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Gustavo, by Petro: el nuevo perfume

Ser bogotano es ver cada dos años el render de un metro que nunca van a hacer. Pero reconozco que el de Petro es el sexto mejor render del mundo.

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
18 de octubre de 2014

Tan pronto como supe que en Cuba habían fabricado los perfumes ‘Ernesto’ y ‘Hugo’, inspirados en el Che Guevara y en el comandante Chávez, encargué dos frascos, no voy a engañar a nadie. Me veía a mí mismo exhalando un aroma inspirado en el mismísimo caudillo venezolano, y me ilusionaba. Ahora sí conquistaré al espécimen de izquierda, me decía fantasioso.

Ya no tendré que recitarles a Mario Benedetti ni decirles al oído, como si se me acabara de ocurrir, el fragmento Toco tu boca, de Cortázar. Oleré a prócer socialista. No habrá mujer de chal de lana que se me resista. Rozaré con mis labios el bozo de las camaradas que sucumban ante mi fragancia, victoria o muerte.

– Compañero, ¿qué perfume usa?

–Hugo, compañera.

–¿Hugo Boss? ¡Vaya gomelo!

–No, Hugo Chávez.

–Venga ese beso entonces, camarada.

Pero de eso tan bueno no dan tanto. Las autoridades cubanas desatendieron el clamor del mercado; de personas que, como yo, sueñan impregnar pañuelo y cuello con la húmeda esencia a monte, chicote y poco baño, que era, imagino, como olía el Che en la trinchera, y prohibieron su venta.

Así son en la isla. Ni siquiera se dignaron a preparar una fragancia de larga duración inspirada en Fidel, o al menos un jabón íntimo marca Evo, para que uno, como varón, se lo atomice en un ídem.

Abatido por la decisión de la dictadura cubana, vagué por las plazas vacías, con las manos en los bolsillos y la mirada clavada en el piso, mientras rumiaba, triste, esta nueva frustración.

Pero caminar por la Bogotá Humana es una aventura excitante que invita a la creatividad: súbitamente mis ojos se toparon con un hueco al que el doctor Petro, en un gran aporte a la movilidad, ordenó pintar de amarillo, y tuve una epifanía: y es que si se trata de elaborar perfumes inspirados en grandes líderes de izquierda, habría que sacar ya mismo uno del alcalde. Finalmente, Gustavo no es un hombre; es un pueblo. Y qué digo un pueblo: es una marca. Y un perfume basado en su humor –y digo humor en tanto naturaleza olfativa, ojo, no en tanto carácter jocoso– seguro tendría éxito. De por sí, el alcalde ya huele a rosas. A Rosas, Luis Fernando, quien fuera su camarada y secretario de Turismo. Y si uno toma un extracto de su ser –saliva que dispare en la mitad de una arenga, sudor de la boina– y lo macera con pétalos de jazmín, estaríamos ante un perfume revolucionario.

Y esa es la idea que traigo para el día de hoy: que alguna casa perfumera se anime a elaborar una colonia con las secreciones glandulares del alcalde Petro para que, quienes así lo deseemos, lo podamos llevar pegado en la piel. Imagino una fragancia floral, con suaves notas a lavanda. A lavanda presidencial, quiero decir, para que Gustavo se la tercie de una vez, funde la Colombia Humana y recomponga las finanzas estatales repartiendo subsidios a manos llenas, como toda nación bolivariana: a lo mejor se agrande el hueco fiscal, sí; pero podrá ordenar que lo pinten de amarillo.

Y no lo digo por criticar, porque siempre he creído que los huecos de Bogotá deberían ser el trazado involuntario del metro. Si echan a correr los vagones por esas torrenteras que ya están abiertas, los gastos se reducirían dramáticamente y la Alcaldía podría invertir los 15 billones del inviable ‘Petro pesado’ en un almuerzo donde los Rausch para todos los hijos del alcalde.

Pero, en lugar de hacerlo, el burgomaestre insiste en dejarnos como legado un nuevo simulador digital de su metro, tercamente inspirado en Hollman Morris: ya no sería elevado, como la ceja del gerente de Canal Capital, sino subterráneo, como sus intereses.

He visto 20 dibujos del metro desde que estoy vivo. Ser bogotano es mirar cada dos años el render de un metro que nunca van a hacer. Pero reconozco que el de Petro es el sexto mejor render del mundo. Y lo digo a pesar de que el bosquejo que presentó no es fiel a la realidad: no hay un letrero en el vidrio frontal que diga Lijacá - San Cristobal. No dibujaron a las mujeres que serán manoseadas mientras el vagón se rebosa de oficinistas, ni las filas que llegarán hasta las bocas de la superficie, ni los bloqueos que estallarán en la estación ‘Perrita Bacatá’ porque el tren viene con retrasos.

Tampoco el vaho caliente que emergerá de cada vagón con espeso olor a paño mojado, a menos de que la gente tome conciencia y compre el perfume de Gustavo, que vendrá en empaque pequeño, como su ego.

Lo imagino dulzón y fresco, como su inspirador; con un aroma amaderado, quizás a tronco. Dejará en el viento una huella efímera, igual a su obra de gobierno. Tendrá una fijación profunda, en especial contra lo privado, y una duración corta, aunque prolongable a punta de tutelas. Las feromonas renunciarán cada 15 días por razones personales. Y se echará a dedo, como su forma de contratar.

Lo veo en su cajita: “Gustavo, by Petro. Au de cologne. El amor no se improvisa; el gobierno sí”. Me lo untaré en los lóbulos y me iré a Salomé a conquistar compañeras. Y lo exhibiré orgulloso cuando algunos insistan que algo huele mal en la Alcaldía de Petro.

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