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Conspiración

Lo que estos personajes llaman conspiración y complot es más bien la expresión espontánea de cientos o miles de ciudadanos

Semana
21 de marzo de 2004

El primero en poner de moda esta palabra fue Ernesto Samper durante el proceso 8.000, cuando inventó que había una conspiración para tumbarlo (de la cual haría incluso parte esta servidora). Al final fue claro que la 'conspiración' se reducía a la indignación de millones de personas que habían descubierto que la campaña Samper les había vendido la presidencia a los hermanos Rodríguez Orejuela.

Diez años después ha regresado el concepto de conspiración a la política. Varios personajes actuales de la vida pública han introducido la palabra en su vocabulario para afirmar que está en desarrollo un complot para acabar con ellos.

Por ejemplo, cualquiera que se acerque por estos días al alcalde Luis Eduardo Garzón oirá de su propia boca que hay una conspiración en su contra, que tendría tres fases: la banalización de su imagen, enseguida su izquierdización y por último, su destrucción.

Como estamos en la primera etapa, supuestamente la acusación de que Garzón se la pasa en cocteles es la inauguración del complot. Incluso se acusa a algún medio de estar buscando desesperadamente una foto de archivo de Luis Eduardo tomando whisky para publicarla cada vez que se pueda.

La teoría es que las fuerzas del establecimiento han montado esta conspiración para impedir el avance de la izquierda, y que a la cabeza del complot estaría el peñalosismo.

Lo curioso es que Peñalosa está pensando exactamente lo mismo, pero al revés. Que hay una conspiración en su contra, de la cual harían parte, cómo no, Luis Eduardo, Navarro, Petro y hasta Germán Vargas. Y que por eso, y de forma concertada bajo la conspiración, se preparan dos debates en el Congreso para que él responda qué pasó en el Transmilenio y de quién es la culpa de que varios de sus tramos hayan sido construidos con relleno fluido (arena, cemento y agua) y no con concreto asfáltico (cemento, arena y grava). Ah: y por qué no se le hicieron desagües a la ruta de la autopista, cuando un desagüe es algo tan elemental, que hasta a la Vía Apia se los construyeron cuando la ingeniería apenas comenzaba a inventarse.

Yo misma he sido acusada de estar apoyando una especie de conspiración contra Noemí Sanín, porque en un intento por ponderarla a ella y al embajador en Italia, Valencia Cossio, como excelentes embajadores -se lo merecen: los intereses colombianos están en las mejores manos- dije que Noemí se la pasaba en fútbol con el rey para ilustrar que se mueve mucho y a muy altos niveles. Espero que Fabio Valencia no crea que he armado una conspiración en su contra cuando digo que hasta sería capaz de embolarle los zapatos a Silvia Tcherassi en Milán, para ilustrar que este embajador está dispuesto a hacer lo que sea para sacar adelante su gestión diplomática.

Hasta el Palacio presidencial ha llegado esta sensibilidad de piel. Allá creen que entre el Presidente y los colombianos que lo adoran hay una clase dirigente armando una conspiración para evitar que lo reelijan. Si esta mentalidad de búnker se construye a los dos años de gobierno, en el colmo de la popularidad, ¿cómo será el tamaño de la conspiración cuando el Presidente lleve siete años de gobierno con el sol a las espaldas?

Lo que estos personajes no ven es que lo que llaman conspiración, un complot organizado cuidadosamente por mentalidades maquiavélicas, es más bien la expresión espontánea de cientos de ciudadanos que en el caso del Alcalde están preocupados de que esté desmontando todo lo que funcionaba en las administraciones anteriores.

Y que en el caso de Peñalosa observan con asombro cómo la obra cúspide de Bogotá, su querido Transmilenio, está semidestruido y gravemente amenazado por unas muy delicadas equivocaciones de ingeniería de suelos.

Y que en el caso del Presidente hay millones de colombianos que lo adoran pero que no creen en las bondades de su reelección.

Pa qué, como dicen, pero Horacio Serpa es el ejemplo contrario. Cuando podría estar alegando la existencia de conspiraciones que impidieron su llegada al poder y continuarán impidiéndosela, nunca se le ha escuchado palabra semejante a conspiración o complot en su argot político.

Por eso, en lugar de ver tantos fantasmas, Luis Eduardo más bien debería dedicarse a demostrar que él no es un demoledor profesional, Peñalosa debería regresar al país a ponerle la cara al escándalo del Transmilenio, Noemí debería traerse el rey a visitar a Colombia y el Presidente debería renunciar al embeleco de su reelección.

Es la manera más fácil como cada uno puede desbaratar la conspiración que alega se ha armado en su contra.



ENTRETANTO. Felizómetro: ¿Habrá alguien más feliz por estos días que Ernesto y Daniel Samper con la derrota de Aznar? ¿O que Sabas hablando por los medios un día sí y al otro también? ¿O que Fabio Valencia de cavaliere de la moda? ¿O que Wolmar, el defensor del Pueblo, con su reelección? ¿O que Fernando Londoño hablando con 'Mario' en su columna de El Tiempo? (A propósito: ¿alguien ha entendido quién es Mario?).

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