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Afrenta a Colombia en el entierro de la duquesa de Alba

Sucedido el deceso, representantes de Proexport intentaron en vano ingresar con un kilo de guamas y una mochila wayúu para que los deudos los metieran en el ataúd, como gesto de amistad entre los dos países.

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
29 de noviembre de 2014

Ningún medio de comunicación publicó el lamentable desplante de las autoridades españolas a los personajes colombianos que alquilaron vuelo chárter para despedir en persona a la duquesa de Alba hace una semana. Comprometida con la verdad, esta columna se apresta a divulgar lo sucedido.

La selecta delegación de notables criollos se había trasladado a Sevilla días antes de que la duquesa pasara a mejor vida, con la esperanza de saludarla personalmente.

En los alrededores de la clínica, Irma Sus de Pastrana rememoraba con cariño los momentos que compartió con doña Cayetana y el quirófano en que se conocieron, y un afectado José Galat se lamentaba por la suerte de quien llamaba “mi nieta putativa”: “Le enseñé a caminar, la alcé en mis piernas y hasta la defendí del duque de Osuna”, recordaba compungido.

En la fila de quienes pretendían ingresar al hospital, destacaban el maestro Gordillo, quien quería entregar un dibujo en carboncillo de la duquesa en biquini; Julia Salvi, que pensaba extenderle una invitación al festival de música clásica de Cartagena; Gloria Luz Gutiérrez, minimecenas del arte rolo, que soñaba con invitarla a una tertulia poética sobre la obra de Amparo Canal de Turbay; Mauricio Rodríguez, quien afirmaba ser portador de un mensaje del presidente que debía entregar en privado; Munir Falah (señora Patricia Tascón y cuñado Felipe Tascón), quien tenía la intención de ambientar ante la duquesa su postulación presidencial (“si apoyan mi nombre los doctores Santos y Uribe, contemplaré seriamente esa posibilidad”, escribió en la breve nota que pensaba leer a doña Cayetana sentado en los pies de su cama) y Amalín de Hazbún, quien llevaba una mantilla tricolor con unas peinetas compañeras para que la marquesa las luciera en la mortaja.

Pese a que ninguno consiguió verla, en el grupo no hubo desánimo. “No estamos en la clínica del Country –aseveró uno de los entrevistados, que pidió reserva de su nombre-: de lo contrario, nos habrían dejado entrar a Nora, los niños y yo”.

Sucedido el deceso, representantes de Proexport intentaron en vano ingresar a la sala de velación con un kilo de guamas y una mochila wayúu para que los deudos metieran en el ataúd de la difunta, como gesto de amistad entre los dos países. “Era una forma de homenajear a la duquesa por todo lo que ha hecho por la mujer colombiana”, lamentó Raimundo Angulo, quien presidía el comité.

De acuerdo con testimonios recogidos por este espacio, los incidentes surgieron cuando a los representantes colombianos no se les permitió el ingreso al sepelio.

Los primeros en llegar a la Catedral –antes, aun, de que la abrieran– fueron altos dignatarios de la vida política como Saulo Arboleda, José Blackburn y Alfonso Gómez Méndez quien, con la cruz de Boyacá colgada en la solapa, procuró infructuosamente ingresar para ver al féretro.

Yamid Amat Junior se hizo presente con una fila de platos de salva para lanzar en el minuto de silencio. Jorge Mattos y Gabriel Echevarría cargaban con los planos de un proyecto en Barú para presentarlos al empresariado español durante la extensa fila de la comunión. Vicky Turbay envió un dummy con su efigie para salir en las sociales del entierro sin necesidad de perderse los cocteles nacionales.

Arribaron hasta las rejas Gloria Saldarriaga, quien estrenaba una pava; Ricardo Pava, quien estrenaba frac. Rebeca y Rodrigo; Rodrigo y Valeria; Valeria y Manolo. Olga Pumarejo y Silvia Sáenz; Denise de Riascos y Nora Trujillo; Magda Egas y Deisy Cañón; Vladdo y Aleida. Adriana Bernal, quien tomaba por el codo al fotógrafo de sociales de Kienyke para dirigirlo de cerca; Gabriela Febres, quien llevó a los niños vallenatos para que cantaran El testamento en la homilía.

Pero todo fue en vano: la guardia real no permitió el ingreso de la comitiva colombiana y la Policía disolvió el grupo ante el primer amago de disturbio.

Las quejas de la delegación no se hicieron esperar. “Ofrecí congelarla, pero no me oyeron; hoy ofrezco revivirla, porque sé manejar ese tipo de biopolímeros, los ensayé en primates”, advirtió Manuel Elkin Patarroyo en el aeropuerto.

“Esta esa una grave afrenta y el gremio se va a pronunciar”, dijo un energúmeno Tulio Ángel. “Me hice este diseño de sonrisa para asistir y no me dejaron entrar: voy a demandarlos” amenazó Abelardo de la Espriella. “La quería conocer porque mi ‘look’ está inspirado en ella”, se lamentó María Eugenia Rey. “Interrumpí la luna de miel para venir al entierro y, no creas, duele que no te dejen entrar máxime cuando yo sí invité a la duquesa a mi boda en La Calera”, se quejó Kika Vargas. “Yo tenía un perrito igual a ella –comentó Ivana, ganadora de La Voz Kids- y también era un french poodle”.

En el vuelo de regreso, los destacados viajantes acordaron pedir al estilista Norberto que se dejara crecer el pelo para recrear con él las situaciones que no vivieron con la duquesa. Antes de que suceda, esta columna da a conocer la verdad con el fin de que la Cancillería colombiana haga respetar al país.

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