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Venezuela, el estado crítico continúa

Colombia, un país históricamente cerrado a las migraciones, tiene la obligación de demostrar grandeza en estas circunstancias y no permitir el crecimiento de ningún tipo de manifestación xenófoba; ni más faltaba.

Ana María Ruiz Perea, Ana María Ruiz Perea
6 de agosto de 2017

Hoy el menú es Pabellón venezolano, le dijo el mesero de acento caribe al oficinista que en ese momento lograba un puesto en un corrientazo muy concurrido en el norte de Bogotá. ¿Qué trae eso? Preguntó. Frijoles caraota, arroz blanco, carne desmechada y plátano maduro, contestó el mesero. Ah, como la bandeja paisa, pero veneca, dijo sonriendo el comensal y el mesero le devolvió la sonrisa con gesto de Sí, tal cual.

Con el correr de los días cada vez hay más gente de Venezuela en todas las regiones de Colombia, abriéndose un lugar en todos los estratos, buscando trabajo en todos los sectores, en ciudades grandes y en municipios pobres. Llegan siguiendo en reversa las huellas de algún pariente lejano que era colombiano, buscando el abrigo de la familia de su pareja, escampando una tormenta que amenaza con huracán, intentando crear arraigos donde solo hay incertidumbre y expectativas.

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En los últimos años entraron a Colombia, y no volvieron a salir, más de un millón de venezolanos. La última oleada de migración fue a comienzos de este año, y las personas que recibieron al entrar un permiso temporal de estadía, ya se les está venciendo. Por ellos y los que gota a gota siguen llegando, la Oficina Nacional de Migración anunció la expedición de un Permiso Especial de Permanencia, para que los venezolanos que no quieren volver a su país, puedan permanecer aquí. En las primeras 24 horas de puesta del formulario en línea, 22 mil personas lo tramitaron.

Colombia, un país históricamente cerrado a las migraciones, tiene la obligación de demostrar grandeza en estas circunstancias y no permitir el crecimiento de ningún tipo de manifestación xenófoba; ni más faltaba. Hace 4 y 5 décadas, cuando los vecinos nadaban en petróleo y parecían un emirato, acogieron a millones de hombres y mujeres colombianas que se fueron para Venezuela buscando un mejor futuro.

Ahora las cosas son distintas. Cómo será lo mal que la están pasando, que aunque aquí no nadamos propiamente en la abundancia, una enorme cantidad de venezolanos quiere quedarse a vivir en Colombia. El Permiso Especial de Permanencia que expide la Cancillería, tendría que complementarse con medidas como un Sisbén humanitario y cupos solidarios de educación, organizar la atención básica más allá de los refugios fronterizos, a estos hermanos connacionales que tienen todo el derecho a buscar refugio y el mayor bienestar posible.

Cuesta trabajo entender que mientras vemos cómo brindar atención humanitaria a estas miles de personas venezolanas, algunos desde la izquierda colombiana defiendan la estocada final a la democracia que es la Constituyente de Maduro. Hay que ver cómo algunos políticos e intelectuales hacen maromas semánticas para defender lo indefendible, los mismos que escribieron los ensayos que definen y denuncian las características de las dictaduras, los crímenes y la centralización absoluta de poder, las imposiciones, las restricciones, y las obligaciones de adhesión a una forma única de pensamiento, hoy dicen de Venezuela que el régimen revolucionario ha llamado a una Constituyente “democrática, soberana y popular” a la que ellos, copartidarios, respaldan.

Vamos despacio. Democrática puede ser, pero a su manera; para el Socialismo del Siglo XXI la democracia es un medio para imponer su verdad desde el poder, pero no un fin para garantizar bienestar a la gente. Soberana sí será, absolutamente, porque los 545 constituyentistas (como llaman allá a los constituyentes elegidos) van a decidir y aprobar lo que se les venga en gana. Y popular, si popular es lo que quiere y le corresponde al pueblo, no sé entonces qué significa que más de un millón de venezolanos hayan cruzado la frontera y quieran quedarse en Colombia. Si ellos no son pueblo, camaradas bolivarianos, ¿qué vienen siendo? ¿“Efectos colaterales” del régimen? ¿Pitiyanquis contrarevolucionarios?

Ahora bien. Esa enfermedad de saberse poseídos por la única verdad, la padecen por igual el gobierno de Maduro, y la oposición beligerante. Allá nadie dialoga, nadie propone salidas negociadas, tienen como meta, unos y otros, acabar con el contrario. Representan la esencia de la polarización que se anula, que da como suma un cero, cada quien arriando su propia bandera ideológica, lejos de cualquier propósito común.

La Constituyente, si le concedemos el beneficio de la fe en su autonomía, podría terciar entre estos inamovibles excluyentes, pero no lo va a hacer porque es un gran coro monofónico elegido para profundizar en el estatismo ineficiente del régimen, recitando la fórmula del poder supremo con colorido lenguaje revolucionario.

Al menos por el momento, los 4 meses de protestas de la oposición y los 122 muertos en las calles, fracasaron; la Constituyente está sesionando, la crisis tiende a convertirse en permanente y por lo visto nada va a mejorar. Excepto, tal vez, los menús corrientes colombianos, que cada vez más alternan la bandeja paisa con el pabellón venezolano.

@anaruizpe

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