
OPINIÓN
Colombia no es un destino seguro para la fiscal de Venezuela
Por todo lo que sabe, Luisa Ortega incomoda a las Farc, al ELN, a las demás organizaciones del narcotráfico y del contrabando y al propio Gobierno. Tiene más enemigos acá que en su propio país.
Tras ponerle una monumental cola de burro a la seguridad cubana que impera en su país, Luisa Ortega, la fiscal de Venezuela, logró salvar su vida, la de su esposo y dos de sus colaboradores al huir en una lancha rápida desde la península de Paraguaná hacia Aruba y desde allí llegar en avión a Bogotá. Cumplida esa hazaña, así se le garantice protección y asilo, es poco probable que se quiera quedar en Colombia.
Las mujeres tienen un rol fundamental en la lucha por la democracia y la libertad en Venezuela. María Corina Machado, despojada ilegalmente de su curul en marzo de 2014, víctima desde entonces de golpizas, intimidaciones y un constante acoso judicial, no ha cesado sus denuncias contra el diabólico gobierno de Maduro, su abyecto y venal sistema judicial, el saqueo del erario por los líderes chavistas y el rol de los hermanos Castro y de Cuba en la precipitada desintegración política y económica de Venezuela. Lo propio se puede decir de Lilian Tintori la valiente esposa de Leopoldo López, el líder opositor encarcelado por el régimen, de Mitzy Capriles, esposa de Antonio Ledezma, exalcalde de Caracas, también destituido y encarcelado arbitrariamente y de muchas más.
La fiscal Ortega no está en esa lista. Viene de la orilla contraria. Es una beligerante y radical militante de la izquierda que logró conquistar y confirmar la confianza de Chávez para acceder a ese cargo, vital para el régimen, nombrada y ratificada por la Asamblea Nacional que en diciembre de 2015 eligió de manera espuria los magistrados del máximo tribunal de justicia, cuyas decisiones desataron la tormenta. Como fiscal tuvo participación y responsabilidad en la captura y condena de Leopoldo López y en muchos otros atropellos contra la oposición y según denuncia ahora el propio Nicolás Maduro tuvo conocimiento y hasta parte en algunas de las actividades criminales con las que sus conmilitones hacen fortuna al costo de arruinar el país.
Haber sido pieza fundamental del núcleo del poder desde esa instancia -con capacidad para decidir sobre la libertad y los bienes de las personas- y conocer por ese motivo la verdad profunda de lo que ocurre en Venezuela, es lo que obviamente otorga el mayor valor estratégico a su conversión a la causa de la libertad, desde marzo pasado, en rechazo a los aberrantes excesos del máximo tribunal.
En Colombia, paradójicamente, le cierra muchas puertas. Incomoda a las Farc y al ELN porque sabe la verdad acerca de la vida de jefes y guerrilleros en sus santuarios más allá de la frontera. Los aportes de Chávez y Maduro, las armas, las maquinaciones políticas castrochavistas, Piedad Córdoba y Marcha Patriótica. Incomoda también a las Farc, al ELN y a las demás organizaciones del narcotráfico porque sabe la verdad de la coca en el Catatumbo y otras regiones de Venezuela como plataforma de exportación de droga colombiana a otros lugares del mundo: el cartel de los soles, la ’Ndrangheta, quién es quién en el tráfico y quién es quién en el lavado de activos, cómo está articulada la minería criminal entre los dos países y quiénes la controlan. Incomoda al crimen organizado, que junto con la guerrilla son gestores y dueños de buena parte del contrabando de ganado, alimentos, combustibles y armas en la frontera. Incomoda a los negociadores y abogados de la paz con las Farc, porque conoce lo que no se ha dicho hasta ahora públicamente de las intimidades de ese proceso, los secretos que Maduro amenazó divulgar en una de sus habituales riñas verbales con nuestro presidente.
Con tantos enemigos Colombia sería para ella una prisión de 1.142.000 kilómetros cuadrados y su custodia una papa caliente monumental para el actual y para cualquier Gobierno.
El asilo en Estados Unidos es otra historia. Ya expresó su entusiasmo por aportar información y documentos de los sobornos que habría recibido Maduro de Odebrecht y a quiénes más comprometen los 98 millones de dólares que transfirió la compañía brasileña a dirigentes del régimen. Más difícil y comprometedor sería su decisión de contarle al mundo todo o parte de lo que sabe, con el freno de mano de su propia responsabilidad en algunos de esos hechos. Pero allá la esperan con ansiedad. Hasta ahora Estados Unidos no ha tenido un testigo de esa importancia para llevar a fondo múltiples causas de narcotráfico: Diosdado Cabello, Tareck El Aissami, Carvajal, Reverol, Rangel, Ochoa, los Narcosobrinos, los ‘boliburgueses‘ que robaron miles de millones del erario, los negocios turbios del eje La Habana- Caracas y muchos temas más.
Por todo lo que vio en el ejercicio de su cargo Luisa Ortega sabe, como pocos, la verdad que encierra aquella frase que dijera Álvaro Gómez Hurtado: “Un kilo de coca comienza a respirar tranquilo cuando llega a Estados Unidos” para subrayar que es entre nosotros donde se congregan las violencias, los sobresaltos, los sacrificios y los más grandes dolores en la abominable historia del crimen y del narcotráfico. Que Dios guarde y proteja a la fiscal de Venezuela. Y que tenga la sensatez y la generosidad de entender lo que tiene entre manos para ayudar a pasar una de las páginas más infames de crimen y la opresión en la historia de América Latina.
@germanmanga