Home

Opinión

Artículo

Columna de opinión Marc Eichmann

OPINIÓN

Contra el dólar en las nubes, poca imaginación

El escenario de una alta inflación y devaluación en Colombia tiene como reversa la disciplina fiscal.

12 de julio de 2022

La reciente devaluación del peso, que solo puede ser explicada en un 30 % por la situación económica global, tiene a muchos pensando con respecto a su patrimonio. A manera de ejemplo, para un empleado con cargo medio en una empresa, sea una publicista, un contador, un vendedor o un psicólogo, sus probabilidades de llevar a su hija de cinco años a conocer el ratón Mickey a la Florida cambiaron radicalmente.

Primero, con el incremento de los precios del petróleo los tiquetes aéreos han subido alrededor del 25 % en el último año. Prepandemia un tiquete aéreo a la Florida, que se podía conseguir en USD 250, hoy ronda por los USD 450, eso sin tener en cuenta el efecto de la devaluación. Moverse en Estados Unidos también es más costoso, las tarifas de alquiler de carro que rondaban por los USD 30 diarios hoy se duplicaron, en gran parte por el impacto que tuvo la quiebra de la empresa más grande del sector, HERTZ. En el último año las tarifas de alquiler crecieron 25 % en dólares. Dormir también es más costoso. El precio promedio de una habitación de hotel en Estados Unidos creció 37 % el último año, impulsado por la necesidad de viajar de quienes estuvieron encerrados por casi dos años.

Por el lado de la devaluación, el dólar, que rondaba entre COP 3300 y COP 3800, ya se cotiza en más de COP 4500, una devaluación de más de 25 %. Juntando los dos efectos, la pérdida de poder adquisitivo, medido por el índice “visite a Mickey” recién inventado en esta columna, es de más de una tercera parte: donde iban tres ahora solo pueden ir dos… al papá le tocó quedarse en casa.

Fuera del ejemplo de la ida a Disney, la devaluación tiene un impacto significativo en el bolsillo de los colombianos. Gran parte de los granos que se consumen en el país son importados, y si, como argumento, se aboga por la producción agropecuaria nacional, los precios de la gasolina, de la mayoría de las partes de los camiones que transportan los alimentos y de la maquinaria que se necesita para hacer y mantener las vías, los fertilizantes, la gasolina, están denominados en dólares y suben los costos de producir la comida.

Así mismo Colombia no produce los telares con que se fabrican las telas, ni las máquinas con las que se elabora el vestuario y las tintas son importadas. La inflación también golpeará el vestir. El periódico que se imprime cada día necesita papel que se trae de afuera y los repuestos de los trenes de impresión se importan desde el extranjero.

Como la comida, la ropa, el periódico y otros insumos suben de precio con la depreciación del peso, aquellos que prestan servicios como de domicilio, peluquería, consultoría y otros también tendrán que incrementar sus tarifas para poder comer, vestirse y leer, así no sea necesariamente en la misma proporción. Por eso, el Banco de la República decidió este mes hacer el incremento más alto en la historia de las tasa de interés, de 150 puntos básicos, equivalentes a 1.5 %, lo cual incrementará la cuota de las tarjetas de crédito y la de los nuevos créditos hipotecarios, subiendo por lo tanto los alquileres.

Este escenario ya no futurista, sino real, se encuentra a la vuelta de la esquina. La intensidad del fenómeno inflacionario dependerá de un solo colombiano, el presidente Gustavo Petro. Si el nuevo gobierno no contiene su gasto, independientemente de lo que recaude, y no aprovecha todas las oportunidades que tiene el país de generar divisas, las consecuencias serán de más inflación y por lo tanto menos bienestar para todos.

Las medidas correctas que contendrían la difícil situación del país pasan por seguir exportando petróleo, ferroníquel, oro y carbón, y, sobre todo, no lanzarse en programas imaginativos que desbalanceen las finanzas del país. Chévere el tren elevado de Barranquilla a Buenaventura, pero no hay con que, chévere regalar billete a diestra y siniestra en forma de subsidios a los estudiantes y pensiones a los ancianos, pero no hay cómo, elegante pagarles a los mineros por extraer el carbón y no utilizarlo, pero el palo no está para cucharas.

El riesgo que tiene el gobierno Petro al no ser sensato con el gasto público es que no hay suficientes recursos para tener a todo el mundo contento. Por cada estudiante que reciba un subsidio habrá cinco jóvenes que no reciben nada, por cada anciano al que le asignan una pensión habrá cinco colombianos con dificultades para comer tres veces al día. La calle, hoy fiel a quienes apoyaron las manifestaciones contra el gobierno actual, puede voltearse si el gobierno no mantiene la disciplina fiscal.

Desde esta columna urgimos a aquellos miembros del gabinete con sentido social que entiendan la situación de la economía mundial. No se trata de una posición política sino de realidades económicas. Y como siempre, la que paga si se persiste en desafiar la eficiencia en el uso de los recursos del Estado, es la clase más golpeada, a quien la inflación se le come su poder adquisitivo.

Noticias Destacadas