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Bajarle el volumen a la guerra

Todas las señales dicen que la mesa de La Habana va por buen camino. Lo que no va bien es la opinión ciudadana, voluble y que un día apoya y el otro quizá no.

Luis Eduardo Celis
27 de febrero de 2013

Yezid Arteta, quien militó en las FARC por más de veinte años y estuvo preso otros diez, escribió hace pocas semanas que estas son otras FARC, que valora que han pasado por un proceso de perestroika –reestructuración en ruso-. Con él coinciden otras voces que afirman que ven unas FARC aplicadas a construir un acuerdo para salir de la guerra de medio siglo en la que se embarcaron y que en esta ocasión no están jugando en el doble carril de una mesa para ganar tiempo y tantear a su contraparte, a la vez que se rearman, reentrenan, reclutan, buscan finanzas aquí y allá y afinan sus nuevas ofensivas y movidas bélicas. Eso hicieron en La Uribe durante la tregua con el presidente Betancur y lo ampliaron en el Caguán durante los cuatro años del fallido intento con el presidente Pastrana.

Las FARC de hoy, las que se han comprometido con el “Acuerdo General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”, cuya construcción se inició en secreto hace un año en La Habana, pareciera ser las FARC que han abandonado el Plan Estratégico para la toma del poder, formulado en su VII Conferencia en diciembre de 1982, sobre el cual se aplicaron de manera tesonera y disciplinada, hasta lograr una sensación de triunfo durante el gobierno del presidente Samper y que malograron en el Caguán.

Con la muerte de Manuel Marulanda en 2008 y el ascenso a comandante general de Alfonso Cano, se abrió un amplio e importante debate en las FARC sobre su rumbo y la estrategia a seguir. La conclusión fue que los tiempos de la guerra había que dejarlos en el pasado y ahora debían aplicarse a construir un acuerdo, con reformas y garantías, para seguir en la competencia política sin armas ni ejercicio de la violencia y la coerción. Fue la conclusión y por eso ni la muerte de Cano en noviembre del 2011, quien había liderado esta tesis, impidió que se iniciara este proceso, sobre el cual hoy el país discute y al cual se opone de manera abierta el expresidente Uribe.

Si FARC y gobierno, por motivaciones diferentes, quieren un acuerdo, por qué no plantearse mutuamente bajarle el volumen a la guerra y aplicarse no solamente a que funcione y se avance en la mesa de La Habana, sino acrecentar el apoyo ciudadano a este frágil y delicado proceso.

Las FARC propone tregua bilateral, el gobierno no está de acuerdo y hay muchas razones para ver lo complicado de este camino: verificación, darle argumentos a los que se oponen a la negociación y la poca credibilidad que tienen las FARC en muchos sectores. Esta fórmula no parece viable, pero igualmente es complicado mantener una mesa donde las partes tratan de avanzar con el ruido de las balas y la sangre derramada, que pueden terminar con este esfuerzo tan importante.

Al hablar sobre la conveniencia de buscar un clima de entendimiento y mayor apoyo ciudadano al proceso en curso en La Habana, Carlos Alfonso Velásquez, Coronel retirado del Ejército, y Kristian Herbolzheimer, investigador catalán y conocedor del conflicto colombiano,  me han dicho lo mismo: las partes, gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las FARC, por decisión propia, pueden bajarle el ritmo a las confrontaciones y tratar de que el proceso gane mayor ritmo y sea irreversible. Esto lo pueden hacer porque los dos coinciden en que su prioridad es el acuerdo y no mantenerse en la confrontación armada.

No es descabellado que esto ocurra en los próximos meses, ambas partes van bajándole el ritmo a la confrontación, no como muestra de debilidad, sino como convicción de que el acuerdo es posible y la búsqueda de hacerse sentir por parte de las FARC es innecesaria y la pretensión de disminuir a las FARC, para llevarlas a cualquier acuerdo, no tiene cabida en la acción del gobierno.

Si FARC y Gobierno están sentados y dicen coincidir en diagnósticos del primer punto sobre desarrollo rural, y pueden dar un parte de que han logrado avanzar de manera sustancial para seguir con un segundo punto, que ojalá sea el de cultivos ilícitos y narcotráfico, bien pueden considerar el camino de la autorregulación en sus estrategias armadas, para poco a poco silenciar los fusiles y darle voz a la acción ciudadana sin violencias.

* Asesor de la Corporación Arco Iris.

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