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Historia universal de la infamia, o el No del 26 de septiembre

Mientras el Sí celebra el fin del conflicto armado interno más antiguo del hemisferio y los beneficios sociales y agrarios contemplados en el Acuerdo, el No insiste en enarbolar el resentimiento y manipular la verdad.

David Bustamante, David Bustamante
27 de septiembre de 2016

Cuando iniciaron los diálogos de paz en La Habana el 4 de septiembre de 2012 los detractores comenzaron a criticar la negociación con argumentos que se fueron haciendo cada vez más incongruentes hasta que en 2016 rayaron en lo disparatado e inadmisible. Desde una impunidad que no existe y la renuencia a reconocer orientaciones políticas diferentes hasta la falsificación de trinos de celebridades y la manipulación de contenidos (propósito: infundir miedo). A Juanes, Pirry, Nairo Quintana y Mariana Pajón los falsearon en sus posturas frente al plebiscito y una valla de Rodrigo Londoño como presidente electo en 2018 elevaron en Santa Marta; por no mencionar la majadería majaderísimamente majadera de la oratoria disparatada y desesperada de Álvaro Uribe y de quienes a ciegas lo siguen.

El No, sin embargo, insiste en que se respete su postura. ¿Sus razones? Una mentira (la impunidad) y la intolerancia (no querer comunistas en el Congreso). Consideran ilegítimo eso de ser político y comunista. Durante toda su vida han concebido el comunismo desde un único punto de vista, ese desde el cual no pudo ser otro en virtud, precisamente, de la persecución política: la guerra. ¿Se nos olvidó la época de La Violencia (1948-1958) y el exterminio sistemático de la Unión Patriótica (1985-2002)? ¿Después de sesenta años pretendemos continuar negando a otros su derecho a expresar sus ideas políticas? Tendríamos que ser una clase especial de idiotas. Las ideas carentes de validez teórica o pragmática se contrarrestan con criterios racionales y empíricos, no mediante la exclusión sistemática de sus voceros (política o físicamente).

El colmo de la indolencia lo presencié anoche durante la celebración de la firma del Acuerdo de paz cuando en Facebook me encontré con una publicación que rezaba: “No puedo con esta mentira. Qué dolor”. No, pues. ¡Qué dolor la terminación del conflicto armado interno! ¡Qué dicha 200 mil víctimas! ¡Qué dicha 7 millones de desplazados! ¡Qué dicha medio millón de mujeres violadas! ¡Qué dicha 10.000 niños reclutados! Creo, sin temor a equivocarme, que con lo que no se puede es con un dolor fingido por parte de quienes experimentan la guerra desde la comodidad de la distancia con un mito de impunidad en la boca y la confesión egoísta de no querer tener desmovilizados defendiendo las ideas políticas por las cuales empuñaron las armas. El mismo egoísmo de 1958. Con eso es con lo que no se puede, pues guarda el germen de la violencia y el recuerdo del infierno.

El colmo del cinismo lo presencié anoche durante la celebración de la firma del Acuerdo de paz cuando en Twitter me encontré con un trino de Álvaro Uribe que reza: “#ConArgumentosDigoNo La comunidad internacional debe saber que Colombia no ha vivido en guerra”. Irónico. Afirma “Con argumentos digo No” y acto seguido profiere un disparate. De pensar que así hay muchos funcionarios de la República, pero ningunos la sacan del estadio como los del Centro Democrático, especialmente Paloma Valencia y la representante a la Cámara por el mismo partido, María Fernanda Cabal. La primera con el Sagrado Corazón de Jesús que reemplaza a este por Álvaro Uribe en la sala de su casa y, la segunda, con su deseo de pudrir a García Márquez en el infierno y de exigir que las fuerzas armadas, en lugar de “hacer preguntas”, “maten”.

