Home

Opinión

Artículo

Cosas que uno sí entiende

Ningún presidente de Colombia es un “abanderado antimonopolios” porque todos le deben favores a los monopolios

Antonio Caballero
1 de octubre de 2001

Renuncia —es un decir: lo destituyen— el superintendente de Industria y Comercio Emilio José Archila por haberse atrevido a considerar que la proyectada fusión de Avianca y Aces iba a desembocar en un monopolio del transporte aéreo. Avianca, que es la aerolínea de Julio Mario Santo Domingo, y Aces, que es la aerolínea de la Federación de Cafeteros: los dos grupos

económicos más influyentes del país. El Tiempo —otro que tal baila— informa que Archila renunció —o fue destituido— cuando, “paradójicamente”, se bajaba de un avión de Avianca. Paradójicamente no: naturalmente, casi inevitablemente. ¿De dónde iba a bajarse, si no? ¿De un avión de Aces? Cualquiera que viaje por avión en Colombia (salvo que vaya a la zona del Caguán de las Farc, a donde sólo se puede volar, ahí sí paradójicamente, en Satena, la aerolínea de las Fuerzas Armadas) tiene que hacerlo en un avión de Aces, o en un avión de Avianca (o, si el que viaja es el propio Julio Mario, en su avión privado y propio). Precisamente en eso consiste el monopolio.

Le pregunta El Tiempo al ya ex superintendente Archila cómo interpreta su destitución, dado que el presidente Andrés Pastrana había sido —o eso cree El Tiempo—“un abanderado antimonopolios”. Y responde Archila: “Son cosas que uno no entiende”.

Discrepo. Uno sí entiende.

Ningún presidente de Colombia es un “abanderado antimonopolios” por la sencilla razón de que todos les deben favores a los monopolios. Si no fuera por ellos no serían presidentes, y si son presidentes es con el objetivo casi único de pagarles los favores con creces. Así lo han hecho todos, sin excepción, por lo menos desde Pastrana padre. Quizás el último presidente de Colombia que se atrevió a negarle algo a Julio Mario Santo Domingo fue Carlos Lleras Restrepo, cuando se autodesignó apoderado de los pequeños accionistas de Bavaria frente a la voracidad del magnate; y perdió (y con él perdieron los pequeños accionistas). Los demás han sido como alfombras, desde Pastrana padre hasta Pastrana hijo. Subsidios, exenciones de impuestos, regalos a porfía. ¿Recuerdan que Samper, cuando lo iban a tumbar, se ganó el precioso apoyo de Julio Mario a cambio de la eliminación del IVA sobre las tapas de las botellas de cerveza? ¿Han olvidado que Barco, a quien ni siquiera iban a tumbar, y que era considerado (y se consideraba a sí mismo) un “hombre de carácter”, destituyó en 24 horas a una valiente o insensata superintendente de Control de Cambios que osó ponerle a Santo Domingo una modesta multa por exportación ilegal de divisas? ¿Y que anuló la multa, y que además pidió perdón?

Pero no es porque sea Julio Mario: es porque ellos son presidentes. Y los presidentes de Colombia se distinguen por carecer por completo de columna vertebral. Despiadados con los débiles, frente a los poderosos son, ya digo, como alfombras de limpiarse los zapatos. Casi el mismo día en que Pastrana se doblegaba ante Santo Domingo en el asunto de Archila estaba arrodillándose también ante la DEA norteamericana en el asunto de la extradición de Fabio Ochoa. No importó que se tratara de un desvergonzado montaje de la agencia antidrogas contra un narcotraficante retirado después de pagar su pena, pero de apellido famoso.

No importó que la justicia de los Estados Unidos haya mostrado en 20 casos que se pasa por la faja los términos de los tratados de extradición. Importaba solamente que la DEA es poderosa: lo que pide, sea lo que sea, Pastrana se lo da. ¿Por qué no va a sacrificar a Ochoa, que es un narco, si sacrifica a diario a las decenas de miles de campesinos cocaleros del Putumayo y del Guaviare? ¿Si sacrifica, en su criminal ‘guerra’ contra la droga, al país entero?

Alguien dirá que estoy tergiversando la realidad de las cosas. Que si el presidente Pastrana destituye al superintendente no es por proteger los intereses de un gran empresario monopolista, sino, por el contrario, por defender los intereses del país. Los de los miles de empleados de Avianca. Los de los millones de usuarios de Avianca. Los de los beneficiarios del prestigio de Avianca, que somos todos los colombianos.

¿De veras? Yo entiendo lo contrario (y creo que también el ex superintendente Archila, que dice que hay cosas que uno no entiende, lo entiende). La fusión con Aces no tiene otro propósito que el de lograr el monopolio de los cielos colombianos para que venga a comprarlo, recién salido del horno, algún operador extranjero. Subirán los precios y mermará el servicio para los usuarios. Se hará una reestructuración de empleo que echará a la calle a miles de personas. Desaparecerán las líneas internacionales con el nombre de Avianca y, con ellas, lo que queda de su prestigio. Y el dinero que cobren Santo Domingo y los Cafeteros por la operación de venta saldrá de inmediato del país (así tengan que caer tres o cuatro superintendentes más, de lo que sea). Tal vez todo eso evite la quiebra de Julio Mario, pero no impide la de nadie más. Y no veo por qué le va a importar a nadie la quiebra de Julio Mario si a Julio Mario no le ha importado nunca la quiebra de nadie. n

Noticias Destacadas