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Bogotá, ¿quién podrá defenderte?

Legislar en pro de Bogotá no es la especialización de nuestro Congreso. Alguien decía que no hay causa más popular en las cámaras que legislar contra Bogotá.

Semana.Com
22 de abril de 2016

En un evento de Camacol, Peñalosa dejó a un lado la arrogancia y dijo: “Gobernador y alcaldes, no les estoy imponiendo nada; de rodillas les pido y sugiero un proyecto de desarrollo urbano, si ustedes quieren”. Fue un cambio de tono pasajero pero hay que abonárselo, sobre todo porque su súplica a los gobernantes vecinos es muy pertinente. Bogotá se está desparramando sobre la Sabana como una mancha de aceite y conurbando con los municipios del entorno, con consecuencias como la de devorarse las estructuras ecológicas, lanzar a los pobres a periferias lejanas y amenazar con convertirse en una megalópolis imposible de manejar. Así que sólo en concertación con los territorios aledaños podría la capital reorientar su desarrollo como es debido.  

Lo grave es que contra esa concertación conspiran factores mucho más serios que los desplantes del alcalde. La actividad urbanizadora y empresarial que genera en sus contornos el crecimiento de Bogotá, empuja hacia arriba el precio del suelo sabanero y crea grandes oportunidades de contratos y negocios, en beneficio de los municipios y de quienes los gobiernan. Y aquí aparece una paradoja: los municipios son social e institucionalmente muy débiles para manejar semejantes retos, pero sus dirigentes saben que están sentados en un barril de oro, el suelo que la metrópoli adyacente les valoriza a pasos agigantados, una circunstancia que los empodera mucho. No están, como es obvio,  interesados en que nadie se les meta al rancho. Mientras tanto, la gestión territorial municipal deja mucho que desear: ampliaciones no razonables de los perímetros urbanos, suministro del agua que le compran a Bogotá a urbanizaciones ubicadas por fuera de esos perímetros, utilización de la categoría de suelos suburbanos para permitir construcciones en áreas rurales, lo que abre la puerta a desarrollos cada vez más densos.

Frente a este panorama los gobiernos nacionales han mirado para otro lado o han hecho cosas contraproducentes. Han fomentado la creación de zonas francas que generan implantes urbanísticos no ajustados a un adecuado desarrollo territorial en la Sabana. Han impulsado mega proyectos de vivienda social y podrían terminar apoyando infraestructuras de transporte, sin garantizar que se ciñan a ese buen desarrollo.

La fórmula legal con que se cuenta, la de las áreas metropolitanas, tampoco parece venir al caso. Esas entidades tienen dientes para regular el territorio, pero le dan demasiado poder al alcalde del municipio o del distrito núcleo. Es muy improbable que la Gobernación de Cundinamarca y los entes territoriales sabaneros acepten ese formato. Por otra parte, el área metropolitana de la capital y su entorno requiere de una ley especial que todavía no ha sido expedida. Para colmo de males, legislar en pro de Bogotá no es la especialización de nuestro Congreso –alguien decía que no hay causa más popular en las cámaras que legislar contra Bogotá–.

Mientras tanto, está ocurriendo algo curioso. El gobernador Rey lidera las resistencias de los municipios a negociar el desarrollo urbano con Peñalosa, resistencias muy inquietantes a la luz de lo que ha sido la gestión territorial municipal. Pero Rey se ha pillado los flancos vulnerables de la propuesta del alcalde. Por ejemplo, su insistencia en urbanizar los alrededores del río Bogotá, en generar desarrollos conurbados con la capital al occidente del río, y en destinar el área de la Reserva Van der Hammen a la construcción de vivienda. Y no contento con eso, el gobernador ha picado adelante, proponiendo un esquema que no solo contemple construir vivienda en Soacha y Mosquera sino en otros municipios, que proteja las estructuras ecológicas y que reparta bien las cargas y beneficios urbanísticos.

Eso podría llegar a parecerse al formato ideal: una región que aloje una red de núcleos urbanos densos, dotados de equipamientos sociales e interconectados por óptimas infraestructuras de transporte, donde se respete lo dispuesto por la Ley General Ambiental: “Declárase la Sabana de Bogotá […] como de interés ecológico nacional, cuya destinación prioritaria será la agropecuaria y forestal”. Pero hay demasiados intereses económicos en juego, demasiada polarización y una ausencia muy grande de un liderazgo superior, para que las cosas se decanten en esa dirección feliz. Bogotá, ¿quién podrá defenderte?

@CVderoux

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