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Por quién votar

El voto en blanco en señal de protesta solo atornilla a los políticos que no quieren que nada cambie. Hay que salir a votar y exigirles a los partidos que piensan en el país que pongan en sus listas a personas que estén a la altura de este compromiso histórico.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
7 de diciembre de 2013

Si se firman los acuerdos con las Farc, el verdadero escenario donde se va a pelear el futuro de una Colombia distinta no va a ser La Habana, sino el próximo Congreso. Será allá donde se tendrán que debatir las reformas que salgan de los acuerdos con las Farc, las cuales, si resultan bien concebidas, pueden sacarnos de esa inequidad histórica y de ese desajuste social que nos han dejado 60 años de guerra.

Es decir, este será el Congreso que tendrá el compromiso histórico de sacarnos de la barbarie. Su responsabilidad será inmensa: tendrá que debatir y aprobar una nueva Ley de tierras, cuyo objetivo es hacer una reforma agraria que nunca se ha hecho; hacer el  estatuto de oposición que tampoco se ha podido perfilar a pesar de que es un mandato de la Constitución del 91; tendrá que abrirles la puerta a los movimientos sociales que están pidiendo pista en la política y repensar las formas de participación ciudadana para ordenarlas en un nuevo estatuto que fortalezca la veeduría ciudadana en los gobiernos locales y regionales.

Estas tareas no las pueden hacer sino hombres y mujeres idóneos,  decentes e independientes, tres cosas que hace rato no tiene la política colombiana. Por eso es crucial que los ciudadanos salgamos a votar en las próximas elecciones por personas íntegras y por partidos o movimientos que estén dispuestos a estar a la altura de este compromiso histórico. El voto en blanco en señal de protesta solo atornilla a los políticos que no quieren que nada cambie.  Hay que salir a votar y exigirles a los partidos que piensan en el país que pongan en sus listas personas que estén a la altura de este compromiso histórico.

Por mi parte, a los primeros que descartaría sería a los partidos de la Unidad Nacional, expertos en legislar en causa propia como bien lo demostraron con la reforma a la justicia  o como lo están demostrando ahora con la reforma a la salud. Aunque todos los jefes del conservatismo, del liberalismo, de La U han salido a decir que ellos están apoyando el proceso de paz por la manera como han integrado las listas, es claro que su interés no está en la construcción de esta nueva Colombia sino en ganar las elecciones a como dé lugar.


Yo no votaría por la hija de Cáceres, ni por la de Blel. Mucho menos por un político como Gerlein. Tampoco lo haría por la hermana del cuestionado alcalde liberal de Medellín, Aníbal Gaviria, -¿Los contratos que se están dando en la Alcaldía se estarán otorgando a cambio de nada?– ni por Vivianne Morales, quien en la Fiscalía le permitió a su intimidante esposo intervenir en procesos a favor de su amigos como si la Justicia sirviera solo para impartirla a sus enemigos. Tampoco me interesa reencauchar a nadie del 8.000.

Si no votamos por personas preparadas que les interese el país,  ganará de nuevo la política tradicional, la misma que se acostumbró a ganar el poder con un pie en la ilegalidad y que se benefició de la guerra porque le permitió aliarse con los paras y el narcotráfico para extender su poder político en las regiones. Y esa clase política que está de espaldas al país, no está a la altura del compromiso histórico que va a tener el próximo Congreso.   

La mejor contribución que podrían hacer los partidos a los anhelos de un país por una Colombia distinta es integrar sus listas para el próximo Congreso con gente decente, que conciba la política como un ejercicio de las ideas.

Por ese camino uno no ve a los partidos de la Unidad ni al uribismo pero sí a la Alianza Verde, al Polo de Clara López, a la naciente UP. Al lado de Navaro uno quisiera ver a Claudia López, a Ángela Robledo, a Cecilia López, a Eduardo Verano, al mismo Mockus, a las dignidades, a los de la Mane. ¿Será mucho pedir?