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El país de Petro estremece a la máquina

A los candidatos de la derecha comienzan a fallarle las cuentas.

Yezid Arteta, Yezid Arteta
12 de abril de 2018

El nocaut asestado por la Roma al Barça en el Estadio Olímpico (3-0) y la agonizante clasificación del Madrid en el Bernabéu mediante un dudoso penalti pitado en el último minuto a la Juventus (1-3), son la evidencia de que en la Champions la partida se gana en el césped y no en la previa. Algo parecido ocurre en los procesos electorales: una encuesta no reemplaza al resultado obtenido en las urnas. Las encuestadoras pueden decir amarillo pollito y los votantes elegir violeta. Es lo que puede suceder en Colombia el próximo 27 de mayo. Pasó en los Estados Unidos. Acaba de pasar en Costa Rica. Está pasando.

Petro tiene con los nervios de punta a los dueños de las maquinarias políticas. Mientras las plazas se llenan de gente para escuchar a Petro, las maquinarias políticas se inventan encuestas o le recuerdan a sus analistas y columnistas que si no meten miedo contra el candidato de Colombia Humana se pueden quedar sin trabajo. En ocasiones las maquinarias políticas acuden a un ilusionista para que saque un conejo de la chistera, de modo que los niños invitados a la fiesta coreen “oh”. Esta vez fue un conejo medio ciego llamado “Jesús Santrich” a quien llevaron hasta una rarísima trampa que, no se sabe, si pertenece al género mafioso o al universo de los juegos infantiles.

El affaire Santrich podría ser mera pirotecnia para distraer a la opinión pública en momentos en que a los candidatos de la derecha comienzan a fallarle las cuentas, o es un acto de vulgar traición a un pacto firmado, tal como lo hizo el gobierno presidido por Álvaro Uribe con los jefes paramilitares. La historia de Colombia es una dilatada cadena de payasadas e infames traiciones. El video en el que aparece Francisco Santos con un megáfono en la mano arengando a un grupo de acólitos, tal como si fuera Lenin preparando con sus camaradas bolcheviques la toma del Palacio de Invierno, puede que sea una caricatura o una reunión de mercachifles cuyos negocios no andan bien.

El expresidente César Gaviria es otro de los que anda nervioso. Nervioso por la suerte de su hijo Simón, puesto que la del Partido Liberal le importa un rábano. Gaviria, en entrevista concedida a Yamid Amat para El Tiempo, dejó a Humberto De La Calle con el culo al aire. Un buen De La Calle condenado a rebuscarse la vida por sí mismo en vista de que Gaviria, el jefe del liberalismo, devanea con Duque y Vargas Lleras los candidatos de la maquinaria. Razones hay para que los peones y la base del liberalismo que creció escuchando el discurso de Jorge Eliecer Gaitán -el más relevante político colombiano en siglo XX- en el Teatro Municipal en 1946, emigre con su entusiasmo hacia las ideas de Petro.

En vista de que la historieta castrochavista viene en declive, el candidato Iván Duque no tiene más alternativa que beber en el manantial de ideas de Petro, tomarse una foto con el saltimbanqui de Angelino Garzón o con un grupo de “sindicalistas” barrigones que pasan más tiempo cenando y bebiendo con los patrones, que en los lugares de trabajo defendiendo los salarios de los enflaquecidos obreros. No falta el lambón que alaba la entrevista dada “en perfecto inglés” por Duque a la cadena Bloomberg (especulación financiera), cuando lo ideal sería que el candidato del Centro Democrático, por ejemplo, explicara en lengua wayuu a las mujeres wayuu, cómo va a hacer para que los bebés de La Guajira no mueran de hambre y sed. Quizá Duque prefiera continuar la conversación en inglés con los titulares de los fondos buitres que revolotean en Wall Street.

Cuenta la gente de Barranquilla que minutos antes del debate de los candidatos en la Universidad del Norte, Vargas Lleras bebió una jarra de café como si fuera agua. Se le veía nervioso. Entre más cacique se le sube a su campaña, más gente del barrio se le baja. La Costa Atlántica es la prueba palmaria: los caciques están con Vargas Lleras, pero el pueblo al parecer está con Petro. El Caribe colombiano será el escenario en el que mejor se observará el desenlace de la lucha entre la maquinaria política y el país. El país entendido como las mayorías sociales.

El muro del conflicto armado ha caído a través del maltrecho acuerdo con las Farc. Había cosas que el muro no dejaba ver. Las Farc han perdido porque no les están cumpliendo. Las maquinarias políticas han perdido espacio en las pasadas elecciones legislativas y seguirán perdiendo en las presidenciales. Las Farc, empleadas como chivo expiatorio por las maquinarias políticas para esconder sus miserias, hoy son parte del juego legal. Duque y Vargas Lleras, los candidatos de las maquinarias, no saben que hacer con el país que la gente viene descubriendo a través del discurso pedagógico de Petro. La gente está perdiendo el miedo. Crece el entusiasmo por la política. Las plazas se llenan. La juventud está desencadenada. Las redes sociales ya no son sólo las cloacas por las que corre la mierda, sino también el cuadrilátero en los que se debate sobre temas significativos para el país.

Colombia está en la recta final de la campaña presidencial 2018. El contacto físico y visual del candidato con la población será determínate en los días que restan de campaña. Petro es el candidato que más despierta entusiasmo en la plaza pública, el político en el que se están reconociendo millares de colombianos que, desde el pasado siglo, han sido ninguneados por las maquinarias políticas.

Hey, Petro, el holograma es una opción para estar en todas partes. Jean-Luc Mélenchon, el brillante orador de Los Insumisos en Francia hizo del holograma un formidable y eficaz vehículo de comunicación. Le pisó los talones a Macron y Le Pen.