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Votar por Vargas Vil

Abran los ojos. No sean ciegos. Quien aspira no es Vargas Vil.

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
8 de marzo de 2014

Quise adherir a Vargas Vil porque me parecía el candidato más serio. Sí, es cierto que no era el único; que también estaba Alerta, por ejemplo, o Fruko, autor de la célebre canción El preso que podrá donar como himno del PIN, alias Opción Ciudadana, en caso de que consiga una curul.  Pero Vargas Vil era Vargas Vil, y era del Centro Democrático, un partidoque me encanta porque ha gastado millones de pesos en una campaña publicitaria enfocada en transmitir la idea de que ellos no son el Partido de la U. Y esa es una ocurrencia genial, muy propia de un humorista de derecha como Pachito o como el mismo José Obdulio. En cambio, Alerta pertenece al elenco de Sábados Felices y, no es por criticar, pero tampoco se trata de transvasar todo ese programa humorístico a la rama legislativa, en donde ya el Hombre Caimán actúa bajo el apodo de Roy Barreras.

Me sentía contento porque por primera vez notaba opciones atractivas en el tarjetón: candidatos que producen esperanza, como un pensador del Partido Verde que, sentado a la manera de la estatua de Rodin, aparece en los carteles completamente desnudo: seguramente es de la tendencia mockusista. O un copartidario de él que promete en sus vallas que Falcao irá al Mundial: el suyo, al menos, es un programa concreto. Y sí: algunos se lamentarán de que la ola verde se haya convertido en ese triste espectáculo de candidatos folclóricos que, aliados con los Progresistas de Petro, se reúnen en lo que parece ser una buhardilla a tomar tinto en vaso de icopor mientras el senador Avellaneda les tira línea, cosa triste: de buscar alguna alianza, los verdes han debido hacerla con el Partido del Tomate para configurar el Partido del Tomate Verde: un colectivo de oposición a Uribe. 

Pero, más allá de esas consideraciones, estas legislativas lucen refrescantes, y no lo digo en detrimento de aquellos políticos de profesión, a quienes también admiro, como un Armandito Benedetti, que durante su campaña posó con unas militantes que luchan contra el maltrato a la mujer: con esa jugada, Benedetti le propinó un duro golpe a Marta Ordóñez, abanderada de esa causa. Se lo propinó en sentido figurado, se entiende, porque Armandito es incapaz de maltratar a una mujer, así sea su copartidaria: incapaz. Tampoco lo digo por atentar contra los delfines políticos, llamados a renovar la rama legislativa con figuras como el hijo de Piedad Zuccardi y Juan José García, cuyo eslogan es “Piensa diferente”: el muchacho es un poco el Steve Jobs de Macayepo, un innovador del desplazamiento. 

Sino porque por primera vez se encuentra uno con un panorama lleno de futuro: por primera vez la tercera edad podrá conformar un bloque sólido con candidatos como Horacio Serpa, Roberto Gerlein, don Andrés Díaz Venero de Leyva y demás candidatos promisorios; por primera vez podrá escoger el elector entre futbolistas como Bonner Mosquera, o boxeadores como Rodrigo Lara.

Y por primera vez, pensaba yo, podríamos votar por Vargas Vil: su figura, si bien humorística, si bien caricaturescamente antioqueña, era la punta de lanza ideal para tomarse el Congreso y a la vez conseguir que el pueblo recuerde de una vez por todas el nombre del candidato presidencial uribista, el señor Zurita: un estadista en quien muchos tenemos fe porque, ante la debacle de su candidatura, no se ha quedado cruzado de brazos: de piernas sí, como en la foto aquella en que estrenaba medias beige y se fue al municipio de Pradera a presentar un atentado de las Farc como si fuera Viena Ruiz. Pero no de brazos, y la prueba es que nombró como compañero de binomio al doctor Carlos Holmes Trujillo en un hecho de creatividad política nunca antes visto: es la primera vez que una fórmula está compuesta por dos candidatos a la Vicepresidencia. 

El comercial de Vargas Vil me convirtió en militante del Centro Democrático: cada vez que lo veía, me ponía la mano en el pecho, me calaba el carriel del lado diestro y me presentaba en todas las reuniones diciendo “Yo no me llamo Fernando”. Después, entrecerraba los ojos y me deleitaba imaginando que la lista entera de aspirantes conseguía una curul. Todos: incluso aquellos que no tienen deudas con la ley ni familiares presos.

Pero la vida es desengañarse, esa es la verdad, y hace algunos días me enteré de que quien aspira no es Vargas Vil, sino el doctor Uribe en persona. Y me dirán radical, me dirán intransigente, pero no acepto imitaciones. 

Por eso, aprovecho este espacio para apartarme públicamente de la lista del Centro Democrático e invitarlos a todos a que lo hagan. Abran los ojos. No sean ciegos. Quien aspira no es Vargas Vil. Si votan por el Centro Democrático, sépanlo bien, estarán eligiendo una vez más a Uribe y a sus buenos muchachos. 

No se dejen engañar. Voten por cualquier otro. Yo lo haré por Juan Pablo Salazar, un muchacho que promueve la inclusión de las personas con discapacidad en los tiempos del Mira. Como él mismo dice, cuenta con su propia maquinaria, que es su silla de ruedas. Aspira al Senado con el número 10 del Partido de la U, y eso es lo único malo. Ojalá se cambie a un partido decente. Puede ser al Partido del Tomate Verde. 

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