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La tragedia del contratista

Los trabajadores colombianos independientes (OPS) se cuentan por millones; haga usted los cálculos, o preguntémosle a la calle, en su mayoría jóvenes, que entendieron lo que hacen con sus padres y no quieren que se repita con ellos.

Javier Gómez, Javier Gómez
10 de diciembre de 2019

Se acerca la navidad, el fin de año, el año nuevo, acontecimientos que mueven la fibra de las familias, de los amigos, incluso de la solidaridad, pero pocos se dan cuenta de que detrás de estos hechos subyace un calvario del cual el país no es consciente: la desdicha de cientos de miles de contratistas (familias) que a través de OPS (Órdenes de Prestación de Servicios), impotentes, comienzan a parir una tragedia que afecta directamente sus ingresos, con la terrible consecuencia de pasar dos y hasta tres meses en el asfalto, mientras las obligaciones no dan espera y te carcomen como la pus.  

Todos los años es igual y lograr llegar a fin de mes es una hecatombe: no hay con qué pagar el arriendo, el colegio de los hijos, la matrícula, la pensión, la salud o ese tumbadero que se llama EPS; los alimentos se esfuman y las relaciones familiares se fracturan. Este es un legado que nos dejó Álvaro Uribe Vélez con su nociva reforma laboral cuando se inventó el modelo de las OPS con el argumento de flexibilizar el trabajo para darle más gabelas a los empresarios con el compromiso de generar empleo. No ocurrió ni lo uno ni lo otro y volvió la noche día para no pagar horas extras.  

Decía por estos día el presidente Duque que “hoy los debates no son tanto entre izquierda y derecha, sino entre demagogos y pedagogos”. Expresión que le cae como anillo al dedo a su mentor que por las épocas que decidió inventarse las OPS nos dejó en manos de los poco pedagogos empresarios y sometió a la mayoría de los colombianos a los políticos demagogos auspiciadores del clientelismo más denigrante, humillante e inconsecuente con el derecho universal a un trabajo digno. Resultado: creció la informalidad y el rebusque se convirtió en el método más práctico para sobrevivir. 

Esa es la tragedia del contratista (OPS): termina el año y el contrato se acabó. No hay derecho a vacaciones y el dinero del último ingreso guárdelo para subsistir de dos a tres meses. Amárrese el cinturón. Coma mierda y eructe pollo. Enero y febrero en la calle. Entonces viene el calvario que hay que acompañar con una buena dosis de estoicismo porque comienza el viacrucis: dele paso a la mansedumbre, no se empute y péguese a la cola del político, el gran proveedor de empleos; de eso depende lograr un contrato del cual deberá compartir un porcentaje de los ingresos pactados; ¡ah! y no se le olvide, hay que abonar esfuerzos para ayudar a la consecución de votos al demagogo que te hizo el favor.  

Superada esa etapa, la de la humillación, la del despojo de la dignidad y la sumisión a unos intereses corruptos, le espera el purgatorio llamado Estado, representado en el papá Gobierno. Este, regularmente en manos de desalmados gobernantes, con su desmesurado pragmatismo le interpelará para decirle: señor contratista, si su contrato vale $8.289.000 pesos, debe pagar: 

El 29% para su seguridad social (salud y pensión) que se liquida del 40% de sus honorarios: $963.000 pesos; 10% de retención en la fuente: $829.000 pesos; y el 1% de ICA: $82.900 pesos. Y por ser régimen común o retenedor del IVA debe pagar al gobierno 19%, es decir, $1.571.900 pesos. En plata blanca su ingreso mensual se reduce en términos reales a 4.850.000 pesos. Esto quiere decir que el Gobierno le quitó en impuestos directos $3.439.000 pesos. Sin sumarle algunas estampillas y el pago de la póliza de seguros. Así lo contempla la Reforma Tributaria del Gobierno Duque. 

Los trabajadores colombianos independientes (OPS) se cuentan por millones; haga usted los cálculos, o preguntémosle a la calle, en su mayoría jóvenes, que entendieron lo que hacen con sus padres y no quieren que se repita con ellos.  

Esa es la tragedia del contratista, del trabajador marginal que no tiene prestaciones sociales, tampoco primas técnicas ni de vacaciones y mucho menos bonificaciones especiales; una realidad que le tocará sufrir por esa infranqueable distancia entre las expectativas y los hechos. 

@jairotevi

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