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Bogotá Junio 13 de 2006.

Carta a un borracho (Por Efraín Acevedo P.)

Semana
29 de junio de 2006

El pasado 9 de junio celebraba con mi familia el cumpleaños de mi hijo, en la casa de sus suegros en la calle 109 con carrera 24.

La alegría de la reunión se terminó cuando a las 12.30 a.m. nos disponíamos a abordar nuestro vehículo renault twingo, el cual había quedado estacionado en sentido occidente oriente sobre la calle 109, al pie de otros vehículos.

De repente y sin darnos tiempo de nada apareció el personaje a quien va dirigida esta carta, de quien lo único que se, es que es un criminal en potencia, quien seguramente por efectos del alcohol o quien sabe qué otras cosas perdió el control de su vehículo que irresponsablemente conducía e invadió a alta velocidad el carril izquierdo de la calle 109 avanzando en sentido oriente occidente.

Lo único que sentí fue el estruendo de este vehículo al chocar tres más que estaban estacionados incluido el mío. En forma providencial disminuyó su alocada carrera, seguramente como resultado del choque, habiendo resultado herido solamente quien suscribe esta nota. El subnormal personaje que ejercía de conductor no tuvo ningún sentimiento de responsabilidad, ni de solidaridad, ni de temor de Dios, simplemente al percatarse de lo que había hecho puso segunda y continuó su diabólico periplo.

Hoy gracias a Dios puedo contar este cuento, afronto con tranquilidad las complicaciones derivadas de múltiples lesiones y de una fractura de tobillo, mientras Usted por su lado debe estar propagando la versión acomodada de que quien sabe qué carro fantasma le dañó su coche.

De todas formas en la soledad de su guayabo y en la intimidad de su conciencia Usted cargará con el dolor de haber atentado contra una familia, seguramente como la suya, que pudo haber sufrido una irreparable tragedia gracias a un acto irresponsable como el que usted cometió.

Dios le ayude a enmendar su error y lo proteja para que la repetición de una acción como la delatada no le depare 20 años de cárcel.
Yo tengo adolorido el cuerpo, pero con entereza superaré los daños que usted me propició. Usted tiene adolorida el alma y así la tendrá por el resto de su vida, al tener que soportar ese cargo de conciencia por su falta de valor y de coraje para responder por semejante acción.

Efraín Acevedo P.
c.c. 19052713