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De la cárcel a Disneylandia

Allá se juega el utilitarismo y no los principios morales, y se sacrifica la justicia por la eficacia. Aquí se sacrifica la eficacia por la justicia y el imperio de los valores, así ésta no opere

Semana
1 de abril de 2006

Me dejó aterrada la noticia de El Tiempo de que el hijo de Miguel Rodríguez Orejuela, Miguel Rodríguez Abadía, pueda estar en libertad después de que la semana pasada fue condenado a 21 años de prisión. La acusación, haber gerenciado las actividades del cartel de Cali después de que su padre y su tío fueron desactivados por la justicia.

Así la noticia sea desmentida en las próximas horas, y el desaparecido (o released, según los archivos del buró de prisiones) termine apareciendo todavía detenido en alguna cárcel norteamericana con protección de su identidad, algo de la forma como se aplica justicia en Estados Unidos no termina de convencernos a los colombianos.

La misma información de El Tiempo dice que dos célebres narcotraficantes extraditados a Estados Unidos también pueden estar paseando a estas horas por los parques de Disney, después de negociaciones en las que no sólo entregaron información, sino seguramente dinero.

Uno es el tristemente célebre Víctor Patiño Fómeque, ex guardaespaldas del cartel del norte del Valle, dueño del tráfico de cocaína en Buenaventura y Tumaco. De Patiño se sabe que por colaborar con la justicia gringa le mataron a 35 personas de su familia y que en la actualidad su mamá, hermanos, cuñados, ex esposas, hijos, primos y sobrinos estarían protegidos en Estados Unidos. Del propio Patiño salieron las versiones, según SEMANA, de que el senador Vicente Blel, uno de los 'purgados', sería su testaferro en algunas de sus propiedades. Propiedades que sólo en Cali ascendían a 23 apartamentos, 12 casas, nueve lotes, tres oficinas. 13 fincas en el Valle y quién sabe qué otras cosas más en la Costa y el Eje Cafetero. Aparentemente, sólo habría durado dos años detenido en Estados Unidos.

Para no hablar del otro que también anda por Disneylandia, el tenebroso 'hombre del overol', Orlando Sánchez Cristancho, a quien los peores narcos del país le tenían miedo, y que sólo habría pagado menos de tres años de cárcel.

El caso de Rodríguez Abadía ha sido objeto de todo tipo de especulaciones. Cuando se supo que delataría a su padre y a su tío Gilberto a cambio de una rebaja de la pena, algunos llegaron a creer que se trataba de un acuerdo familiar secreto, que en el fondo era una charada para que las cargas de la vieja generación, de las cuales Gilberto y Miguel difícilmente se librarán, en la práctica sirvieran para beneficiar a la segunda generación.

Pero también existe la posibilidad de que sea cierto que Rodríguez Abadía va a ampliar los cargos que tiene la justicia norteamericana contra su padre y su tío, a la vez que hará entrega de buena parte de su fortuna, a cambio de recibir una jugosa rebaja de la pena, que de hecho ya puede estar usufructuando.

¿Qué es lo que repugna tanto de que esta versión sea cierta?

La justicia norteamericana tiene fama de ser una de las más efectivas del mundo. Que a los pillos los cogen, los cogen, a diferencia de la justicia colombiana, que a cada rato se debate entre el dilema de subir las penas o de aprobar la pena de muerte para unos delincuentes que no han sido capturados y puede que no lo sean jamás, como si esa fuera la forma de hacer efectiva la justicia.

La diferencia es compleja. La justicia norteamericana es efectiva e hipócrita, mientras la nuestra es ineficaz y sincera.

Allá el sistema judicial está montado sobre la base de la negociación e influido fuertemente por la filosofía utilitarista de Jeremías Bentham. Según ella, el sistema judicial norteamericano debe ser inexorable, demostrar que es eficaz y que opera, así al final no se haga justicia, y se negocie con el reo a cambio de información y de dinero.

En Colombia opera un sistema de racionalidad legalista heredado de la revolución francesa. Una justicia distributiva consistente en aplicarle a cada cual la sanción que merece. Allá juega el utilitarismo y no los principios morales y se sacrifica la justicia por la eficacia. Aquí se sacrifica la eficacia por la justicia y el imperio de los valores, así ésta no opere.

Que cada cual escoja su fórmula. Pero con la Ley de Justicia y Paz de los paramilitares, cada vez nos acercamos más al pragmatismo de los gringos.

Y si allá se deja libre a Rodríguez Abadía por denunciar a su padre, sus rutas, sus propiedades y seguramente la entrega de parte de su fortuna, que los norteamericanos después no nos critiquen aquí por dejar libres a unos asesinos que puede que no entreguen a sus madres. Pero del resto, casi todo lo mismo.

ENTRETANTO… ¿Recuperaremos los 117 millones de dólares que perdimos en el negocio con Slim, por cuenta de que alguien pensó que se estaban robando a Telecom cuando la realidad es que la estábamos vendiendo divinamente?

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