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Por el momento, la supuesta crisis fracasó

El miércoles 15 de mayo, casi una hora antes de que empezara la rueda de prensa en la que el magistrado Bobadilla de la JEP explicó por qué se le concedía a Jesús Santrich la garantía de la no extradición, ese tribunal ya había publicado en su cuenta de Twitter la noticia. De manera que mientras se leía ante las cámaras la sentencia, densa como todo fallo judicial, las redes sociales ya estaban cargadas de algo más que una indignación espontánea.

Ana María Ruiz Perea, Ana María Ruiz Perea
20 de mayo de 2019

No había terminado esa rueda de prensa, cuando los periodistas fueron citados a otra en el búnker de la Fiscalía, que empezó poco antes de la 1 de la tarde. En ese momento, el hashtag #ConstituyenteYa estaba posicionándose como tendencia en las redes sociales, una etiqueta promovida desde la línea más recalcitrante del uribismo, aupada por personajes como José Félix Lafaurie y su esposa, la senadora Cabal. Néstor Humberto Martínez hizo de esta supuesta derrota jurídica, la oportunidad política para renunciar haciéndose el digno, mientras le daba un manotazo a la mesa de juego de la democracia. “Estado de cosas antijurídico” llamó a la decisión de la JEP por no extraditar a Santrich, aunque él mismo no le hubiera entregado a ese tribunal las pruebas que hubieran soportado un fallo diferente.

 ¿A quién benefició la renuncia del fiscal? A nadie más que a él, que se escabulló como rata y está fuera de Colombia oteando a la distancia los desarrollos de este proceso, y de los fallos que, según dicen, están próximos a salir de la Corte Suprema de Justicia por las demandas en su contra relacionadas con los casos Odebrecht y Hyundai.   

 Después del muy ampuloso y abiertamente político discurso de renuncia de Martínez Neira, la etiqueta #ConstituyenteYa quedó consolidada en el primer lugar de las tendencias nacionales de las redes. Los medios comenzaron a hablar de crisis institucional, y hasta dijeron que era la más grave ocurrida en los últimos 60 años (¡válgame el cielo, la falta que le hace al periodismo colombiano la clase de historia!).

 Al caer la tarde de ese día funestor, oh sorpresa, circuló en las redes un video (con audio), en el que Jesús Santrich está acordando un negociado, al parecer de coca, por el que recibiría plata hasta para financiar campañas políticas y le entregan un token para retirar el dinero en Estados Unidos. Una prueba grabada por la DEA en una operación encubierta, que de haber sido entregada por la Fiscalía a la JEP, tal vez le habría permitido contar con más elementos de juicio para decidir el fallo; no como el video sin audio y las escuchas telefónicas ‘chimbas’ que le entregó la Fiscalía para darle trámite a la solicitud de extradición de los Estados Unidos. La filtración de este video en ese momento fue una evidencia para la galería, una carnada para alebrestar la indignación.

 Nadie sabe quién filtró el video. Hacia las siete de la noche, la cuenta @USEmbassyBogotá dijo que “El Fiscal General Martínez y su vice fiscal, María Paulina Riveros, son grandes patriotas que promovieron el estado de derecho en Colombia” y en el hervor de tanta incertidumbe, se anuncia que el presidente Duque va a dirigirse a los colombianos esa noche.

 Pero no hubo himno nacional ni interrupción de la programación en todos los canales nacionales a las 8 de la noche, como es usual. No hubo alocución presidencial. Pasadas las 9 de la noche, el presidente mandó una grabación a los medios en la que no habló de constituyente, de conmoción interior ni de crisis institucional; habló de reformar el sistema de justicia transicional, anunció que apelaría el fallo y cerró filas en defensa de la extradición con el argumento de proteger a las víctimas. ¿Cómo va a ser mejor que el victimario sea juzgado por narcotráfico en Estados Unidos y no por el secuestro, desaparición, asesinato o cualquier otra de las prácticas aberrantes que cometieron las Farc durante tantos años en este país? 

Dos días después del fallo de la JEP, Jesús Santrich fue liberado y recapturado en una acción intrépida y tal vez sea extraditado a pesar de su inocuo intento de suicidio y de un habeas corpus. Como conclusión de esta extenuante y retorcida jornada de la política nacional, quedan hecha andrajos la soberanía nacional, evidenciadas las maniobras binacionales para desestabilizar el país, la mala fe de la Fiscalía con la JEP, la distancia del presidente Duque con el ala dura de su partido; quedan el corrupto volado y la institucionalidad colombiana, tambaleante por cuenta de un traqueto.

 Me alegra que por ahora las cosas no hayan salido como los desestabilizadores de la democracia pretendieron. Pero temo que la parte más cruda de esta película apenas está comenzando.