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Caos en Caracas

La relativa calma contrasta con una confusa situación de enfrentamiento entre el nuevo gobierno y la oposición.

John R, Norman Pino
22 de abril de 2013

Caracas. Cada cual en su momento, la muerte de Hugo Chávez y la de su Revolución Bolivariana habrían ocurrido por sí solas; pero el domingo 14 de abril los discípulos de Chávez tomaron el asunto en sus propias manos y sentaron las bases para la desaparición de ésta última.

Las manifestaciones y las cada vez más duras amenazas del fraudulentamente electo Nicolás Maduro, han dado lugar a una curiosa calma, que se rompe sólo con los estruendosos toques nocturnos de cacerolas y bocinas de automóviles de los partidarios del líder opositor Henrique Capriles. La relativa calma contrasta con lo que constituye, de hecho, una confusa situación de enfrentamiento entre el nuevo gobierno reforzado por los cubanos y sus partidarios, por un lado, y una oposición unida y entusiasta dirigida por un Capriles "perdedor", que insiste en que todas las actividades de la oposición sean pacíficas.

La clara ventaja electoral de Capriles durante la votación presidencial, las masivas acogidas públicas donde quiera que fue durante la campaña y la sólida cobertura por la oposición de las diferentes instancias del Consejo Nacional Electoral y de la mayoría de los centros de votación, no pudieron contra la maquinaria del PSUV [Partido Socialista Unido de Venezuela] y el gasto masivo de la empresa petrolera nacional, PDVSA, además del rígido control sobre el CNE [Consejo Nacional Electoral], con cuatro directores chavistas y sólo uno de la oposición.

Según Ana Mercedes Díaz, ex directora del CNE, quien trabajó allí durante 24 años hasta 2004 y vive ahora en el exilio, se establecieron 540 centros de votación en zonas selváticas del suroeste de Venezuela, donde las guerrillas y los bolivianos expatriados habrían podido manipular unos 500.000 votos. Señaló además que en cientos de centros de votación los operarios del PSUV votaron varias veces, limpiando repetidamente sus dedos manchados de tinta con cloro antes de votar de nuevo.

Horas después de que se cerraran los centros de votación, la presidente del CNE, Tibisay Lucena, informó que la tendencia del conteo de votos era ya "irreversible" y afirmó que no habría recuento. El lunes por la tarde, ante las cámaras de la televisión nacional, el propio Maduro aceptó que se hiciera un recuento de votos, pero se retractó rápidamente tras ser presionado por su director de campaña, Jorge Rodríguez. La ex directora Díaz había señalado con anterioridad que la mejor evidencia del fraude electoral era precisamente la negativa a realizar un recuento.

Desde que anunció la muerte de Chávez el 5 de marzo, Nicolás Maduro ha violado cínicamente la Constitución en varias ocasiones. La última vez, al conculcar el derecho constitucional de reunirse y protestar públicamente, cuando prohibió una manifestación pacífica convocada por Capriles. Como si quisiera hacer alarde de su falta de respeto, Maduro mostró varias veces una copia en miniatura de la Constitución venezolana durante su discurso tras la victoria electoral, mientras afirmaba repetidamente que la acatará estrictamente durante su presidencia.

El CNE no permitió la presencia de observadores oficiales de países extranjeros, pero sí invitó a numerosos huéspedes cuidadosamente seleccionados para "acompañar" a la votación.
Aunque los representantes del Centro Carter aceptaron estar presentes, haciéndose así eco de lo que el ex-presidente norteamericano calificara como "el mejor proceso electoral del mundo", muy pocos invitados responsables accedieron a venir. Quizás la actitud más notable haya sido la del ex presidente Andrés Pastrana, de la vecina Colombia, quien declinó la invitación al señalar que no podría avalar un “proceso signado por el antecedente histórico de una balanza de garantías inclinada permanentemente a favor de quienes hoy detentan el poder” y destacar además que "la composición del CNE refleja esta realidad".

No hay duda de la actitud de Estado policial que está adoptando Maduro. Durante una ruidosa manifestación de los partidarios de Capriles para pedir un recuento el martes pasado, la Guardia Nacional disparó perdigones de plomo y usó gases lacrimógenos contra los ciudadanos que se manifestaban pacíficamente, mientras numerosos camiones cisterna los mojaban con agua a presión.

En Caracas, el nivel de insatisfacción entre los seguidores del PSUV, los simpatizantes de la oposición y los ciudadanos no involucrados es palpable. Es muy difícil predecir hacia donde conducirán la confusión y la preocupación reinantes; lo que sí está claro es que el público en general está cansado y disgustado con los acontecimientos, y culpa cada vez más al gobierno por el malestar económico, la parálisis política, el malestar social y la delincuencia rampante.

El presidente Obama, aunque se mantuvo en términos cordiales con Hugo Chávez, se ha unido a numerosos líderes del mundo para pedir un recuento de votos, pero sigue siendo una incógnita hasta qué punto su gobierno presionaría al régimen de Maduro. Los llamados por parte de los medios de comunicación que apoyan a Obama para que tome una acción firme, podrían hacer cambiar las cosas.

Elides J. Rojas, director del importante periódico opositor El Universal, escribió el miércoles en un editorial que "el chavismo se está desmoronando ... no queda nada y no quedará nada. La derrota del chavismo con Maduro, liderando absolutamente nada, es la primera fase de lo que viene. Perdió en cientos de mesas de votación ... en los barrios y en los estados donde Chávez ha gobernado .....Maduro es el peor candidato que pudo haber escogido [Chávez] y lo del domingo, cuando a duras penas el CNE, que también es parte del equipo castro-comunista, pudo conseguir unos míseros voticos para mantener a la mafia en el poder, es solamente el comienzo de una serie de torpezas que terminarán de barrer con esta parte de la historia.”

La debilidad inherente de Maduro como administrador y líder se harán evidentes sin demora alguna a los pocos meses de tomar posesión del cargo. Los funcionarios y empleados superfluos chavistas se sienten cada vez más nerviosos, a medida que aumenta la insatisfacción del ciudadano común. El PSUV, desanimado desde antes con la escogencia a dedo del sucesor de Chávez, se dividirá en facciones lideradas por el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, y el canciller, Elías Jaua, únicos aspirantes a líderes visibles. En suma, los restos del chavismo podrían degenerar en facciones en pugna.

El respetado Profesor de Ciencias Políticas, Dr. Aníbal Romero, es muy claro al respecto: "El resultado fue, paradójicamente, muy bueno y muy malo. Muy bueno, porque ahora está claro que no hay "chavismo sin Chávez" ... sólo un archipiélago de grupos y figuras que compiten. Pero también es muy malo, porque el nuevo gobierno carece de legitimidad (creo que en realidad perdieron), y a la oposición no le queda más que solicitar un recuento .... Así que estamos ante un período de inestabilidad mayor, de deterioro económico, de protesta social y, por último, un desenlace violento de la crisis política."

En definitiva, con el autodenominado "primer presidente chavista de Venezuela" al timón del buque, no es difícil imaginar que el caos actual se torne cada vez más peligroso y debilitante para la ya lamentable situación de la nación venezolana. Pero, no hay que dejarse llevar a equívocos: un pueblo enfurecido le echará la culpa a Nicolás Maduro y sus seguidores.

*John R. Thomson, analista geopolítico y exdiplomático, se centra en el mundo en desarrollo. Norman Pino De Lión, exembajador venezolano de carrera, es colaborador ocasional de Analitica.com y del diario venezolano El Universal.

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