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Caminos que se bifurcan ¡Feliz año nuevo!

Capital, tierra y trabajo deben generar riqueza y pagar impuestos como corresponde en una economía de mercado.

Daniel Niño Tarazona
15 de enero de 2022

Como muchos, creo que este año, en el proceso electoral, nos jugamos un enorme derrotero de nuestro futuro, que amenaza lo básico y fundamental de nuestra sociedad y que por lo mismo todo está en juego.

Sin embargo, algo parecido vengo pensando en los últimos casi 20 años en cada proceso electoral.

Esa recurrente sensación, en la que cada cuatro años nos estamos jugando nuestra aspiración de ser una democracia liberal y capitalista, me confirma que sí hay una coyuntura frágil, delicada y casi definitiva. Pero estamos así porque ha prevalecido un statu quo antes que tener un genuino proceso reformista.

La extrema polarización crece con el pasar de los años por la misma incapacidad de generar una transformación en la dirección correcta. Un cambio razonable e inaplazable.

A quienes nos afana que estamos ante una amenaza contra la economía de mercado tenemos razón. Pero no podemos pensar que hoy somos una economía de mercado. Lo somos parcialmente. Quienes creemos en la libre empresa sabemos que no estamos en un modelo que recoge bien ese postulado. La corrupción, los oligopolios y la concentración de los medios de producción, la captura del Estado por intereses particulares y privados, y los carteles de la contratación son prueba de que no hay la economía de mercado y de libre empresa. Así, muy difícil lograr el desarrollo y el progreso.

Quienes creemos en la libertad política también sabemos que está amenazada. Pero no podemos decir que hoy tenemos plenas libertades políticas cuando reaparece con virulencia la muerte de líderes sociales, se multiplican las microempresas electorales, se ha normalizado la compra de las actuaciones de los políticos, se admite que siendo la democracia más vieja del continente siempre ha existido una estructura profunda y arraigada en la compra de votos. Y menos cuando en las últimas décadas se consolida la contratación estatal asociada a los procesos electorales y las alianzas políticas entre la legalidad y la ilegalidad.

No voy a hacer un recuento de las truncadas libertades producto de la politización de la justicia o, como ya ocurrió en el pasado, con la politización de la religión. Pero el asunto es sencillo: o cambiamos, o nos cambian. ¿Demasiado tarde? Mañana será aún más tarde.

Me apasioné por la economía cuando entendí que estudiaba la forma de organizar a través de la sociedad el uso eficiente de los recursos limitados para la transformación y producción de bienes y servicios con el fin de generar riqueza y distribuirla para alcanzar un mayor bienestar general. En otras palabras, el funcionamiento correcto de los mercados de producción, extracción, intercambio, distribución y consumo de servicios y bienes en la sociedad.

Como a mí me fascina la historia, no podía ser diferente con la historia económica.

Viajar a través de nuestra historia colonial y nuestra vida republicana para observar nuestra evolución y compararla en el tiempo con otros países y sociedades es un ejercicio muy enriquecedor. Para quien lo haga, le anticipo que no solo entenderá de dónde venimos, sino que entenderá quiénes somos y por qué somos como somos.

Una de mis conclusiones es que siempre nos ha costado dejar atrás la estructura colonial (con su organización feudal) y que a lo largo de nuestra historia hemos enredado eso con cuasimecanismos y herramientas capitalistas, terminando en un arraigado concepto del poder basado en un sistema de democracia clientelista.

Somos un sistema político, económico y social en el que (desde la aceptada concepción de la colonia) predominan las castas. Castas que usualmente tienen orígenes sociales (inicialmente por linaje y nobleza), orígenes políticos (inicialmente de raza) y con orígenes económicos (que eran la mezcla de los dos anteriores).

Castas que no responden a una realidad nacional, sino que desde la vida republicana han sido elementos característicos en cada región o territorio local (esto último confirmando su estrecha relación con un modelo feudal). A pesar de ello, o por ello, el eje del poder es y ha sido un fuerte y férreo centralismo (como en el feudalismo).

Igual a como ocurrió en la historia de la humanidad, nuestra historia ha estado llena de procesos contra ese centralismo generados desde la periferia. Precisamente, lo rural y agrario nos recuerda la ausencia del Estado para consolidar ese concepto de Estado nación. Hablar del campo no solo tiene que ver con la discusión de los títulos de la tierra o la concentración de esta. Desde una perspectiva pragmática para las ciudades, se trata de dos elementos cruciales para un modelo capitalista: la productividad y generación de riqueza de esos recursos, por un lado, y el pago de impuestos, por el otro. Es decir, la contribución del factor productivo tierra al bienestar general.

Los derechos y la defensa de la propiedad privada no pueden ponerse en riesgo, pero la propiedad privada tiene obligaciones con nuestra aspiración de libertad económica y política dentro de una economía de mercado.

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