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Cohabitación de centroizquierda

Si el centro es equidistante entre derecha e izquierda, la centroizquierda estaría entre el centro y la izquierda y por ahí se iría achicando la convergencia.

Clara López Obregón, Clara López Obregón
28 de julio de 2020

Estamos acercándonos a una coyuntura que no admitirá vacilaciones. Toda elección presidencial es importante, pero la de 2020 definirá el principal desafío de la sociedad después de la pandemia. De las decisiones de quienes salgan elegidos dependerá si surgirá una sociedad más igualitaria o, por el contrario, una más desigual. Para afrontar con éxito esta disyuntiva se requiere la más amplia convergencia de los sectores democráticos que hoy se encuentran dispersos en varios partidos, movimientos y agrupaciones con causas específicas, muchas de ellas transformadoras.

Aglutinar a todas estas fuerzas requiere propuestas audaces que reúnan un consenso mayoritario, pero que también convenzan. Difícil creer que la juventud de hoy vaya a extender su confianza a un programa que no contemple cambios sociales, económicos y ambientales de envergadura. Concuerdo con Humberto de la Calle en que, analizadas las propuestas progresistas del pasado debate electoral, se podría llegar a acuerdos sobre la salud, la educación, la corrupción y la paz, que es nuestro mayor denominador común.

Con todo, los temas más espinosos son los económicos y fiscales y los referentes a la producción normativa que Katharina Pistor devela en su reciente libro, La Codificación del Capital: cómo la ley crea riqueza y desigualdad. Tampoco son pacíficos los caminos para asumir el cambio climático y la transición ecológica. Pero bien. De eso se trata. De construir colectivamente un programa compartido para ser ejecutado por los distintos sectores coaligados desde un gobierno y un congreso transformacional de verdad.

No será posible salir adelante con un programa de meras reformas cosméticas y retoques. El compromiso con cambiar la vida de la gente tiene que ir en serio. De eso se trataron las movilizaciones de noviembre del año pasado que se dieron no solo en Colombia, Ecuador, Haití y Chile sino en España, Líbano, Iraq y Hong Kong. Algo andaba mal antes de la covid-19 y ahora anda peor. La construcción del programa, por lo tanto, deberá incluir a todo ese caleidoscopio nacional que busca respuestas. No creo que los candidatos y candidatas y sus equipos y otras personalidades puedan o deban hacer la tarea solos. Los liderazgos sociales, regionales y ambientales y la masa crítica intelectual deben tener un papel protagónico en una amplia deliberación programática.

Tengo poca claridad sobre qué se entiende por centroizquierda. Si el centro es equidistante entre derecha e izquierda, la centroizquierda estaría entre el centro y la izquierda y por ahí se iría achicando la convergencia. Lo más útil es mirar los acuerdos que han funcionado entre el centro y la izquierda donde se han dado. Uno de ellos está operando ahora en España, donde gobiernan juntos el PSOE y Juntas Podemos, más por necesidad que por deseo. Y funciona. Hay temas, como el ingreso básico propuesto por la izquierda, que aceptó el centro. También temas de protección laboral agenciados por una ministra de trabajo comunista.

Pero dada la correlación de fuerzas, temas como las relaciones internacionales y la hacienda son del resorte del centro. Más allá de una coalición es una cohabitación que les permite ser mayoría. ¿Será que en Colombia se puede buscar tal arreglo? Un acuerdo que conforme una mayoría para gobernar, sin vetos, con compromisos creíbles, buen trato entre diferentes y manejo consensuado de propuestas temáticas, no necesariamente unánimes, pero congruentes con la orientación general, según el peso electoral de los sectores participantes.

A falta de un acuerdo general para ir convenidos a la primera vuelta con un solo programa y candidatura única surgidos de un proceso previo de consultas y cumbres programáticas, podría pensarse en un acuerdo entre los candidatos de centro y los de izquierda de cara a la primera vuelta. El acuerdo consistiría en considerar la primera vuelta como unas primarias vinculantes para votar unidos en segunda vuelta la candidatura ganadora. Lo acompañaría otro acuerdo a la española para compartir las responsabilidades de gobierno entre el programa de centro y el de izquierda, en proporción a la votación obtenida. De acertar en los contenidos, este procedimiento podría reunir la necesaria mayoría para un gobierno de cohabitación de centro e izquierda.

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