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La seguridad de Bucaramanga

En un par de semanas, el alcalde Juan Carlos Cárdenas debe presentar el plan de seguridad de Bucaramanga, que seguramente mantendrá el bello lema mockusiano de “la vida es sagrada” del plan de desarrollo.

Daniel Mauricio Rico
16 de junio de 2020

En agosto de 1996, un día después de presentar el Icfes, me fui de Bucaramanga. Un cuarto de siglo después, esta ciudad sigue siendo mí sinónimo de familia, de amigos eternos, de patrimonio, y de identidad. Está escrito en mi cédula, por el lugar de expedición soy de Bucaramanga, sin importar en dónde viva o el acento. En las tierras bravas de Santander espero envejecer y desde aquí, el día que me toque, dar el salto al otro barrio.

Por eso me importa el futuro de mi ciudad y cada cuatro años trato de descifrarlo en los planes de desarrollo. Bucaramanga tiene los mejores indicadores sociales y económicos de las ciudades capitales de Colombia, lo paradójico es que esto se haya sostenido a pesar de la caterva de alcaldes que han elegido mis coterráneos. Entre los más funestos está el menor de los Moreno Rojas, que además de ladrón confeso parece que tenía manías pirómanas. La racha de alcaldes cleptómanos la rompió el ingeniero Rodolfo, de quien no me gusta su estilo de gobernar, pero le reconozco haberse rodeado bien y lograr importantes avances en educación, espacio público, cultura y deporte para la ciudad.

¿Para dónde va Bucaramanga con el nuevo alcalde? y en el pedacito que mejor entiendo, ¿Cómo se ve la seguridad en los planes de la ciudad?

En seguridad se puede contar como positivo, la concepción integral de la seguridad con la movilidad y el espacio público, al menos en el papel se lee bonito. Pero realmente el plan de desarrollo está flojo en el diagnóstico, las propuestas, y las metas de seguridad. ¿Cómo se puede mejorar?

Se necesita un diagnóstico fiable, fue un error presentar y aprobar un plan de desarrollo que es inercial y emula los conceptos de la administración anterior. La seguridad fue precisamente lo que peor manejó el ingeniero Rodolfo, no ejecutó, no organizó, no evaluó y no gestionó nada importante relacionado con la seguridad ciudadana y la convivencia. El punto de partida debe ser claro y explícito: el mayor rezago de la ciudad está en la seguridad, esa es la pata floja de la mesa y donde más energía, atención y recursos se necesitan. 

El mayor de los problemas es que Bucaramanga no tiene la institucionalidad mínima para combatir el delito, no hay Secretaría de Seguridad. Bogotá, Medellín, Cali y hasta Girón sí las tienen. Tampoco una subsecretaría o una dirección de seguridad ciudadana, ni siquiera cuenta el municipio con asesores especializados, solo tiene un observatorio del delito que da grima. Sin tecnocracia en la administración, la seguridad se vuelve un problema de reacciones improvisadas, que no les mejoran la vida a los bumangueses. El primer ajuste al plan de desarrollo de Bucaramanga debe ser crear una Secretaría de Seguridad.

El segundo arreglo al plan de desarrollo, debe ser incluir los temas incómodos y difíciles. Será imposible cumplir las metas, sin atender los problemas de fondo en la seguridad de la ciudad: ¿Qué se va a hacer frente al hacinamiento carcelario en La Modelo y las unidades de policía?, ¿Qué han pensado hacer para reducir la reincidencia criminal?, ¿cómo se va a solucionar el déficit de policías, investigadores criminales, fiscales y jueces?, ¿por qué la quinta ciudad del país no tiene mapas ni cifras propias de dinámicas delictivas?, ¿cómo se van a manejar los asentamientos y los procesos de migración venezolana en las zonas más vulnerables de la ciudad?, ¿ya se dieron cuenta del desplazamiento del crimen organizado del contrabando y la adulteración a Bucaramanga? Ninguno de estos problemas se resuelve ni con más cámaras ni con una mejor iluminación de parques y vías, como se propone en el plan de desarrollo.

Históricamente la administración municipal se ha desentendido de lo que le corresponde hacer en seguridad, este rol se lo entregaron a la Policía Metropolitana. Con convenios y traslados de recursos, se facultó al comando para decidir qué se hace, qué no se hace y dónde se hace, qué cuadrantes se activan, cuáles rotan y en cuáles los policías se eternizan en el mismo sector. Eso también incluye desde definir dónde se ponen las cámaras de seguridad hasta qué estadísticas de delitos se hacen públicas y cuáles no. Hay un grave problema de roles y misiones, al que se le suma la nefasta idea del Gobierno Duque de usar militares para patrullajes conjuntos en zonas urbanas. Ojalá nunca tengamos que ver a Bucaramanga militarizada.

En un par de semanas, el alcalde Juan Carlos Cárdenas debe presentar el plan de seguridad de Bucaramanga, que seguramente mantendrá el bello lema mockusiano de “la vida es sagrada” del plan de desarrollo. Para que el plan trascienda, el alcalde, su gabinete y el concejo municipal, deben entender que la seguridad no es solo un concepto filosófico, sino el resultado de grandes esfuerzos técnicos y humanos, de un liderazgo civil permanente y de la construcción de capacidades institucionales de largo plazo. En términos de seguridad el alcalde de Bucaramanga tiene clara la filosofía, todo lo demás le hace falta.

Liberi Montani Semper

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