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El error de Uribe

Al hablar mal del país en el exterior, ahuyenta la confianza inversionista que necesitará el gobierno que arranque en agosto 2018.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
9 de junio de 2017

Ben Tre era un pequeño pueblo de Vietnam del Sur. Un 7 de febrero de 1968 fue devastado por bombas y napalm lanzados por aviones de Estados Unidos, según informó en su momento la agencia de noticias Associated Press. En la nota, un militar estadounidense justificó la acción de la siguiente manera: “se volvió necesario destruir el pueblo para salvarlo”. Se quería evitar a toda costa que Ben Tre quedara bajo el control del Viet Cong. Temo que esa lógica la está aplicando la oposición del presidente Juan Manuel Santos en su diplomacia paralela. Por su afán de contrarrestar cada palabra y política gubernamental en cualquier lugar del planeta, corre el riesgo de llevarse por delante la positiva reputación que Colombia ha construido -con inmenso esfuerzo- en casi 20 años. Esa imagen mejorada ha resultado en mayores flujos de inversión, un incremento significativo en turismo y simultáneamente, facilitado el tránsito de colombianos por el mundo. La vergüenza de portar pasaporte verde es cosa del pasado. Pasamos de ser un país paria a candidato para ser miembros de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).

Es un éxito compartido de los presidentes Andrés Pastrana, Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos. Con Pastrana dejamos el mote de narcodemocracia, con Uribe el de estado fallido y con Santos el de una nación en guerra. Cada gobierno puso su granito de arena.

Ese prestigio colombiano - sí, prestigio- es un activo para el mandatario que saldrá elegido en mayo de 2018. No importa quién sea. Pero por ser tan reciente la transformación de imagen, es aún frágil.

Los mensajes de Uribe en Atenas (y en otras ocasiones) no sólo no ayudan si no que dificultan la labor de una futura administración. Incluso una liderada por el Centro Democrático. Su argumento del incremento de los cultivos de “42.000 hectáreas a 188.000 hectáreas” podría resultar en una reducción de ayuda de Estados Unidos. Pero eso no afecta a Santos: el desembolso de asistencia gringa ocurre con un atraso de uno a dos años. Le tocará al nuevo presidente manejar las consecuencias de esa disminución.

Cuando Uribe resalta que los “mineros legales están huyendo del país”, le facilita el trabajo a otras naciones que compiten por el interés de la grandes empresas extractivas. Que mejor vocero que un ex presidente colombiano.

Su advertencia de que “los únicos dos sectores de la economía que están creciendo son la minería ilegal y el narcotráfico”, mina la confianza en el país. Repito: el impacto lo sentirá el gobierno de 2018-2022, no el actual. Igual ocurre con su afirmación de que somos la “cuarta economía en el mundo con los impuestos más altos”. Los inversionistas son racionales. Esperarán que bajen los tributos antes de comprometer recursos, como lo parece estar sugiriendo Uribe. Nuevamente, las repercusiones le caerán al sucesor de Santos, no a él.

En el mundo de los negocios, destacan mucho el liderazgo del ex presidente en el campo de la seguridad. Posiblemente es donde tiene más credibilidad. Por ello, los empresarios extranjeros toman atenta nota cuando él dice que “muchas áreas del país están bajo control de grupos terroristas”. Y “que el año pasado vimos un crecimiento en la extorsión de 236 por ciento”. Y "que el país está peor”.

Sus palabras calan. No es la manera más conveniente para atraer inversión y turismo. Es como si Estados Unidos dijera- “venga a Chicago, la capital de homicidios” o que Brasil promocionara: “Rio de Janeiro, donde los atracos son permanentes”.

Ha sido objetivo de varios gobiernos colombianos lograr que Estados Unidos levante su advertencia a viajeros sobre el país. Con sus palabras, Uribe aleja esa posibilidad.

El expresidente y senador insiste que toda esa información es pública. Cierto, pero una cosa es leerlo en los medios y otra escucharla de una autoridad como él.

Sería irónico que un eventual gobierno del Centro Democrático pagara los platos rotos de esa diplomacia paralela. Y trágico para Colombia.

En Twitter Fonzi65

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