Home

Opinión

Artículo

CUANDO "SALIMOS" DE CUBA

La izquierda colombiana se vino lanza en ristre contra el entonces presidente Turbay Ayala

Semana
3 de noviembre de 1986

El presidente Barco simplemente dijo que "todos los Estados de nuestro hemisferio, sin excepción alguna, deben formar parte de este organismo de naciones". Y todo el mundo interpretó que se estaba refiriendo a la necesidad de que Cuba ingresara al seno de la OEA, y de paso, que se restablecieran las relaciones diplomáticas de Colombia con Fidel Castro.
Más adelante el Presidente, en declaraciones a los periodistas en EE.UU. sobre este mismo tema, afirmó que "el gobierno colombiano no puede seguir estando en compañía de Stroessner y Pinochet, que son los únicos en América Latina que no tienen relaciones con Cuba". Y ahí sí que no podía haber duda. El gobierna del presidente Barco había dejado muy en claro que está dispuesto a acercarse todo lo que sea posible a Fidel Castro, para sanear una ruptura política a la que nos vimos abocados en su oportunidad, pero de la cual, según parece, no nos hemos beneficiado de ninguna manera en especial, ni perjudicado tampoco en particular.
Sin embargo, es esencia de la diplomacia que las relaciones entre los países sean fundamentalmente negociables. En el argot diplomático, no debe haber enfrentamiento que dure cien años ni frontera que lo resista. Eso significa que, por graves que hubieran sido las diferencias que precipitaron el rompimiento entre Cuba y Colombia, el futuro está abierto para cualquier replanteamiento diplomático. Desde continuar con las relaciones congeladas hasta, como parece ser la voluntad del presidente Barco, restablecerlas a corto plazo.
No sobra, para tener mejores elementos de juicio, recordar los orígenes de aquel enfrentamiento.
En 1981 se produjo el ingreso a Colombia de dos columnas guerrilleras fuertemente armadas por Chocó y Nariño, que fueron detectadas por el Ejército y capturados sus integrantes. Uno de ellos admitió, en una rueda de prensa, que habían sido entrenados en Cuba.
Aunque la izquierda colombiana se vino lanza en ristre contra el entonces presidente Turbay por su decisión de suspender relaciones diplomáticas con la isla, el asunto, mirado retrospectivamente no le dejaba más salida al Mandatario.
El transcurso del tiempo habría de darle la razón. Cuando en enero de 1983 viajó a Cuba un grupo de personalidades colombianas encabezadas por el ex presidente López Michelsen y el escritor García Márquez, Fidel Castro reconoció que había entrenado a los guerrilleros--los mismos que salieron rumbo a Cuba, en el desenlace del episodio de la Embajada dominicana--, pero negó que los hubiera armado o enviado específicamente a invadir a Colombia.
Explicó, así mismo, que esta decisión había surgido como consecuencia de la "maniobra" que hizo Colombia contra Cuba en el seno del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas cuando, a pesar de contar con muy pocas posibilidades, a diferencia de Cuba, que tenía muchas, mantuvo su candidatura durante más de 50 votaciones para impedir, "con la orquestación de los EE.UU.", que Cuba llegara al Consejo de Seguridad. "Era una maniobra tan ostensible, un bloqueo tan evidente, tan bochornoso, que nos obligó a interpretarlo prácticamente como un rompimiento", declaró a SEMANA de la época el vicepresidente de los consejos de Estado y ministros, Carlos Rafael Rodríguez.
Pero esta explicación era insuficiente para justificar que un país que mantenía relaciones diplomáticas con Colombia --que no había roto a pesar de haberse sentido agredido con el incidente de la ONU--, patrocinara una invasión a nuestro territorio por parte de un grupo de guerrilleros que tenían el propósito de derrocar al gobierno de turno.
Durante su mandato el presidente Betancur no se animó oficialmente a restablecer relaciones diplomáticas con Cuba.
Sin embargo, el canciller Ramírez Ocampo se entrevistó dos veces con Castro, y Belisario hablaba por telefono con Fidel en términos más amistosos y familiares que si hubieran estado en pleno apogeo las relaciones diplomáticas entre ambos países.
Es interesante recordar, también, que las declaraciones del presidente Barco sobre la OEA habían sido hechas casi con las mismas palabras por su antecesor, en un discurso pronunciado ante la Cátedra de las Américas en agosto de 1984, oportunidad en la que BB afirmó que la OEA "era el foro adecuado para que tuvieran acogida las opiniones de todos los países americanos".
Y que cuando en 1985, con ocasión de la reunión convocada por el gobierno de Colombia para estudiar la reforma de la carta de la OEA en Cartagena, El Tiempo tituló que "Colombia reabriría relaciones con Cuba", oponiéndose duramente a esta posibilidad.
En cambio, sobre la propuesta del presidente Barco, un editorial de El Tiempo de la semana pasada afirma que "nos parece que tiene razón". Este cambio de actitud ante el régimen de Fidel Castro sólo confirma que la diplomacia es eminentemente cambiante, y que si ayer no parecia conveniente reanudar relaciones con Cuba, hoy perfectamente puede parecer lo aconsejable. Lo que si pasa es que evidentemente habria sido más tranquilizador que en estos cinco años que han transcurrido desde que rompimos relaciones diplomáticas con Cuba, hubiera cambiado el gobierno que una vez patrocinó la invasión de nuestro país.