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La consulta que resulta

El domingo no habrá transporte, no habrá lechona, no habrán camisetas ni gorras, ni pregoneros, ni parafernalia.

Julia Londoño, Julia Londoño
23 de agosto de 2018

El próximo domingo sabremos el tamaño de la sociedad civil en Colombia. La democracia requiere instituciones, procedimientos… y ciudadanos. La ciudadanía existe cuando los miembros de una sociedad son capaces de ejercer sus derechos y responsabilidades. Lamentablemente, por diversas razones, los colombianos tenemos una capacidad limitada para ejercer nuestros derechos políticos y en particular el derecho al voto, por esto Colombia es uno de los países con más alta tasa de abstención electoral en el mundo.

Por primera vez tenemos la oportunidad de acudir a las urnas con el fin de manifestarnos contra la corrupción, que es uno de los peores males de nuestra democracia aunque enfrentamos el gran reto de conseguir un umbral casi imposible. Por eso quienes defienden los intereses del estatus quo andan haciendo campaña para que la gente no vaya a votar, en lugar de dar un debate leal sobre lo que no les gusta de la consulta. Si el voto fuese obligatorio la situación sería muy distinta. No cabe duda que quienes se tomen el trabajo de ir a los puestos de votación lo harán mayoritariamente para apoyar el contenido de las 7 preguntas de la consulta. El desafío del domingo es conseguir que esa gigantesca indignación que sentimos los colombianos contra quienes se roban nuestros recursos se transforme en una acción decidida de los ciudadanos.

Los resultados de la consulta se miden en dos niveles. Por un lado, el efecto político del mensaje que implica una votación masiva de rechazo a la corrupción y por el otro, el efecto jurídico que genera cada punto al ordenar al congreso legislar sobre la materia. El resultado de la consulta es un mandato político, no un mandato jurídico. El Congreso tendrá la posibilidad de configurar la voluntad de los ciudadanos plasmando en leyes -de la manera más leal posible con el sentido del mandato- las precisiones, ajustes y desarrollo que requiere materializar cada uno de los puntos de la consulta.

Algunos, de buena fe, por ejemplo, han dicho que votarán No al punto 1 de la consulta porque lo consideran inconstitucional. Esta aproximación es equivocada. La pregunta no es si consideramos constitucional reducir los salarios de los congresistas, sino sobre si estamos de acuerdo con ese mandato o no. La consulta no es un test para ver que tanto saben los ciudadanos de derecho constitucional. Lo que el ciudadano expresa es una decisión política. Las implicaciones de la pregunta 1 en particular han resultado tremendamente polémicas, con buenas razones para votarla a favor o en contra, pero lo que es inevitable es que si la pregunta alcanza el umbral se debe abrir un debate sobre toda la estructura salarial de los funcionarios del Estado. Y de eso se trata justamente.

En el año 1991 se decidió atar la remuneración de los magistrados a la de los congresistas para reivindicar la justicia y garantizar que los jueces no tuvieran un tratamiento salarial de segunda. Esa norma, llena de buenas intenciones, ha generado una casta de funcionarios que se benefician mutuamente de unos salarios exorbitantes comparados con lo que reciben los colombianos del común. Y lo peor es que en el caso de los congresistas, muchos ni siquiera asisten a las sesiones que es lo mínimo que deben hacer para cumplir con sus obligaciones. Y en el caso de los magistrados en muchos casos su trabajo es cada vez más lento e ineficiente. Justicia tardía es justicia inexistente.

Yo votaré sí a todos los puntos de la consulta, y votaré el punto 1 para que abramos un debate serio sobre las escalas salariales, los beneficios no salariales (carros, escoltas, etc) que recibe una élite de privilegiados en el país, que ni siquiera cumple con eficacia sus funciones.

El domingo no habrá transporte, no habrá lechona, no habrán camisetas ni gorras, ni pregoneros, ni parafernalia. Sólo ciudadanos conscientes de sus obligaciones en democracia y con la oportunidad histórica de transformar su indignación en acción. Espero que usted, amigo lector, nos acompañe en ese grupo.