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Magistrado Pretelt, magistrado Rojas: ¡Salven ustedes la FIFA!

Pueden contar con aliados como el doctor Ordóñez, ese Havelange de la moral católica que, como director de FIFA, solo favorecerá a Cristiano.

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
6 de junio de 2015

Tan pronto supe que Joseph Blatter había renunciado a su cargo, pensé que Colombia tenía una oportunidad de oro para ubicar en tan prestigiosa posición a uno de sus hijos pródigos: el doctor Álvaro Uribe Vélez. Solo un personaje de sus quilates, experto en reelecciones dudosas y en sobrevivir a investigaciones ante las que naufragan sus coequiperos, podría sumergirse en aguas tan turbulentas sin siquiera resultar mojado.

Pero en instantes imaginé lo que sucedería: que cambiaría un articulito para revaluar el ‘fuera de lugar’ cuando fuera él quien estuviera adelantado; interceptaría el audífono de los jueces de línea en aras de los intereses superiores del deporte, y defendería uno a uno a los dirigentes de la Concacaf desde el Twitter de la FIFA: “Nicolás Leoz, hombre probo, perseguido por venganza criminal de casctrochavista FBI”; “Respeto por memoria de dr. Julio Grondona quien era un buen muchacho”. Y me deprimí.

Pensé entonces en forjar un movimiento nacional para que el presidente Santos, en persona, fuera el encargado de tomar las riendas de la institución. Pero también desistí, porque, seamos sinceros, Santos acabaría con la FIFA en menos de dos periodos: la llenaría de burocracia de alto nivel; le inventaría el cargo de superárbitro a Néstor Humberto Martínez para que se transformara, sin ningún tipo de vergüenza, de futbolista del grupo Aval, a juez de los partidos de quienes juegan en la banca; encargaría a Gina Parody de sacar el promedio de gol visitante, y otorgaría la sede del Mundial 2018 al noble pueblo de Anapoima, y la del 2022 a la ciudad de La Habana.

La verdad es que desde que Chuck Blazer desencadenó semejante escándalo, quienes somos aficionados al mejor deporte del mundo nos sentimos como los simones gavirias útiles de la corrupción. (Chuck Blazer, para quien no lo sepa, es el exfuncionario de la Concacaf al que el FBI convirtió en informante: un voluminoso dirigente de chivera tupida, desaseada y canosa, a quien la gente confunde con Angelino desde que el exvicepresidente prometió dejarse la barba hasta que el América regrese a primera división. Pobre).

El hecho es que ni Santos ni Uribe merecen asumir la presidencia de la FIFA porque el reto para sanearla exige la presencia de un colectivo moralmente más sólido.

Y a eso voy. Sumida en un foso donde abundan las estafas, los sobornos y la corrupción, la única entidad que podría sacar adelante a la Federación Internacional de Fútbol Asociado es la rama judicial colombiana. Más concreto, nuestra Corte Constitucional.

Por eso, magistrado Pretelt, magistrado Alberto Rojas: salven ustedes a la FIFA.

No será un reto menor porque, a diferencia de lo que sucede en la honorable Corte Constitucional, en la FIFA todo se mueve con intrigas y fajos de dinero.

La institución, queridos magistrados, agoniza aquejada por prácticas ante las que ustedes se aterrarían: los directivos futbolísticos cargaban maletas de plata con dinero de sobornos; tenían montado un tinglado de ‘tú me eliges, yo te elijo’ para eternizarse en el poder; otorgaban todo tipo de adjudicaciones a cambio de coimas; estafaban viudas. Y hasta cuadraban las sedes de los mundiales con abogados inescrupulosos que los invitaban a pasear en un planchón por los ríos de Suiza al son de un grupo de vallenato.

Suena aterrador, y lamento comentarles a togados de la integridad de ustedes la existencia de dichas prácticas, que seguramente les resultarán tan desconocidas como impresionantes. Pero así es la realidad, señores magistrados, y el fútbol requiere de jueces imparciales e insobornables como ustedes, capaces de contar con aliados tan valiosos como el doctor Ordóñez, ese João Havelange de la moral católica que, como dirigente de la FIFA, únicamente favorecerá a Cristiano; o el exmagistrado José Alfredo Escobar, a quien Giorgio Sale le regaló unos botines, suponemos que de fútbol.

Con su influencia, de paso, Colombia podría verse favorecida para que validen el gol de Yepes por decreto; trasladen la sede del Mundial de Qatar a Campo Rubiales, y nombren como mascota oficial de la Copa de Rusia ora a Pachito Santos, ora a la vaca Pepa Pretelt: la que sepa leer el periódico al derecho. Para ese momento, el alcalde Petro ya será presidente, el superministro Martínez ya será fiscal y la barba de Angelino se le comenzará a enredar en los pelos del ombligo. Pobre.

Ustedes no son blandos como el señor Blatter, que renunció ante la primera arremetida: no señor. Y aunque en un comienzo tendrán que aprender que Robben no es una orden sino un apellido, y definir quién los reemplaza en sus magistraturas (probablemente Luis Bedoya y Eduardo Pimentel, para no sostener idéntica línea ética) vale la pena que se sacrifiquen en aras de un deporte cuya administración ha resultado tan desgreñada e impresentable como pocas cosas en esta vida. A lo sumo la barba de Angelino.

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