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Drenar los odios y la confrontación

Una imagen es recurrente en el Congreso: mientras los parlamentarios caminan charlando a votar algún proyecto, se preguntan los unos a los otros: “¿Qué vamos a votar?” A menudo nadie lo sabe y, por supuesto, los ministros tampoco. No es una metáfora, es una realidad que revela el despelote político en que transitó el Gobierno en esta legislatura que termina.

Javier Gómez, Javier Gómez
10 de junio de 2019

Concentró sus esfuerzos en modificar la JEP, objetar la ley estatutaria que la reglamenta, dejó al garete las reformas política y de justicia y, finalmente, se hundieron; y, para colmo de males, puso en riesgo por vicios de trámite y de fondo el Plan Nacional de Desarrollo, una ley agobiada, como nunca antes, por las demandas de inconstitucionalidad del 70 por ciento de su articulado.

Pero además, deliberadamente desechó la implementación del acuerdo de paz al que uso como ariete político para su batalla futura, y se empecinó en  modificarlo no obstante las limitaciones constitucionales que le prohíben reformarlo en los próximos tres periodos presidenciales.

Es tal el descalabro que cualquiera creería que los correctivos no dan espera, pero ese revés parece no decirle nada al presidente Duque; a través de la ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez, notificó que repetirá la dosis y anunció reformas al acuerdo; el 20 de julio llegará con una batería de proyectos modificatorios, amén de la anunciada propuesta del Centro Democrático de eliminar la JEP.

Es una manera terca de rebrotar el conflicto legislativo el pretender cambiar las reglas de juego se estrellará contra una tapia que le impusieron los partidos que no aceptan dilaciones con la paz; pero demás necesariamente tendría que sentarse a renegociar con las FARC, la contra parte que pactó el Acuerdo y cumplió su palabra. Entonces qué le queda al Presidente Duque: ¿convocar una constituyente? Es la solución más próxima a los intereses de su albacea político el expresidente Uribe, a quien no le sirven la JEP y las altas cortes de la Justicia.

No ocultan su preocupación quienes constantemente se preguntan cuál es el norte del Gobierno. “No hay claridad política”, es la expresión más común en medio de un océano de confusiones teñidas de retaliaciones del ejecutivo proclives a instalar una versión autoritaria del poder acompañadas de constantes invitaciones al país a desconocer las decisiones parlamentarias y los fallos de las altas cortes de la Justicia.

Se recurre a la descalificación como método, hoy en día acompañada de una estrategia poco convincente: Duque prefirió, en cada discurso, sermonear a los presentes con un tono de voz que supera los niveles normales de cualquier alocución humanamente aceptable. Grita y se ofusca a través de los medios de comunicación, como si buscara amedrentar en lugar de construir consensos que le permitan al país resolver problemas de fondo, ahora que los indicadores económicos le son adversos.

El presidente Duque debería comenzar a drenar los odios, la ira y la división que agobia a la sociedad colombiana; debería reemplazarlos por mensajes que trasciendan la apatía, que generen asombro, sorpresa, curiosidad…Romper de una vez por todas con los paradigmas del pasado que solo conducen a polarizar y envilecer el ambiente político en un país que quiere superar esos tormentosos años de conflicto armado.

Aquí, como el resto del mundo, la realidad es convulsa, por eso fue alentador escuchar al presidente de México Andrés Manuel López Obrador decir: “Se impuso la política sobre la confrontación”, al contarle a su país los resultados de la negociación con el Gobierno de Estados Unidos que amenazaba con clavarle aranceles a la economía azteca sino modificaba su programa migratorio. Sobre las amenazas del imperio prevaleció la política, es una buena elección.   

@jairotevi

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