El colmo de la desvergüenza lo presencié anoche durante la celebración de la firma del Acuerdo de paz cuando también en Facebook me encontré con una pancarta sostenida por tres niños y el hijo del excanciller secuestrado Fernando Araújo Perdomo que rezaba: “No acepte el ejemplo que está dando el Gobierno a las nuevas generaciones. Corrijan los acuerdos”. Es decir: ¿no acepte el diálogo como mecanismo de solución de conflictos y proteste en contra de los pactos que así lo pretendan? ¿Moderándola con “Corrijan los acuerdos”? Esta última pretensión no es otra cosa que el empecinamiento de someter a las FARC a una jurisdicción ordinaria, lo cual no es un ‘acuerdo’ sino el resultado de un triunfo militar. De modo que, continuar implicándolo (insistir en una presunta “corrección”) solo comprueba intolerancia e intransigencia.

“Quiero la paz y por eso voto No” es el eufemismo de una crítica almidonada que esgrimen como ‘pacífica’ porque, si no, la razón de su discurso matizado de cristianismo disimulado no tendría fundamento y su máscara caería al vacío: el rencor o resentimiento.

El colmo de la desinformación lo presencié anoche durante la celebración de la firma del Acuerdo de paz cuando en internet me encontré con un blog que establecía: “Los presidentes que tienen a sus países en crisis son los que apoyan el Sí en el plebiscito”, refiriéndose a Rafael Correa, Evo Morales, Nicolás Maduro y Raúl Castro. Francamente, no sé quién le dijo al autor del blog que Ecuador, Bolivia y Cuba están en crisis, tres países destacados en el respeto de los derechos humanos ante la ‘castrochavista’ –según el uribismo– Naciones Unidas, por no mencionar “El milagro ecuatoriano” y “La transformación de Bolivia”, titulares de Revista Dinero y del diario británico The Guardian, respectivamente. Definitivamente las campañas del ‘No’ no tienen una manera distinta de promoverse.

Lo que hicieron Álvaro Uribe Vélez y el Centro Democrático en compañía del procurador Ordóñez en Cartagena de Indias tiene un nombre y no deseo mencionarlo. Mientras Colombia y el mundo celebraban la terminación del conflicto armado más antiguo del hemisferio y el tercero más antiguo del mundo –ocupando el segundo lugar después de Siria con el mayor número de desplazados internos– ellos hacían campaña en su contra, en contra del pacto que a él puso fin después de sesenta años. El expresidente uruguayo José ‘Pepe’ Mujica dijo el sábado: “Si Colombia dice No daría la impresión de ser un pueblo esquizofrénico que se aferra a la guerra como forma de vida”. Ciertamente mereceríamos un lugar especial en la ‘Historia universal de la infamia’ del célebre escritor argentino Jorge Luis Borges bajo el seudónimo: ‘Los enfermizos’.

Colofón I: Semana.com reprodujo el lunes una nutrida investigación del Centro Nacional de Memoria Histórica que revela que, desde 1977 hasta el 2015, en Colombia han sido asesinados 152 periodistas. No, no es Venezuela. Es la Colombia libre y pro-yankee donde también fueron asesinados 105 líderes sociales solamente en 2015 y otros 13 en un 2016 que aún no acaba; también donde existen 7 millones de desplazados, 1.4 millones de muertes evitables a manos del sistema de salud y millares de niños desnutridos. Pero: “¡Nos vamos a volver como Venezuela con el Acuerdo de Paz!”. Entonces nuestros problemas –o prioridades– se reducirían a no tener papel higiénico, sino la hoja del árbol o agua en lugar de leche. Mejor dicho, se va a acabar el mundo. Como decía el escritor uruguayo Mario Benedetti: “Dios, que no existe, que nos asista”.

Colofón II: La manipulación y la mentira que abiertamente amparan las exigencias del No proveniente del uribismo constituyen un ejemplo inequívoco de demagogia. Si los detractores del No resistieran las ganas de morirse de miedo y, en lugar de dedicarse a tragar, se dedicaran a masticar, la razón les haría reír a carcajadas del absurdo de sus sandeces y de la irracionalidad de sus miedos. De paso, también les devolvería la voluntad para endurecer los dientes (metáfora para: formar criterios).

* @BustamanZuleta – donquijotebustamante.blogspot.com

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