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Nevadas y Paz Territorial en el Páramo del Distrito Capital

Los distintos actores reconocen haber cometido errores en el manejo ambiental del páramo: los soldados del Ejército estando en la ofensiva, talaron indiscriminadamente frailejones para construir campamentos, arrojaron basura dejando pilas, empaques plásticos y restos de comida en suelos y humedales.

Margarita Pacheco M., Margarita Pacheco M.
9 de junio de 2017

Así como los frailejones florecen cada Octubre y el paisaje se viste de amarillo, las nevadas de San Juan y San Pablo han sido eventos climáticos del territorio rural del Distrito Capital. Estas nevadas han cambiado en el calendario habitual. Los agricultores saben que el Páramo es un regulador de la temperatura regional y mundial y un proveedor de servicios ambientales para millones de personas en las cuencas del Magdalena, del Orinoco y del Amazonas.

Las comunidades campesinas del Sumapaz, en su mayoría descendientes de boyacenses liberales que huyeron de la violencia bipartidista, están conscientes del papel regulador del clima y de la biodiversidad que los rodea. Hombres y mujeres campesinas están dispuestas a proteger y conservar su territorio. Hoy, en el post-acuerdo y sin la presencia de la guerrilla de las FARC, sus líderes están en reuniones de concertación con entidades del Estado y el Ejército Nacional para definir prioridades que beneficien prioritariamente a las comunidades y se evite la aparición de delincuentes y personajes malintencionados.

En la memoria colectiva está Juan de la Cruz Varela, líder campesino nacido en Ráquira en 1902, quien promovió la organización de campesinos frente a la acumulación de extensas propiedades en Sumapaz. Aquí el tema de la formalización de tierras está resuelto. Desde aquellas reivindicaciones liberales, esta región se ha caracterizado por la capacidad organizativa del campesinado y por el cuidado que sus habitantes ejercen para conservar la frágil naturaleza de la alta montaña andina.

En el contexto histórico de Sumapaz, ahora sin guerrilla, hay expectativas y posiciones sobre el modelo de sostenibilidad de una región rural, que hace parte de Bogotá Distrito Capital. Preocupa a las comunidades campesinas, a Parques Nacionales, a la CAR Cundinamarca, a la Alcaldía 20 del Sumapaz, la “invasión” de operadores turísticos no regulados, ávidos de sacarle el jugo económico a este paisaje monumental. El páramo vedado hasta hace poco tiempo a los Bogotanos urbanos se podría convertir en un gran riesgo, si las reglas de visita no son claras y bien organizadas.

Aún no está definida la capacidad de carga del ecosistema. Urgen los programas educativos para preparar a turistas, funcionarios y soldados, quienes con justo derecho, desean conocer el territorio rural del Distrito Capital y su magnificencia. Ya se anuncia la delimitación del Páramo de Sumapaz por parte del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, con el apoyo científico del Instituto Von Humboldt con el fin de poner en marcha estrategias para el Desarrollo Rural Integral en los territorios CAR que están fuera del Parque Nacional. Este tema preocupa a muchos campesinos que están ubicados allí desde mucho antes que existiera el Parque, considerando que realizan labores de cuidado y manejo del páramo junto con su labor agrícola. Este es un territorio donde ya se vienen debatiendo los beneficios de la nueva legislación sobre “Prestación por Servicios Ambientales”.

El Sumapaz, a pesar de las condiciones de violencia histórica, tiene prácticas socio-ambientales exitosas para transferir a otros complejos de páramo en el país. Si bien es cierto que durante la colonización boyacense del Sumapaz el campesinado realizó quemas, cazaba animales silvestres para el sustento familiar y se crearon potreros tumbando bosques de frailejón para sembrar papa e introducir algunas cabezas de ganado, ahora todo está bajo control de las mismas comunidades y sus organizaciones. Ellas están conscientes de la riqueza del patrimonio natural, de sus funciones ecológicas y climáticas.

Entrando por Usme a Sumapaz, los territorios CAR y del Parque Nacional tienen la vía pavimentada como frontera. Hay fincas ubicadas en ambos jurisdicciones, separadas virtualmente por vientos, humedales, soles ardientes de altura, suelos húmedos, cercas vivas y bajas temperaturas con nevadas ocasionales. El uso agropecuario es uno de los temas sensibles que la organización gremial de agricultores SINTRAPAZ está discutiendo para consensuar con las Autoridades Ambientales en el marco de la delimitación del Páramo.

La delimitación deberá evidenciar también la interconectividad que ejerce el Páramo de Sumapaz - Cruz Verde entre montañas y valles interandinos de la cuenca del Magdalena, con la Orinoquía y la Amazonia. La interconectividad es un argumento poderoso para que los países andinos que poseen páramos aúnen fuerzas y sean más contundentes en la defensa de las metas regionales de conservación y las globales del Acuerdo de Paris. Ya Colombia tiene la ratificación del Acuerdo en la última vuelta en la Cámara de Representantes, lo cual es un logro de las organizaciones ambientales presionando en redes sociales y medios de comunicación. Las vociferaciones del presidente Trump negando la alarmante realidad climática han producido el inesperado efecto bumerang con manifestaciones de apoyo al Acuerdo de Paris en muchos países y grandes ciudades.

