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De las Mata Haris

En la pasada semana, a raíz del controversial fallo de la JEP, volvió a mencionarse a Mata Hari

Juliana Londoño, Juliana Londoño
12 de marzo de 2020

Después de que la JEP, en una decisión que ha sorprendido al país, resolvió que la acción terrorista contra la Escuela de Guerra y por ende contra la Universidad Militar era un acto válido de guerra, se ha vuelto a hablar de Mata Hari al referirse a la que, después de embaucar a varios militares, fue gestora del atentado.

La Mata Hari original se llamaba Margaretha Geertruida Zelle, nacida en Leeuwarden, Holanda y fue una famosa bailarina, que se constituyó en verdadera leyenda al ser acusada de espiar en beneficio de Alemania, durante la Primera Guerra Mundial. Después de un juicio colmado de intereses políticos orientados a minimizar los fracasos de los vetustos generales franceses, fue fusilada el 15 de octubre de 1917.

Pero la historia se repite. En 1994 sucedió un hecho que se constituyó en el acontecimiento del momento en los Estados Unidos. Un veterano agente de la CIA Aldrich Hazam Ames y su esposa María del Rosario Casas fueron detenidos por el FBI en Washington DC acusados de espionaje a favor de Rusia. Ames había venido recibiendo dinero por pasar información sobre los agentes rusos reclutados por la CIA en Moscú. Su esposa viajaba a Bogotá en donde recibía la paga por conducto de la embajada rusa en Colombia. Un total de unos 4 millones y medio de dólares.  

El hecho fue que María del Rosario era colombiana de una distinguida familia del Tolima con gran ascendencia en el país.   Estudió en el colegio Nueva Granada y se graduó como filósofa en la universidad de Los Andes de Bogotá. Ames que se había enamorado de María del Rosario cuando ella era funcionaria de la embajada de Colombia en México, se divorció para casarse con la colombiana, que tenía una enorme influencia sobre él.

Amex que era candidato a la pena de muerte, porque varios de los agentes que delató fueron muertos por los servicios secretos rusos, pactó y le cambiaron la pena de muerte por la de prisión perpetua, con el compromiso además de que a María del Rosario le impondrían una pena menor de 5 años y luego la deportarían a Colombia.

El hecho generó un grave deterioro en las relaciones entre los Estados Unidos y Rusia.

Pero hubo otra Mata Hari, no en Colombia sino en Nicaragua. Se trata de Nora Astorga, que fue viceministra de relaciones exteriores y embajadora de su país en Naciones Unidas. Su padre y su abuelo habían sido militares durante la era somocista. Conocida como una exitosa abogada y muy admirada en la sociedad local.

Era asediada por muchos. Especialmente por un rechoncho general somocista, Reynaldo Pérez Vega, apodado “el Perro” y que era nada menos que el Jefe de Estado Mayor de la Guardia Nacional. Un día Nora aparentó ceder ante el acoso del general y lo invitó por la noche a su apartamento en un lujoso barrio de Managua.

Pérez Vega llegó puntualmente acompañado de su escolta. Nora le pidió que enviara a los guardaespaldas a comprar una botella de champaña para celebrar la ocasión. El general no lo dudó y cuando se encontraba “en situación” en la alcoba de Nora Astorga, salieron del closet hombres armados que lo ametrallaron.

Nora tomó las sábanas ensangrentadas, las desplegó en un balcón que daba a la calle, escapó con los asaltantes y se sumó a la revolución sandinista. Murió de cáncer en 1988.

Quien sabe cuántas Mata Haris habrá por ahí…

(*) Decano de la facultad de estudios internacionales, políticos y urbanos de la universidad del Rosario

 

 

 

 

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