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Calentando la guerra fría

Chávez piensa que su pretendida alianza con Rusia lo protegerá de una eventual reacción norteamericana, sin mencionar lo que tendrá que entregar a cambio

Daniel Coronell
13 de septiembre de 2008

El afán insaciable de figuración internacional puede llevar al presidente Hugo Chávez a convertir a su país en escenario de una disputa global. Las consecuencias para Venezuela, y para toda la región, serán impredecibles si la tensión de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia encuentra una válvula de escape en este vecindario.

Chávez hasta ahora ha mantenido una pugna más retórica que práctica con el gobierno de Bush. Llama burro o demonio al presidente de Estados Unidos, pero continúa vendiéndole su petróleo. El promocionado 'Socialismo del siglo XXI' no ha pasado de ser un recetario populista, adornado con algunas expropiaciones generosamente indemnizadas. En definitiva, el Presidente venezolano ha sido muy contestatario en materia política, y más bien dócil en el campo económico.

Sin embargo, en la tarea de magnificar su imagen, Chávez empezó hace un tiempo a tocar las puertas de cualquiera que se considerara enemigo o contrapeso de Estados Unidos. Una foto con Saddam allí, una visita de Ahmadineyad acá, lo suficiente para lograr un lugar en las páginas internacionales sin convertirse en un riesgo real para Estados Unidos.

Todo habría podido seguir entre proclamas y 'Aló presidente', si no fuera porque Chávez, que entró bailando joropo, se está metiendo en una polca ajena.

La compra de un millonario paquete militar a Rusia, convirtió al gobierno de Venezuela en la cabeza de proa, en este lado del mundo, de una antigua potencia nostálgica de sus dominios. Chávez agradeció la venta de 24 aviones militares y 53 helicópteros de combate y calificó el gran negocio ruso como un desafío al bloqueo de Estados Unidos contra su país.

Mientras Vladimir Putin, y su presidente títere Dimitriv Medvedev, muestran un creciente ánimo expansionista, que se ha hecho evidente en la invasión a Georgia, la no menos recalcitrante derecha de Estados Unidos trata de venderle al electorado de ese país la idea de que está resurgiendo una grave amenaza exterior, para que en noviembre el miedo acuda a las urnas.

En ese entorno, los dos gigantes empiezan a mostrarse los dientes en diferentes escenarios sin abandonar, aún, la cortesía diplomática.

América Latina y el Caribe no parecen exentos de este rebrote de la Guerra Fría.

Hace dos meses Estados Unidos reactivó la Cuarta Flota de Marina, un poderoso cuerpo naval para patrullar los mares de Latinoamérica. La flota había desaparecido en 1950. Ni aun en medio de la crisis de los misiles cubanos, Washington había ordenado su rearme.

La respuesta fue casi inmediata. La federación rusa anunció el inicio de ejercicios militares conjuntos de sus fuerzas con las de Venezuela. Tales ejercicios se iniciaron hace pocos días con la llegada al vecino país de dos bombarderos supersónicos escoltados por cazas rusos. Para noviembre se han anunciado patrullajes navales ruso-venezolanos en aguas internacionales.

Con festiva altanería, Chávez confirmó el arribo de las naves diciendo: "Yes, yes, para que les duela pitiyanquis", una expresión que usa para descalificar como "lacayo del imperio" a cualquiera que se le oponga.

El mandatario venezolano sólo está mirando el corto plazo. Piensa que su pretendida alianza lo protegerá de una eventual reacción norteamericana, sin mencionar lo que tendrá que entregar a cambio. Cree, además, que la presencia de sus nuevos socios lo reforzará internamente y le ayudará a evitar la derrota -más que probable- en las elecciones locales de noviembre. No ha contemplado las consecuencias para la región de traer a semejante invitado. Tampoco le interesa que sus decisiones puedan fortalecer al grupo más retardatario de la política estadounidense.

En medio de la embriaguez de su oratoria, y de su crisis de relaciones con Estados Unidos, Chávez no ha considerado que a nombre de la lucha 'antiimperialista' se está arrojando en brazos de otro imperio, quizá peor.

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