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CONVERSACIONES EN MAGUNCIA

Antonio Caballero
10 de agosto de 1998

Me escribieron los obispos alemanes invitándome, en su nombre, en el del ELN y en el del Comité Nacional de Paz, a una reunión en Maguncia para discutir sobre la paz en Colombia. Les di las gracias, diciéndoles que no iba. Se lo explicaba así: "Siempre he considerado indispensables _aunque no suficientes_las conversaciones entre los participantes en un conflicto como el de Colombia, si es que se pretende resolverlo. Cuanto más amplias, mejor. Pero creo que en ellas deben tomar parte precisamente lo que en la 'Declaración de Mainz' llaman ustedes 'distintos sectores de la sociedad'. O sea, gente que represente a alguien. Y yo no represento a nadie. Ni a una guerrilla, ni a un gobierno, ni a un partido, ni a una iglesia."No es que no tenga opinión, sino que la tengo propia. Y tengo además la suerte de que _en razón de mi oficio de 'periodista de opinión'_ mi opinión se publica en los periódicos. Lo cual no significa sin embargo, ni mucho menos, que represente la opinión de esos periódicos; y ni siquiera la opinión de mis lectores, que a veces la comparten y a veces no, pero a quienes espero que les pueda servir de uno, entre varios, puntos de referencia. Y creo en consecuencia que mi función es esa: la de opinar en público, y no la de participar en coloquios a puerta cerrada, por ancha que sea esa puerta. Temo que eso me privaría de algo tan necesario para lograr la paz en el conflicto colombiano como es la posibilidad de opinar en campo abierto."Ahora: les deseo a los participantes en la reunión la mejor de las suertes, y de ellos espero la mejor de las voluntades. Porque si es cierto que en Colombia hemos tenido mala suerte, más verdad todavía es que hemos tenido peor voluntad".Eso les dije, respetuosamente, a los bondadosos obispos alemanes: que yo no soy obispo, ni guerrillero, ni enviado del gobierno, sino sencillamente una persona que, por no ser nada de eso, tiene libertad para opinar. Es decir (para poner un ejemplo práctico): libertad para no tener que suscribir boberías sin consecuencia como la que firmaron en la 'Declaración de Mainz' el ELN, el Comité Nacional de Paz y los obispos 'facilitadores' de Colombia y de Alemania. Boberías sin consecuencia como esa de que "nuestro propósito común al abordar este proceso es el de ayudar a construir una unidad nacional que permita la consolidación de escenarios democráticos propicios, basados en la justicia social, el respeto a la diversidad y el desarrollo integral del pueblo colombiano". ¿Ah? ¿Qué tal? ¿Qué quiere decir, en la práctica, "escenario democrático propicio", para poner un solo ejemplo? ¿Qué quiere decir "escenario", qué quiere decir "democrático", y, sobre todo, qué quiere decir "propicio"? Y no entremos ya en lo de "desarrollo integral", porque eso no es capaz de explicarlo ni siquiera el jefe de imagen del presidente electo Andrés Pastrana.No, no: yo no participo en eso, justamente porque me parece importante que alguien, aunque sea sólo yo, guarde la libertad para opinar sobre eso.Comprendo, sin embargo, los argumentos que se pueden esgrimir contra esta posición mía, que debe de ser también (o eso espero) la de muchos. ¿Que no quiero mojarme? Claro está que a no mojarse cualquiera tiene derecho, pero no es esa mi pretensión: quiero mojarme sólo con mis propios pies, y no con los de un obispo, por muy alemán que sea. ¿Que una opinión 'independiente', o sea, que no quiere representar a nadie _ni a una iglesia, ni a un gobierno, ni a una guerrilla, ni a una Federación Nacional de Comerciantes_, carece de importancia? Pues sí: como les parezca. Pero es esa libertad del parecer la que, precisamente, a mí me parece necesaria. O por lo menos "propicia", para decirlo en los términos de la Declaración de Mainz. Sin ella, estaremos siempre en manos de los dueños de la violencia: la guerrilla, el gobierno, la iglesia, la federación de comerciantes. Y otros más, que no firman, pero que están ahí detrás: los narcotraficantes, el gobierno de Estados Unidos, los dueños del país.Resumo todo esto: para participar hay que decidirse a estar por fuera.

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