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¡Bienvenidos al futuro!

La postulación de Gaviria y Serpa demuestra que el país avanza. Caminaré con mi franela de “sí se puede”, para ver si incluyen a Belisario.

Daniel Samper Ospina, Revista Semana
2 de febrero de 2013

Parto de una confesión: cuando leí en la prensa que César Gaviria y Horacio Serpa podrían hacer parte de la lista liberal al Congreso, el asunto me pareció un exabrupto: ¿Qué más podía incluir ese plan de renovación?, pensé: ¿meter a Guri Guri en la plancha? ¿Exhumar a Gerardo Molina para que se lance por el Polo?

¿Lanzar a ‘las Amparos’ a la televisión? ¿Traer a Juan Pablo Ángel al Nacional? Pero, sobre todo: ¿creen que pueden emprender semejante regresión sin tener en cuenta a mi tío Ernesto? ¿Creen? ¿No hay posibilidad alguna de que lo reciban en algún renglón? ¿Por favor? ¿Sí? ¿Hola? ¿Aló? ¿Aló? 

Comprendía la urgencia del santismo de elaborar una lista que hiciera contrapeso a la del Batman de Aburrá, el Suso, el Paspi de la ultraderecha: aquel expresidente que merece ser vecino de Sandra Morelli, para que escarmiente. Para que escarmiente Sandra Morelli, se entiende.

Entendía la necesidad, digo, pero me parecía equivocada la estrategia. Seamos sinceros: No es fácil pertenecer a un país cuyos realities tienen como jurado a viejos baladistas venezolanos para que uno, a estas alturas de la vida, les tome cariño: Montaner, el Puma. En cualquier momento siguen Franco de Vita o Emmanuel: en caso, claro, de que Clara Rojas no instaure una tutela para proteger a su hijo. Y la situación no mejora cuando, encima de todo, uno debe soportar noticias como la resurrección electoral de César Gaviria: ¿Cuál será su agenda legislativa? ¿Promoverá un nuevo apagón eléctrico, esta vez para afectar el programa pedagógico de Pachito Santos en la Alcaldía? ¿Construirá otra Catedral para congraciarse con el procurador? ¿Relanzará su violenta apertura económica para que los sombreros chinos quiebren del todo a nuestro ‘sombrero vueltiao’, llamado de esa forma en honor a Roy Barreras?

No me gusta que las viejas generaciones represen a las nuevas, si me dejan ser franco. Mucho menos a la mía, una generación en la que todos resultaron ser verdaderos animales políticos, como el Píncher Arias y la Vaca Fernández. El más animal de todos, sin embargo, es Simón. Y ese es otro aspecto que no me gustaba de la aspiración de su papá: que podía arrojar sombras sobre el fabuloso desempeño de su hijo, que ya reconoce las vocales. No es justo fatigar a los delfines obligándolos a nadar en el mismo acuario de los papás. La vida de los herederos no es nada fácil: se lo digo yo. Al delfín siempre lo miden con un rasero más exigente. A Horacio José Serpa, por ejemplo, la historia le pasará una cuenta de cobro como no supere el legado de su padre y no consiga quemarse durante tres elecciones consecutivas.

Tampoco estaba de acuerdo en abusar de esos mandatarios que tanto hicieron por nosotros. Es justo que descansen. Incluso que les suban la pensión para que se retiren tranquilos, como los magistrados de la Corte: aquellos ancianos togados cuyas pensiones millonarias son el primer gran logro del programa Viejitos en Acción. 

Miré las otras opciones de la lista santista y lo entendí todo. No nos engañemos: los demás candidatos tendrán grandes conocimientos técnicos, pero carecen de baño popular. Sólo hace poco me enteré de que Bruce Mc Master es una persona y no una multinacional, como creía:  ya no vuelvo a decir que soy accionista de Bruce Mc Master para crecerme ante las visitas. Y el tal kínder de Palacio que representa la gran renovación de la lista, y del que hacen parte Gina Parody, Galancito y David Luna, el hijo de Herman Monster, parece un reciclaje: son puros jóvenes viejos, veteranos prematuros. ¿Es eso todo lo que tienen? ¿No pueden invocar a un liberal más refrescante, como Víctor Renán Barco? ¿O a mi tío Ernesto, por lo menos? ¿Aló? ¿Sí? 

Por eso concluí que la postulación de Gaviria y de Serpa es un acierto, y desde ya me uno a su empeño de renovar la política colombiana. Su aspiración demuestra que el país avanza Y estoy dispuesto a ir con ellos hasta el final: caminaré por Unicentro con mi franela de “Sí se puede” por si también incluyen en el listado a Belisario, que ofrecería firmar la paz con las FARC y convocaría a una gran jornada nacional para que la gente pinte palomas. Yo pintaría a Paloma Valencia. Y en la cara. No debe ser difícil. Me pondré de nuevo la camiseta raída de “Diciendo y Haciendo” por si Andrés Pastrana aspira nuevamente, si no a un escaño, al menos a la presentación de un noticiero: siquiera el “Uno, dos, tres”, o una sección de farándula, donde brillaría. Rogaré que no cese la tradición de incluir en la lista a cualquier Galán, así sea a Jorge Enrique Abello; convenceré a Carlos Ossa de que se lance otra vez a la Alcaldía de Bogotá ahora cuando despenalizaron la dosis mínima; obligaré a Germán Navas Talero a que renuncie a su curul y vuelva a presentar Consultorio Jurídico, y celebraré los goles de Freddy Rincón cuando cumpla su amenaza de volver a jugar en el América.

Estoy dispuesto a todo. Los veteranos de nuestra política todavía tienen mucho por entregar. Uribe, para empezar, podría entregar a sus secuaces. Y por eso los invito a que las apoyemos. Colombianos: votemos juntos por Horacio Serpa, por César Gaviria. Y bienvenidos al futuro.

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