el proceso la imagen política de la guerrilla estaba prácticamente en el suelo, por lo menos ante la gran mayoría de la población urbana, la más numerosa en el país.

Las conversaciones habían comenzado con los delegados de la guerrilla "hablando duro". No obstante, la relegitimación político-militar que habían logrado de carambola -"efecto imprevisto"- gracias a la profunda ilegitimidad del gobierno Samper, se fue al traste y quedó en cuidados intensivos al final del período Pastrana. Quedaron atrás los más fuertes golpes militares que han dado en toda la historia del conflicto: las Delicias, Patascoy, El Billar, San Juanito, hasta llegar a asaltar por primera vez una capital de departamento, Mitú. Quedaron solo en el recuerdo las grandes movilizaciones de campesinos cocaleros que promovieron en el sur del país en 1996, y quedó también como remembranza el paso que dieron en busca de la beligerancia cuando, en Cartagena del Chairá, con invitados extranjeros y ceremonial militar, devolvieron los soldados que habían quedado en sus manos a raíz del asalto a la base militar de las Delicias.

En esencia, ¿qué gravitó en el trasfondo de la renovación de su causa y, por ende, de la moral de combate de las Farc?, la crisis de legitimidad del régimen político por el proceso 8.000, agravada por la terquedad de Samper en aferrarse al poder, a su vez estimulada por la postración de la mayoría de congresistas y de los partidos políticos.

En resumidas cuentas, y volviendo a lo de la zona de distensión, el favor que se pensó se le hacía a las Farc, se les convirtió en un catalizador de su declive. Sin embargo -y vuelven a jugar los "efectos imprevistos"- su curva descendente no fue tan definitiva debido al Plan Colombia, es decir, gracias a la principal política pública del gobierno Pastrana.

Aclaremos. En buena parte por el apoyo en entrenamiento y equipamiento técnico proveniente del Plan Colombia, las Fuerzas Militares superaron los golpes que recibieron de las Farc en el período Samper, logrando -al final del gobierno Pastrana- dejar la balanza táctica a su favor. Pero hubo un importante factor -poco evidente para la opinión pero no menos importante- que favoreció la causa, la cohesión, y, en consecuencia, la autojustificación de las Farc. Por primera vez en la historia del conflicto se colocó en un mismo "paquete", es decir, se consideró una misma amenaza, el problema narco y el guerrillero. Y esto facilitó una injerencia progresiva y creciente de EE.UU.

Los interrogantes que surgen entonces son: ¿quiénes pudieron refrescar su causa y fortalecer su auto-justificación? ¿quiénes empezaron a aparecer ante los campesinos cocaleros, y otros sectores, como líderes de una naciente "guerra nacional contra el imperialismo yanki"?. En cortas palabras, el Plan Colombia favoreció al gobierno en lo táctico y, en algo, en lo estratégico; pero también favoreció a las Farc en lo sicológico y en su cohesión política, o sea, en una importante variable estratégica.

En resumen, si bien hubo un fuerte deterioro de su imagen política debido al secuestro, ellos, las Farc, no lo percibieron así, gracias a la injerencia de EE.UU, y por ende, su debilitamiento no fue tan definitivo. ¿Efectos imprevistos?.

Fue precisamente el deterioro de la imagen de las Farc, la cuenta de cobro que recibieron al final del proceso de paz, uno de los factores que gravitó sensiblemente en el triunfo electoral del presidente. A partir del segundo semestre de 2001 el clima de opinión antiFarc se fue transmutando en corriente de opinión proUribe, quien -por aquello de los "imprevistos"- recibió un favor de quien menos lo esperaba: la guerrilla. Sin embargo, y guardadas las proporciones, el favor iba a ser devuelto también por "efectos imprevistos".

Desde el rompimiento de las conversaciones de paz y con el propósito de recuperar oxígeno político (tal y como ellos lo conciben ligado a la fuerza militar) las Farc mostraron flexibilidad táctica y, un poco menos, estratégica. No dieron la oportunidad de librar "la gran batalla" en la antigua zona de distensión, a pesar de haber sido anunciada en los medios de comunicación como una especie de reedición de la invasión de los aliados a Normandía en la Segunda Guerra Mundial. Por el contrario, incrementaron las acciones percibidas como terroristas para "hacerse sentir" en las ciudades. Luego vino el atentado al corazón de la institucionalidad colombiana el día de la posesión del presidente. Quizás arrepentidos del favor que habían hecho, actuaron como el toro bravo, y no como el torero que acostumbran a imitar tanto en lo político como en lo militar. Lo cierto es que les salió el tiro por la culata por la mortandad de civiles que causaron en la calle del Cartucho, y, en vez de oxígeno obtuvieron gas carbónico.

De ahí en adelante le han apostado a lograr apoyo popular en negativo, es decir, a incentivar un clima de opinión de frustración y desesperanza respecto a la efectividad de la política de seguridad del gobierno. Ellos saben muy bien que en este tipo de conflictos cuando la guerrilla no pierde, gana. Pero llegaron las atrocidades de El Nogal y Neiva, y, probablemente, se percataron del grave error de haber dejado entre abiertas las puertas a los actos terroristas ejecutados, al parecer, por miembros de su organización. Esa apertura, unida a la de los secuestros, se les convirtió en una tronera de deslegitimación nacional e internacional, y en un potencial factor en contra de la cohesión en sus filas. Concuerdo con los analistas que en su momento opinaron, palabras más palabras menos, que al comunicado en el que la cúpula de las Farc negó su responsabilidad, hay que darle la lectura del "mea culpa" que busca además evitar fracturas internas.

Y estando la guerrilla en ese atasco, entró en escena otro "imprevisto". El irrestricto y público apoyo que le dio el presidente Uribe a la guerra de EE.UU y Gran Bretaña contra Irak, entrando a formar parte del equipo constituido por una cuarta parte de los gobiernos del mundo que en lugar de ayudar a avanzar un paso más, ayudaron a retroceder por lo menos tres, en el orden político-jurídico mundial, gracias a su "pragmatismo" político.

De quien menos podían esperar, las Farc recibieron un favor para oxigenar su causa y autojustificación, lo cual, además de reforzar su cohesión, estimula su espíritu de combate, los radicaliza aún más, y los hace enterrar de manera más honda la posibilidad de "tener voluntad para llegar a la paz". Su discurso antiimperialista y del gobierno colombiano "arrodillado a los yankis", recibió una prueba empírica para argumentarlo y consolidarlo. Lo peor es que, por decir lo menos, es difícil desmentirlo ante una buena proporción de opinión pública, que en este caso, y a regañadientes, se ve compartiendo posiciones políticas con las Farc.

Y, por si fuera poco, sin el menor esfuerzo de su parte, las guerrillas quedaron del lado de la mayoría de los países del mundo que no apoyaron la guerra unilateral contra Irak, con la posibilidad de volver a abrir espacios de interlocución política en varios escenarios extranjeros. ¿Imprevisión de lo previsible?

* Analista político, profesor Universidad de la Sabana.

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