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Construir país

La democracia no puede mancillarse sino debe ser defendida; es la tarea de todos los colombianos.

5 de junio de 2023

Un compañero muy estimado manifestaba con frecuencia: “Tienes toda la razón, pero no me sacas de mi error”. Esta parece ser el eslogan que acompaña al gobierno frente a sus intenciones de producir cambios en las normas vigentes, lo que a todas luces se observa serán nefastos para la economía, para el empleo, para la salud y la vejez de los colombianos. El Jefe de Gobierno insiste en forzar e intimidar a la opinión pública y a los congresistas para que acepten lo que su ideología política le ha establecido como objetivo de su mandato, claro está, sin que le importe el resultado final; no escucha los razonamientos lógicos que le muestran sus equivocaciones.

No hay nada más peligroso que los fanatismos y peor cuando estos van mezclados con la política. Nunca se había tenido un Jefe de Gobierno que en forma irresponsable incite a la población para que se manifiesten en las calles brindando apoyo a sus pretensiones, actitudes que pueden terminar en vandalismo, bandidaje, violación a los derechos humanos, daños a la infraestructura pública y privada, inclusive podremos vernos enfrentados a una situación similar al 9 de abril de 1948.

Para cualquier observador nacional o internacional es fácil interpretar estas actuaciones como la búsqueda de un estallido social que le permita atornillarse en el poder por largo período; parece que se le ha olvidado que ya no está liderando la oposición, sino que él es quien debe dirigir la embarcación con precaución, con conocimiento y con solvencia moral para que esta no se destroce contra los arrecifes del camino.

Las alianzas políticas del gobierno se están desintegrando, así como se debilita su poder en el Congreso, mientras que lo más granado de la sociedad petrista está de capa caída pues sus alfiles han sido sacados del tablero de juego por diversas causas, inclusive hasta el escándalo público rodea no solo al entorno familiar del jefe, sino también ha tocado su medio ambiente político por temas que posiblemente puedan ser enmarcados dentro de un ambiente de corrupción, problemas que languidecen aún más la gerencia del estado, pues estos entuertos están distrayendo de sus principales funciones a quienes deben asesorar y a quienes deben tomar decisiones.

Las sesiones del Congreso están a punto de finalizar durante el presente período y las funestas reformas que propone el gobierno deben estar a punto de ser aprobadas a pupitrazo limpio, lo cual implica que la maquinaria de la mermelada y el clientelismo debe estar caminando a marchas forzadas, para infortunio de los colombianos. El precio de los combustibles está llegando a un nivel tan alto que es muy difícil soportarlo por quienes no tienen gran capacidad económica y ven afectado su trabajo diario e inclusive hasta su subsistencia, pues esto perjudica hasta en lo más mínimo la vida de los colombianos y no se observa a nadie que se pronuncie en contra de estas desafortunadas decisiones.

Algunos sindicatos de tendencia izquierdista saldrán a las manifestaciones que está promoviendo el jefe de gobierno, dejándose utilizar políticamente y perdiendo su identidad y objetividad; estas organizaciones deberían estar defendiendo los intereses de los ciudadanos y de las empresas en las cuales laboran, pues esto afectará aún más nuestras libertades y la prosperidad del pueblo colombiano. Posiblemente muchos de ellos están ciegos o alienados por sus dirigentes que en muchos casos los obligan a estar presentes en estas marchas; que tristeza que sean manoseados ideológicamente. Afortunadamente otros sindicatos de trabajadores mucho más sensatos ya se han pronunciado en contra del llamado a las huestes políticas del pacto progresista.

Estamos frente a un cambio histórico en el campo político colombiano; por primera vez ha llegado al gobierno un militante de ideologías socialistas que desea pasar por encima del imperio de la ley y que quiere conducir el país en forma similar a las monarquías absolutistas del siglo XVIII, colocando en peligro la democracia, la cual bien o mal, con sus defectos y virtudes, nos cobija desde hace más de 200 años.

Algunas manifestaciones del jefe de gobierno nos hacen reflexionar sobre la suerte futura del país, pues parece que desea quedarse en el poder por muchos años, según lo manifiesta en algunos de sus discursos. ¿Que quedará de Colombia después de haber sufrido con este experimento de izquierda? ¿Sera que Colombia resiste estos embates que dejan hambre, tristeza y resentimientos?

Es importante hacer notar a los políticos y a los conciudadanos que sobre las cenizas de un país no se puede construir un imperio, que antes de incendiar es imperativo raciocinar, que es preferible construir en lugar de destruir, que cuando se elige a un gobierno es para que dirija, administre y busque un mejor futuro para los asociados, pues este no fue elegido para acabar o dar al traste con lo poco que se tiene.

Gobernar no es fácil e inclusive, gobernar bien es una tarea titánica para quien está preparado para ello. Improvisar y actuar erráticamente hace que se pierda la confianza en el gobierno y ello lleva a la ruina a cualquier estado.

La democracia no puede mancillarse sino debe ser defendida; es la tarea de todos los colombianos.