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Una escena del sainete nacional

Una atractiva mujer rubia, revisa, listado en mano, los nombres de los nuevos reclusos que ingresan al pabellón de la cárcel Modelo: exmilitantes del M-19.

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
28 de noviembre de 2015

Una atractiva mujer rubia, con gafas de secretaria, revisa, listado en mano, los nombres de los nuevos reclusos que ingresan al pabellón de la cárcel Modelo: un galpón recién habilitado por la Fiscalía destinado específicamente para exmilitantes del M-19.

El fiscal Montealegre y el procurador Ordóñez, nuevos mejores amigos, aguardan a su lado. Se frotan las manitas. Cada cual las suyas.

–Qué bonita secretaria, ¿de dónde la sacaste? –pregunta Ordóñez a Montealegre en voz baja.

–Ninguna secretaria, procurador: es la doctora Springer Tocarruncho, gerente de Tocarrunching Von Services: una firma experta en algoritmos que contraté para reversar el indulto al M-19…

–Pues luce pura y bonita.

–Gracias, procurador.

–Y se viste muy bien…

–Sí: mire el detalle de las gafas: sabe hacerse la de las gafas.

–La doctora Ilva Miriam tiene un sastre parecido, pero el de ella huele a naftalina.

En la imagen vemos cómo salen del interior de la cárcel algunos de los guerrilleros de las Farc que fueron indultados. Todos llevan gafas oscuras y guayaberas porque tienen la ilusión de incorporarse a las negociaciones de La Habana. Mientras dicen adiós con la mano, lanzan vítores a favor de Juan Manuel Santos.

–En las corridas a las que asisto con Beatriz –dice el procurador–, para ganarse el indulto, el toro ha de ser ejemplar: ¡malhaya la hora en que dieron salida a estos terroristas!

–Pero, procurador, necesitábamos espacio para tener dónde guardar a los del M-19 –responde el fiscal.

El freno de una camioneta del Inpec interrumpe el diálogo. Dos guardias abren las compuertas traseras, deslizan una rampa y de ella bajan, en fila, atados unos a otros por una cadena, los exguerrilleros del M-19.

–Entren por acá, sigan… –instruye la doctora Springer Tocarruncho–: no se salgan de la línea…

–Atánsito te totito…

–Sí, doctor Navarro, pero qué hacemos –suaviza la doctora.

–¡To, pátido ada teto!

–Tenga paciencia, doctor Navarro.

–A Petro, es decir a mí, se me ponen rojas las muñecas…

–No es momento de hacer alardes de sus capacidades de conquista, doctor Petro –lo tranca la doctora Springer Tocarruncho.

–Petro, o sea yo, habla de las esposas…

–¿De doña Verónica y de cuál otra? –exclama el procurador–: ¿vive en concubinato además de todo, pecador?

–No, Petro habla de las manos: Petro pide que se las aflojen.

La doctora Tocarruncho pide a los presos del M-19 que formen un grupo para recibir instrucciones, pero el ingreso abrupto del senador Álvaro Uribe interrumpe el momento.

–¿Por dios, hijitos, qué hacen?

–Estamos metiendo presos a los del M-19.

–Y eso está muy bien, porque todos son terroristas, menos Everth Bustamante: vengo a que lo liberen…

–No, Álvaro, no podemos hacer excepciones… –dice el procurador.

–Pero él es guerrillero de los buenos, de los del Centro Democrático: ¡y en cambio miren a todos esos terroristas de las FAR yéndose en un bus!

–¡Y qué quería, que se fueran en un Uber después del decreto que sacó Santos dizque para reglamentarlos? –interviene el fiscal.

–¡No me hablés de ese canalla que solo da indultos a terroristas FAR! ¡Indultos los nuestros, como el que dimos a Rodrigo Granda! ¡Pero estos son indulticos de caballito discapacitado!

Frente al corrillo de presos del M-19, la doctora Springer Tocarruncho abre una cartulina en la que se observa una gráfica algorítmica.

–Como pueden ver, en casos de lesa humanidad no hay indultos: se los dice una experta en derecho internacional.

–Pero nosotros no participamos directamente en esos crímenes –dice Vera Grabe.

–Es cosa juzgada… –dice Montealegre.

–No le diga de esa forma a la doctora Grabe –interviene Petro.

–¿Grabe? Parece una orden de mi jefe –dice Everth Bustamante.

–Atatatola tede fádico.

–Así es, doctor Navarro. Ahora sigan.

El grupo de nuevos presos va a ingresar al penal, pero la senadora Viviane Morales llega de improviso y los detiene:

–¿Carlos Alonso? ¿Alguien ha visto a Carlos Alonso?

–No, doctora Viviane –la tranquiliza el fiscal–: para proteger el buen ambiente del penal, decidimos otorgarle al señor Lucio la vivienda por cárcel.

–Fue mi sugerencia: es que también soy experta en viviendas –asiente la doctora Springer–; y ahora hagan de nuevo la fila.

Los presos se alinean para ingresar al penal.

–Seré el sexto mejor preso del mundo –afirma, altivo, Gustavo Petro.

–No alcancé a votar contra el plebiscito antes de que me metieran preso, jefecito, perdóneme –implora Everth Bustamante a Uribe.

–¡Titíteda! ¡Tato pedo titíteda!

–Tiene razón, doctor Navarro.

Las rejas se cierran. El fiscal toma del brazo a madame Tocarruncho y ambos salen de la escena. El procurador toma del brazo a Uribe y ambos salen de la escena. Viviane Morales espera en la puerta hasta que un Uber la recoge.

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