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CONTRADICCIONES

Semana
5 de enero de 1998

La cantidad de elementos contradictorios de varios de los episodios más importantes de la semana pasada fueron una rara característica que ilustra mucho el funcionamiento de un país bastante desquiciado. Esta coincidencia se presenta en situaciones que no tienen nada que ver entre sí: la entrevista de la primera dama a SEMANA, la arremetida paramilitar de los últimos tiempos y la decisión de hacer una ley para descongestionar las cárceles. La muerte azota al país como pocas veces antes, y con unas dosis de barbarie que sorprenden incluso a los propios colombianos, ya curtidos como los que más en las lides atroces de la muerte. El aniquilamiento salvaje de campesinos paupérrimos en las recientes arremetidas paramilitares tienen que significar algo que vaya más allá de sola estrategia de atacar zonas con presencia tradicional de la guerrilla. Se podría pensar que se está dando la paradoja de que este nuevo baño de sangre es la muestra de que hay un proceso de paz fuerte en camino. Es evidente que la presión internacional le está calando, a la fuerza, a quienes se ha dado en llamar, en forma demasiado elegante, los actores del conflicto. Y también lo es que hay demasiados sectores empujando un proceso de diálogo como para que no se vaya a llevar a cabo muy pronto. El proyecto de ley que se está cocinando en el Congreso, mediante el cual se busca darle categoría de delincuentes políticos a las fuerzas irregulares que tengan un efectivo control territorial, va a ser otro elemento de presión muy contundente para meter a los alzados en armas por el embudo de la paz. Pero esa inevitabilidad del diálogo ha conducido a los violentos a desplegar todas sus habilidades asesinas para llegar a esa negociación en una posición de fuerza. No hay que olvidar que buena parte de los acuerdos de paz llevan a la legitimación política de muchos de los territorios ganados antes a punta de bala. Otra de las contradicciones de los últimos días es la de la ley que busca (dicen) descongestionar las cárceles del país. Para cualquier persona es claro que el hacinamiento carcelario es un problema que requiere solución urgente. Pero cualquiera diría también que la mejor forma de hacerlo es construyendo nuevas cárceles. Pero no. En una decisión insólita, el gobierno y el Congreso resolvieron eliminar un mal con otro, ordenando una rebaja general de penas. Es decir, mediante el truco de resolver su inoperancia administrativa en el manejo del sistema carcelario a través de la renuncia a la obligación del Estado de castigar a sus delincuentes. Tal decisión ha llevado a muchos suspicaces a ver en esto un acto de favorecimiento a los políticos que están presos como resultado del proceso 8.000, con lo cual se enrarece un ambiente de por sí bastante cargado. Y la última contradicción está en la excelente entrevista de la primera dama, Jacquin de Samper, en la pasada edición de SEMANA. Cualquier observador imparcial diría que a la persona en el país que menos le conviene despertar el león dormido del 8.000 es al presidente Samper.Esa y otras pasiones que estaban en relativo reposo se alborotaron de repente, unas en forma de comunicado, otras de comentarios de prensa y otras _ya se verá_ de demandas judiciales, a raíz de la mencionada entrevista. Y con esto volvemos a la cálida temperatura de hace un año y medio, muy apropiada para que se bronceen (o de pronto se quemen) algunos colombianos en esta temporada de vacaciones. Es difícil imaginar que la decisión de sacarse semejante cantidad de clavos, y en la de hacerlo justo a través de lo que el gobierno considera un medio hostil, como SEMANA, no haya sido el resultado de una discusión gubernamental. Por eso habría que pensar que las reacciones encontradas, todas previsibles, son el producto de lo que el presidente Samper quería provocar. Pero lo más difícil de analizar es cuál es la lógica que puede haber detrás de una estrategia que busca, en plena efervescencia electoral, alborotar el tema de la financiación de la campaña por los narcos y de la cercanía del candidato Horacio Serpa en los afectos de la casa de gobierno.