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El fariseismo de Petro y del Polo viajan en Transmilenio

Apoyan protestas y tomas del sistema por usuarios insatisfechos, satanizan el diésel y el cemento, las falencias del SITP y hacen fiesta -con cinismo y mala fe-sobre el caos que ellos mismos crearon

Germán Manga
9 de agosto de 2017

Fariseísmo, manipulación, perversidad. A eso suenan las constantes críticas y acciones de dirigentes y militantes del Polo Democrático y del exalcalde Gustavo Petro y sus seguidores contra Transmilenio y el Sistema Integrado de Transporte Público de Bogotá. 

La congestión y el desmedro del servicio en las troncales son obra del sabotaje que durante sus tres alcaldías ejerció la izquierda contra Transmilenio, pese a lo cual ahora apoyan las protestas y tomas del sistema por usuarios insatisfechos, satanizan el diésel y el cemento, las falencias del SITP y hacen fiesta -con cinismo y mala fe- sobre el caos que ellos mismos crearon.

El Polo Democrático y Gustavo Petro son los únicos culpables de que, a estas alturas, después de 17 años de haber entrado en funcionamiento, Transmilenio apenas tenga nueve portales y 134 estaciones.

Lo contraponen a un metro que nunca fueron capaces de hacer. Si hubieran respetado el plan y no hubieran detenido la construcción de nuevas troncales sobre los corredores principales, Bogotá tendría hoy un Transmilenio de calidad, con amplia cobertura y no la lucha diaria de dos millones de personas por acceder al pequeño segmento de 30% del total que está en funcionamiento -apenas 115 kilómetros de vía exclusiva sobre los 387 kilómetros proyectados-.

Por eso es una gran noticia que la administración de Enrique Peñalosa corrija ese exabrupto, ponga fin al sabotaje y active, sin dilaciones, la construcción de las 11 nuevas troncales que hacen falta.
Nadie entiende mejor que los propios ciudadanos, los beneficios y las transformaciones positivas que traerán a sus vidas la posibilidad de movilizarse en Transmilenio por la carrera séptima, por la avenida Boyacá, por la ciudad de Cali desde Bosa hasta la calle 170, por la Avenida Villavicencio, por la calle 100 entre Séptima y Suba, por la Caracas hasta Yomasa. Lamentablemente el enorme daño ocasionado por el Polo Democrático y por la administración de Petro no se puede corregir de la noche a la mañana y las obras indispensables para racionalizar el sistema tomarán no menos de 10 años.

El Sistema Integrado de Transporte Público (SITP) debería movilizar tres veces más pasajeros que Transmilenio, pero su funcionamiento ha sido calamitoso para las finanzas de la ciudad por corrupción y graves errores en su diseño y contratación, tema bajo escrutinio de la Fiscalía y acerca del cual ya se produjeron varias capturas. Petro le aportó su picante al plato con decisiones temerarias en materia de tarifas que ocasionan un déficit financiero cercano a un billón de pesos anuales.

Pero nada resume mejor la frivolidad, la feria de engaños y manipulaciones, de improvisación y de irresponsabilidad en que convirtieron Petro y el Polo el manejo del transporte público que la historia de la Troncal por la Carrera séptima, una obra crucial para descongestionar la ciudad.

La décima y la séptima fueron pensadas y diseñadas como una sola troncal para unir extremos norte y sur de Bogotá, lo que corregiría la congestión de la Troncal de la Caracas y aportaría urbanismo a la ciudad. Hoy basta bajarse en la estación del Museo Nacional para entender lo que se quiso hacer y lo que frenaron las malas decisiones del Polo y de Petro. Samuel Moreno enterró diseños y contrató en forma improvisada un “Transmilenio ligero” de su invención, que Petro a su vez enterró con cargo a un tranvía que no pasó de ser otro de sus delirios.

Es irresponsable alentar la quimera que el metro puede y debe sustituir al sistema de buses – el de Bogotá apenas lograría movilizar al 5% de la demanda-. Funcionan y se complementan en casi todas las grandes ciudades del mundo -Londres, Roma, Nueva York, México, Buenos Aires entre muchas otras-. La importancia del Transmilenio de la Séptima se deriva de la alta demanda en los dos sentidos de la vía. Contrario a lo que pregonan los heraldos negros del Polo y de Petro -que han convertido la obra en uno de sus objetivos de propaganda- no está llamada a deteriorar sino a mejorar el espacio público, a corregir los sectores deteriorados, a mejorar la estética y a disminuir el tráfico de vehículos en la vía.

Bogotá, como todas las grandes ciudades del mundo, tiene entre sus prioridades el aire limpio. Es indudable que una ciudad donde la mayoría de la gente se moviliza en transporte público tiene que buscar vehículos que contaminen menos, tarea en la cual están rezagados los operadores de Transmilenio. Por cierto, otro de los muchos estragos que ocasionan las inconsistencias e hipocresías del Polo y de Petro en el transporte masivo es que distraen el foco de los temas principales, como el de la propiedad, entregada por Peñalosa en año 2.000 al monopolio de las antiguas empresas de buses y cuya conducta de estos años con la ciudad debe ser objeto de evaluaciones y grandes rectificaciones.

Lamentablemente es un tema que no produce retuits ni titulares. Aquí de lo que hay que hablar es del mal servicio de Transmilenio, de los colados y de las congestiones, así uno mismo haya sido el que las ocasionó.

@germanmanga