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DE AUTENTICA MADURACION

Semana
26 de septiembre de 1994

DE UN TIEMPO PARA ACA, NO PASA una semana entera sin que los representantes de la industria cervecera le escriban a los medios de comunicación cartas exaltadas en las que se aclara alguna imprecisión relacionada con la situación de ese sector frente a la administración de impuestos. Y en todas esas misivas se insulta invariablemente al ex ministro Rudolf Hommes, a quien no lo bajan de mentiroso, falsario, irresponsable y enemigo del Estado de Derecho.

El asunto no es nuevo. Desde que el Minhacienda de César Gaviria se atrevió a decir que el sector de los cerveceros (los que la producen, no los que se la toman) evadía impuestos, le han dado a Hommes un tratamiento más digno de un hampón que de un Ministro de Estado. Eso, de por sí, no ameritaría un comentario público porque cada cual se comporta de acuerdo con la educación que tiene, y por ese camino acabaría uno hablando de las nalgadas que les faltó de niños a los representantes del sector. Pero el asunto cambia de terreno en la medida en que tras cada carta indignada de estos señores, lo que se ve es que si han estado eludiendo el pago de los impuestos, y que les ha tocado meterse la mano al dril para cumplir con unas obligaciones a las que le estaban sacando el cuerpo.

Mientras las autoridades establecen si el sector cervecero evade o no el impuesto al consumo, a ese sector le ha tocado pagar una cifra superior a los 40.000 millones de pesos, como resultado (digámoslo lo más suavemente posible) de la diferencia de criterios que hay entre los productores de cerveza y el Estado sobre el monto de los impuestos que deben cancelar. Por el IVA a la malta les tocó desembolsar una cifra cercana a los 11.000 millones de pesos, entre impuestos no pagados y sanciones. También hubo errores en el pago de un impuesto por ventas cruzadas entre empresas del sector (no sé si todas del mismo dueño), y están pendientes las definiciones sobre si han evadido el impuesto al consumo, que fue el comentario inicial de Hommes.

Por todo esto, valdría la pena señalarles, con todo comedimiento, que insultar a la gente con tal prepotencia sólo se le ve bien a quienes nada deben. Pero eso de eludir el pago de ciertos impuestos y manotear a la vez sobre la mesa porque se les dice que lo hacen, no tiene presentación. Y con mayor razón cuando el único argumento visible para esa altanería es el saldo a favor en la chequera, producto, en parte, de ser muy buenos para las sumas pero -como se ha visto- no tanto para las restas.

Cuando Rudolf Hommes dijo que la industria cervecera evadía el pago de algunos impuestos, la respuesta fue interponer una acción de tutela por lesionar el buen nombre de las industrias, denunciar al Ministro ante la Procuraduría y entablar tres demandas penales: una por pánico económico, otra por falsedad en documento público y otra más por abuso de autoridad. Además, se constituyeron en parte civil para pedir el pago de una indemnización (del bolsillo de Hommes) de 3.000 millones de pesos por daños y perjuicios. Ellos son rudos. Pero no les fue del todo bien, pues perdieron la tutela en todas las instancias, la Procuraduría no lo sancionó y la Fiscalía ya resolvió dos de las tres demandas en favor del ex ministro. La última (abuso de autoridad) está todavía en trámite.

Todo lo anterior hace grotesco el espectáculo que está brindando el 'sector'. Aparte de que las peleas de los cerveceros con la administración de impuestos son tan viejas que merecerían entrar (ellas sí) en la categoría de auténtica maduración, el hecho de que en menos de 24 meses hayan tenido que pagar semejantes cifras, justamente por errores en la liquidación de sus gravámenes, convierte su postura en una afrenta contra el Estado, y en un insulto a la inteligencia de los espectadores del circo.

Siempre que hay un millonario peleando contra la administración de impuestos, uno tiende a creer que la razón la tiene el Estado. Esa suposición, por supuesto, no tiene que ser necesariamente cierta. Ni se trata tampoco de exigir que quien evade impuestos se vaya, en todos los casos, a la cárcel. Pero si hay que impedir que se llegue a la aberración de que el que termine en La Picota sea el recaudador.

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