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Chistes y mentiras

La risotada cómplice de los periodistas de la Casa Blanca es la complicidad del mundo entero con el poderoso de turno

Antonio Caballero
4 de abril de 2004

En estos días la televisión global nos ha mostrado a los espectadores globales dos chistes, referidos ambos a nuestro presidente global George W. Bush. El primero fue un chiste del propio Bush, y la verdad es que no tuvo mucha gracia. El segundo fue un chiste contra Bush, y tuvo esa gracia involuntaria -involuntaria hasta para quien la presencia- que tienen los programas del tipo de "cámara indiscreta", o de "video familiar".

El primero de los chistes fue una pantomima en la cual el Presidente de los Estados Unidos fingía buscar en los cajones y bajo los muebles del Despacho Oval de la Casa Blanca las Armas de Destrucción Masiva (ADM, o MDW en sus siglas en inglés) que no han sido encontradas en Irak. Las armas atómicas, químicas y bacteriológicas que según el presidente Bush y sus adláteres tenía guardadas el dictador iraquí Saddam Husseim, y para incautar las cuales fue necesario -o así nos dijeron ellos por la televisión global- bombardear primero su país y a continuación ocuparlo.

Tales armas, que no fueron halladas en Irak, tampoco aparecieron debajo de los cojines de los sofás del Despacho Oval de la Casa Blanca. Lo cual es más curioso, puesto que allá mismo fueron inventadas. Pero su cómica búsqueda por parte del presidente Bush provocó estruendosas risotadas entre los periodistas invitados a la pantomima. Les pareció divertidísimo ver cómo el Comandante en Jefe de los ejércitos más poderosos del mundo, y de la historia humana, los había utilizado en balde para ilustrar una mentira. El único que no se rio fue uno llamado Larry Syverson, cuyo hijo es un militar destinado en Irak. Al cabo de 600 soldados norteamericanos muertos desde que Bush declaró ganada la guerra, a Syverson le pareció que los chistes sobre sus motivos eran de mal gusto.

El segundo de los chistes también incluyó al presidente Bush, pero fue involuntario. Resulta que estaba el Presidente echando un discurso de candidato electoral en un pueblo de la Florida, y uno de sus oyentes ante las cámaras de la televisión, un niño de 12 años, se puso a bostezar y bostezar, acometido por un ataque de infinito aburrimiento. Parece ser que la Casa Blanca intentó desmontar la noticia asegurando que se trataba de una grabación "intervenida", como se dice desde que existen las posibilidades de manipulación inmediata de la fotografía o el cine. Pero no. Era una grabación auténtica.

El aburrimiento del niño con el discurso de Bush es natural: es el de todos nosotros con su política. La risotada cómplice de los periodistas de la Casa Blanca (con la excepción de Syverson) también es natural: es la complicidad del mundo entero con el poderoso de turno. Pero ¿es natural que el poderoso haga chistes sobre las mentiras que justifican su crimen?

Pues sí, tal vez: hay un precedente famoso: el del emperador Nerón, que cantaba sobre el incendio de Roma después de haberle prendido fuego él mismo, de haber acusado a los cristianos de semejante horror. Pobres cristianos, que en ese entonces eran todavía incapaces de horrores como los que cometieron después, cuando también ellos se volvieron poderosos.

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