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La salud mental y la familia

En años recientes, los príncipes Guillermo y Enrique de la casa real británica, han hablado con franqueza acerca de los problemas emocionales y mentales que afrontaron con la muerte de su mamá. Lo han hecho en parte tanto para acercarse a un pueblo que en buena proporción ve a la familia real como innecesaria y anacrónica y en parte también para crear consciencia acerca de la necesidad de poder hablar de las presiones emocionales y los problemas mentales que aquejan a la gente.

Mauricio Carradini, Mauricio Carradini
24 de mayo de 2019

Los británicos, y en especial los ingleses, son reconocidos por su actitud estoica y por ser reservados en cuanto a sus emociones se trata. A nivel familiar y como resultado de ello, como sociedad, no se trata el tema de los problemas emocionales y mentales en general. En Colombia, la situación no es muy distinta, aunque por razones culturales diferentes. Varias generaciones de niños crecieron oyendo el "sea macho, no llore" y esto repercute en la expresividad para exteriorizar lo que sienten. De la misma manera, hay todo un estigma acerca de los problemas mentales. Cualquier desviación de lo que se considera "normal" se reduce a está loco o está loca. Así, personas, todos miembros de familias, están pasando por situaciones difíciles por razones de desequilibrios mentales o traumas emocionales y no lo quieren hablar, no se quieren tratar y no quieren consultar a expertos.

 El impacto que la violencia ha tenido a nivel social y que ha afectado a decenas de miles de familias no es nada despreciable. Varias generaciones crecieron con miedo a ser víctimas de la inseguridad y a través del secuestro, las bombas, los robos, las tomas a los pueblos, las masacres, el asalto en las calles, muchos adquirieron comportamientos que afectan su vida diaria sin verlo o sin querer reconocerlo. Y no hablemos de las víctimas y sus familias que realmente han sufrido fuertes golpes que afectan tanto sus relaciones personales como su salud mental.

 También está obviamente la proporción de desequilibrios que son eso tal cual, un desbalance de algo fisiológico.

 Claro que en Colombia todavía hay prioridades vitales como garantizar que los niños no mueran de hambre y que todos los colombianos tenga acceso a agua potable, pero el tema de la salud mental debe empezar a mirarse con más seriedad y normalidad, tanto para acabar con tanto tabú como para romper el ciclo de la estigmatización, que lo único que hace es complicar las relaciones de los enfermos con sus familias, y demorar o evitar su recuperación.

 La medicina siquiátrica y la neurología han avanzado mucho en las últimas décadas y realmente la mayoría de desórdenes mentales son tratables. Y son tratables porque en buena medida todo se reduce a problemas en las conexiones neuronales o en los impulsos eléctricos del cerebro, o a la química del mismo. La mayoría de depresiones, esquizofrenias, y demás patologías tienen una explicación científica como la tiene una pulmonía o una pancreatitis.

 En la actualidad hay muchas familias y grupos de amigos que están siendo afectados por alguien que padece una enfermedad de estas. De manera crónica o temporal, pero no se habla, no se socializa, los pacientes se avergüenzan, en ocasiones no hay diagnósticos y nadie entiende qué pasa y sus relaciones se complican. El único resultado es que todo empeora y nadie está feliz.

Antes de que el Estado colombiano pueda atacar este fenómeno de la manera adecuada y en la escala necesaria, empecemos por escuchar a nuestros seres queridos y estemos abiertos a que se discuta con franqueza y compasión la posibilidad de que haya una enfermedad tratable detrás de todo. Como cualquier otra dolencia, tanto el enfermo como su familia y amigos sufren. Rompamos el ciclo de estigmatización, hablemos de eso como se puede hablar de una gripa o de un cáncer y ayudemos para que haya más personas sanas y menos tensión, dolor y preocupación entre familia y amigos. Esa es la forma más rápida y efectiva de cambiar la salud mental de Colombia como sociedad. La verdadera paz del país empieza en las casas y contando menos "locos" y más enfermos.



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