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“Quitasueño” nos desveló durante 156 años

Quitasueño, Roncador y Serrana son tres de nuestros cayos en el Caribe. Fueron reconocidos definitivamente como colombianos en el fallo de la Corte Internacional de Justicia 2012, después de siglo y medio de avatares y de una historia que se remonta a los primeros años del siglo XVI, poco después del descubrimiento de América.

Juliana Londoño, Juliana Londoño
3 de agosto de 2018

En la tradición oral y en los relatos de los cronistas coloniales se habla de un marinero español, Pedro Serrana, que a principios del siglo XVI fue sobreviviente de un naufragio y permaneció durante siete años en un islote desierto en el Caribe, al que después se le dio su nombre: “Serrana”.

También desde los tiempos de Cristóbal Colón, se sabía que cerca de la costa centroamericana existía un extenso y peligroso bajo colmado de arrecifes que no sobresalen del mar. Era el terror de los capitanes y timoneles de los buques que debían mantenerse “bien despiertos” en medio del sopor del agobiante calor para no encallar y perecer.

Igualmente, cuando los buques que navegaban al norte de Providencia se aproximaban a otro peligroso cayo rodeado de arrecifes de coral, detectaban su presencia a la distancia por el golpe de las olas contra las rocas: lo denominaron “Roncador”    

Cuando a mediados el siglo XIX, los Estados Unidos comenzaron a extender la agricultura, afrontaron dificultades para la provisión de fertilizantes. El guano, excremento de aves marinas solidificado, que se encuentra en algunos islotes y cayos y utilizado desde el tiempo de los incas como fertilizante, surgió como la solución ideal.

En 1890, Colombia protestó ante los Estados Unidos porque ciudadanos norteamericanos estaban extrayendo de Roncador y Serrana guano sin permiso de nuestro país. El Departamento de Estado afirmó que esas actividades estaban amparadas por una desconocida ley expedida en 1856 y rechazó que estos hicieran parte del archipiélago de San Andrés, como Colombia lo sostenía.

Según la citada ley, si un ciudadano norteamericano afirmaba que había encontrado un depósito de guano en un cayo o en una isla deshabitada y tomaba posesión de ella, esta quedaba incorporada al territorio de los Estados Unidos y el “descubridor” recibía un título de propiedad sobre ella. Cerca de 89 cayos e islas de diferentes países, entre ellos Roncador, Quitasueño y Serrana fueron objeto de tan aberrante acto de colonialismo.

En 1919, el presidente Wilson, instaló sin consulta con Colombia, faros en cada uno de ellos. Cuando en 1928 Nicaragua reconoció la soberanía colombiana sobre el archipiélago de San Andrés, los Estados Unidos exigieron que en el tratado se excluyera a los cayos, sobre los que alegaba derechos: así se hizo y se estableció al mismo tiempo un condominio colombo-norteamericano sobre ellos que tuvo vigencia hasta 1981 cuando entró en vigor un nuevo tratado.

En dicho instrumento, aunque los Estados Unidos retiraron sus pretensiones sobre los cayos, no reconocieron expresamente que eran colombianos y exigieron además derechos de pesca que todavía están vigentes en las áreas adyacentes. Además, declararon que Quitasueño no emergía en pleamar y que por lo tanto no era susceptible de soberanía, lo mismo que habían sostenido los ingleses en 1927.  

Nicaragua aprovechó para reiterar que los tres cayos le pertenecían. Así lo sostuvo también cuando nos demandó ante la Corte en 2001.  

En 2012 el alto tribunal señaló que los tres cayos eran de Colombia. Incluyendo el de Quitasueño, que, no obstante que de él solo emerge una roca de dos metros, expresamente manifestó que era una isla. Por consiguiente, de conformidad con el derecho internacional, le corresponde al menos a un mar territorial de 12 millas, no zona económica ni plataforma continental.  

Por primera vez desde 1856, después de las pretensiones sucesivas de Estados Unidos y de Nicaragua los derechos de Colombia sobre los tres cayos fueron reconocidos por el tribunal de mayor jerarquía en el mundo.














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