"CARISELLAZO" A LA PAZ

Semana
10 de septiembre de 1984

El asesinato de Toledo Plata obliga a hacer un pare en la estación de la reflexión. Para concluir en primer lugar que el lamentable suceso nos obliga aún más, si es posible, con el ideal de la paz, pero en segundo lugar, que ello no debe ser pretexto para que en todo este proceso se abandone la línea de discreción que inicialmente asumió la Comisión de Paz, para pasar a un sainete en el que se nombran comisiones "ad-hoc" a la carta del comensal.
Primero fue la Comisión de Verificación. Conformada tan sólo por el sector institucional del proceso de paz, nació inoperante por el sólo hecho de que es imposible verificar efectivamente un compromiso de participación multilateral cuando tan sólo uno de los sectores interesados posee representatividad oficial.
Después vino la Comisión de Diálogo. Integrada para mimar los berrinches del M-19 y los desplantes del EPL, cobró especial celebridad cuando algunos de sus miembros fueron sorprendidos entre dos fuegos, en el momento en que se disponían a entablar uno de esos dialogos con guerrilleros de los que hace semanas se viene dando parte a la opinión pública, bajo la consigna de que la paz con el M-19 es un hecho... ya casi.
Había que leer las crónicas de los periódicos para comprender que el proceso estaba tomando los senderos equivocados. Existiendo la Comisión de Paz, integrada por ciudadanos representativos de todas las tendencias involucradas en tan importante compromiso, resultaba inexplicable que el Gobierno realizara un intento más para enganchar una nueva comisión, esta vez invitando a personalidades que jamás debieron aceptar tal designación.
Unos, como el ex ministro Bernardo Ramírez, porque terminaban, como terminó él, patentando la figura del co-gobierno. Otros, como el periodista Enrique Santos Calderón, porque tal designación coartaba su capacidad de expresión y le tendía la peligrosa tentación de convertirse en cronista oficial del proceso de paz. Y otros, como Gloria Zea, porque se arriesgaban a ser injustamente conducidos a sacrificar su muy digna figuración nacional a cambio de convertirse en la encarnación, un tanto irónica, de la burguesía vestida de "safari", para cumplir funciones de turista gringo en Africa, en territorio minado por el descontento del proletariado.
Pero sin duda alguna en lo que esta Comisión de Diálogo resulta más incoherente es en el proceso de prestarse a caer en la peligrosa trampa del M-19, movimiento que en el pasado llegó a tener de su lado a una gran porción de opinión pública, hasta cuando comenzó a "ponerle conejo" a sus propios ideales.
Esta columna fue escrita el viernes, a pocas horas de conocerse el asesinato de Toledo Plata. Presumo que el fin de semana estará repleto de recriminaciones contra la falta de garantías del Gobierno colombiano para con los amnistiados, pero no es momento de decirnos mentiras. Independientemente de quién haya sido el autor intelectual de tan repugnante crimen, no cabe duda de que al M-19 le cabe alguna culpa, pues si Toledo Plata pudo, en un momento, ser considerado carne de cañón, lo fue en parte por el dilatorio procedimiento que su propio grupo guerrillero ha utilizado para regresar al camino de la ley. Toledo fue el único que puso la cara. Sirvió durante muchos meses como el parapeto del M-19 frente a la legalidad, y así lo entendieron sus asesinos. ¿Cuánto tiempo más tardarán sus colegionarios en superar tan peligrosa adolescencia para asumir actitudes consistentes con las posibilidades que este gobierno ofrece a sus ideales? ¿Cuánto tiempo más durará amenazada la opinión publica con el "casi" de la paz con el M-19?
Hay momentos en los que definitivamente hay que parar a reflexionar. El co-gobierno de Bernardo Ramírez, el peligroso contubernio que trata de inaugurarse entre la prensa y el poder y la ridiculización de muy dignas y respetables personalidades colombianas recorriendo el país a campo traviesa, son precios todos demasiado elevados frente a la alternativa de hacerle el juego de la moneda al M-19: cara ganan ellos, sello perdemos nosotros, y si tenemos la desgracia de que la moneda caiga parada, no faltará algún vivo que afirme que fuimos realmente muy ingenuos al creer, en medio de este sainete, que existían posibilidades de jugarle el "carisellazo" a la paz.

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