A nivel del Distrito Capital, la administración del Alcalde Peñalosa parece ignorar también las metas del Acuerdo de Paris y la trascendencia de la interconectividad de los ecosistemas de páramo, cerros, humedales, rio Bogotá y Sabana. La amenaza de cercenar la conectividad entre ellos urbanizando la Reserva Forestal Thomas Van del Hammen al norte de la capital, son otra muestra de inconsistencia frente a la necesidad de generar sumideros de carbono, espacios vitales para mitigar el aumento de temperaturas y aliviar la contaminación atmosférica. Sumapaz, al sur oriente, Cruz Verde y Reservas forestales al norte y occidente, deberían formar parte de una gran respuesta de Colombia y del Distrito Capital al Acuerdo de Paris. Esta es una razón para definir reglas claras de conservación y restauración de las reservas forestales y del bosque alto andino del Distrito Capital.

Hace menos de un año, en octubre del 2016, en pleno conflicto armado, cayó la última nevada a unos 3.200 metros sobre el nivel del mar. La nieve cubrió campos, bosques y caminos sembrados de minas antipersonales que conducen hacia la Orinoquia. Estos campos minados aún no han sido eliminados en su totalidad. Las fotos de la nevada de Octubre están en la memoria de celulares que reciben buena señal en los poblados de San Juan, Nazareth y Santa Rosa, entrada al páramo por Usme, antiguo poblado Muisca en dónde los arqueólogos ya han encontrado los primeros restos de alimentos y animales de origen amazónico en una necrópolis aun sin estudiar.

Las nevadas del Sumapaz que forman parte de la cultura climática local cayeron en los años 1950 de forma regular a finales de junio para las fiestas de San Pedro y San Pablo. Es sorprendente imaginar este espectáculo invernal en las goteras de Bogotá rural. Sin embargo, ya se sienten los impactos socio-ambientales que dejan la guerra y el cambio climático en Sumapaz. Comentan campesinos mayores que las nevadas han variado en el tiempo y han disminuido su intensidad. Como el clima, las tensiones entre tropas del Ejército y campesinos del páramo se van transformando con la salida de las FARC y con la presencia frecuente de entidades del Estado.

Los distintos actores reconocen haber cometido errores en el manejo ambiental del páramo: los soldados del Ejército estando en la ofensiva, talaron indiscriminadamente frailejones para construir campamentos, arrojaron basura dejando pilas, empaques plásticos y restos de comida en suelos y humedales. La reacción de los campesinos ante estas faltas, reaccionaron generando tensiones contra el Ejército.

Hoy se evidencia un cambio de actitud: El comandante del Batallón de Alta Montaña, Coronel Edgar Riveiro comenta que la tropa ya no está en la ofensiva y quiere enmendar los daños causados a la naturaleza. Reconoce la labor educativa a las tropas por parte de la Corporación Autónoma Regional CAR. Los resultados de esta cooperación se pueden evaluar en el corto plazo.

Queda también la memoria de Jaime Garzón en las nevadas del Sumapaz. Garzón fue Alcalde local durante 4 años, en pleno conflicto armado. En ese momento, la labor conjunta de inteligencia del Ejército, del extinto DAS y de los paramilitares, facilitó el asesinato de Garzón y de muchos líderes campesinos y de la Unión Patriótica en Bogotá y otras ciudades del país.

En lo que corre del 2017 se ha iniciado una nueva etapa de concertación entre actores sociales institucionales y ciudadanía para enmendar errores cometidos en el pasado. Es hora de destacar ejemplos valiosos como el plan de reforestación de frailejones, impulsado por el Batallón de Alta Montaña, en asocio con Parques Nacionales y su director regional Carlos Lora, con la CAR bajo la dirección de Néstor Franco y otras entidades del Departamento de Cundinamarca y Bogotá. Iniciativas como reforestar con plántulas de frailejones en zonas degradadas de forma concertadas con las comunidades, debe generar nuevas dinámicas de trabajo participativo e interinstitucional. En otras palabras, pone en marcha el Desarrollo Rural Integral negociado en el Acuerdo de la Habana en el Sumapaz.

El espacio de las mujeres campesinas se evidencia en el debate sobre el “ecoturismo”. Proponen que esta actividad nueva sea manejada por las mismas organizaciones locales. El sindicato de trabajadores agrícolas, SINTRAPAZ, presidido por Misael Baquero, con gran capacidad de convocatoria, debate prioridades socio-ambientales para beneficiar las familias campesinas. Ellas y ellos ya tienen en marcha muy buenos ejemplos para hacer que los jóvenes regresen a trabajar el campo y que estos se puedan replicar en otros complejos de páramo del país.
@margamiel

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