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Bosques urbanos, claves para mitigar el cambio climático

Actualmente más de la mitad de la población mundial reside en áreas urbanas. Según informes de la Organización Mundial de la Salud, esta cifra se incrementaría a un 60 por ciento en 2030 y 70 por ciento en 2050. Por su parte, un estudio del Millennium Ecosystem Assessment reveló que entre 1900 y 2000 el número de áreas urbanas con más de un millón de habitantes aumentó de 17 a 388.

Gran Alianza
12 de marzo de 2019

En las áreas urbanas se desarrolla buena parte de la economía mundial y se formulan las políticas públicas de los países. Son centros de riqueza, población e infraestructura, consideradas por algunos como las “primeras en responder” al cambio climático y que cumplen un rol fundamental para la mitigación y adaptación a este fenómeno.

El cambio climático ejerce profunda tensión en los entornos urbanos, debido a que estos son especialmente sensibles a las oleadas de calor, sequías y modificaciones en la frecuencia y magnitud de las inundaciones repentinas, lo que tiene una directa relación con la salud humana. Desafortunadamente, en Colombia no hay estadísticas sobre estos impactos.

Los recientes desastres ocasionados por inundaciones han afectado grandes áreas urbanas y hasta países enteros. Este año, en Freetown Sierra Leona, las muertes relacionadas con desastres fueron cercanas a 1.000, con otros miles de desaparecidos. Más de 3.000 personas quedaron sin hogar y cientos de edificios, dañados o destruidos por los deslizamientos de tierra.

En el sur de Asia, las inundaciones han afectado severamente a la población y dejado cerca de 1.300 víctimas mortales y casi 41 millones de damnificados, de los cuales 16 millones son niños, según la Unicef. Las inundaciones en Perú dejaron más de 75 muertos e inmensas pérdidas de infraestructura y producción.

En Houston, Texas (Estados Unidos), grandes autopistas, avenidas principales y barrios quedaron sumergidos bajo el agua; fue la inundación más devastadora en la historia de la ciudad norteamericana. Asimismo, varias ciudades de España, Argentina, Brasil y México sufrieron por la intensidad de las lluvias, dejando muertos, damnificados y grandes desastres que significan mucho para la economía y el bienestar de las poblaciones.

En Colombia, este año los derrumbes y desbordamientos de ríos han dejado 20.000 damnificados y alerta roja en 28 departamentos.

Por otro lado, 74 por ciento de las personas del mundo estarán expuestas a oleadas de calor mortales. El pasado verano, que terminó el 22 de septiembre de 2018, batió un récord por número de olas de calor, algo que no se veía desde 1975. Fueron cinco episodios, uno cada 18 días, superando los de 1991 y 2016, cuando se registraron cuatro fenómenos similares de altas temperaturas en cada uno de ellos.

Cada vez son más las regiones del planeta en las que durante 20 o más días del año se produce un aumento de la temperatura que deja varias muertes, algo que afecta aproximadamente al 30 por ciento de la población mundial.

Bosques en las urbes

Las anteriores cifras son ejemplos fehacientes de la amenaza que suponen estos fenómenos meteorológicos para las ciudades, pobladores e infraestructura, afectando la vida, economía y sostenibilidad de los países. Esto nos lleva a pensar que tomar medidas acertadas de adaptación y cambiar la forma en que son abordadas estas problemáticas, es fundamental para pensar en ciudades amigables, adaptadas y resilientes, donde vivir no sea una pesadilla.

Por eso, en la Fundación Natura planteamos que una medida importante para mitigar los efectos de eventos climáticos extremos en las ciudades es la creación de bosques urbanos y periurbanos, que complementen el arbolado; esto se constituye en una solución basada en la naturaleza y no solo en infraestructura.

Varios estudios ya han cuantificado los beneficios que proporcionan los bosques urbanos, como lo son la reducción de la temperatura, disminución de los contaminantes, absorción de carbón, efectos energéticos en las construcciones, mitigación de emisión de compuestos orgánicos volátiles, conservación del agua, reducción de la erosión del suelo, pérdida de la polución y contaminación acústica y aumento de la biodiversidad.

Los bosques urbanos también traen beneficios sociales como el aumento de la conciencia ecológica e identidad con la comunidad, disminución del crimen y violencia y mejoramiento de la salud mental y física; y económicos como el aumento de los valores de la propiedad. (Priego, 202).

Por eso, la creación de bosques urbanos debe estar entre las prioridades de la planificación urbana, es decir menos gastos en infraestructura y más inversión en la naturaleza.

Alcanzar el bienestar humano es imposible si está aislado de la naturaleza. Es el resultado de varios factores que los conectan, como tener acceso a agua limpia en cantidades necesarias; salud resultante de una buena calidad de aire para respirar; buena alimentación; seguridad ante desastres, es decir suelos de calidad para menguar sequías e inundaciones; disfrutar de espacios de convivencia armónica; tiempo libre y oportunidades de decidir sobre el futuro (educación y capacitación); y libertad de elección y acción, posibilidades para elegir qué comer, dónde vivir o dónde vacacionar).

Muchos de estos componentes de bienestar solo podemos alcanzarlos por medio de los servicios de los ecosistemas, ya que proveen el agua para beber, aire puro para respirar, alimentos nutritivos y controlan las inundaciones; son espacios de convivencia y ofrecen una amplia diversidad de recreación.

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