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De Roberta Close al gringo de Wikileaks. ¿Quiénes son los del tercer sexo?

Los intersexuales, los de la letra “i” que ahora se agrega al final de la sigla LGBT, son discriminados porque la mayoría desconoce quiénes son realmente.

Semana.Com
30 de agosto de 2013

Todos hablan sobre sexualidad, la mayoría confunde y algunos pocos sufren la discriminación. Pretendiendo disminuirla, desde el próximo 1 de noviembre, en Alemania, no será necesario poner el sexo de los recién nacidos en los certificados de nacimiento pues se podrá escoger entre la opciones ‘hombre’, ‘mujer’ o dejarse en blanco. 

Este avance legislativo, así como el caso de la famosa “soldado de Wikileaks”, han abierto la curiosidad mundial sobre las personas transexuales (que siendo físicamente de un sexo sienten que pertenecen al otro) e intersexuales (cuya morfología puede presentar, en grados variables, características sexuales y corporales de ambos sexos, como un clítoris grande que simule un pene) además de situaciones emocionales que se derivan de dicha condición. 

El afán de clasificar a estas personas en alguna variable socialmente más fácil de explicar, llevó a que por muchos años se les considerara como pertenecientes a un “tercer sexo”. Dicho concepto es tan extraño para algunos como lo que pretende definir. 

La idea se puso de moda en los 70 para hacer referencia a los homosexuales. Después el término se asoció a personajes como Roberta Close, intersexual brasilera que llenó cientos de páginas en la prensa amarillista mundial; sus llamativas fotografías robaban las miradas, creaban confusión y armaban alboroto. Más recientemente se puso de moda con la también brasileña Lea “T”, la primera modelo transexual de éxito mundial. 

Recientemente, una maestra universitaria me preguntó: “¿Verdad que ese del WikiLeaks, el que condenaron en USA, es del tercer sexo?”. Ella hacía referencia a Chelsea Elizabeth Manning (nacida Bradley Edward Manning), quien recientemente ha informado a los medios que es una mujer transexual que desea recibir tratamiento hormonal y recibir operaciones quirúrgicas que le posibiliten el cambio de su morfología genital y corporal.

El denominar a alguien como del “tercer sexo” puede recortar las posibilidades de esas personas de ser reconocidas como ciudadanos con derechos. Al no poder clasificarse exactamente como “hombres” o “mujeres”, quedaban por fuera hasta de los más simples formularios. 

Las legislaciones alemana y australiana (primer país del mundo en reconocer la intersexualidad como un género diferente al masculino y femenino), se han aproximado a la legislación sueca, donde se incorporó desde el año pasado el pronombre de género neutro (Hen) a los pronombres él (Han) y ella (Hon). 

La idea de tercer sexo o del tercer género, tal y como se les ha dado uso en estas legislaciones, hace referencia a personas que nacen con anomalías del desarrollo sexual (ADS). Eso que unos han llamado intersexualidad y que a diferencia de lo que creen algunos biologicistas no solo afecta físicamente a las personas sino también emocionalmente. Veamos un caso real.

Gabriel J. Martín, un atractivo y masculino hombre español, psicólogo, con 42 años de vida, nació con ADS, sigla que él prefiere usar en vez de la palabra intersexual. Gabriel, quien afirma que “todos tenemos un pasado... pero yo tengo dos”, fue inscrito como niña y durante su infancia le tocó vivir como Patricia porque fue educada como chica debido a que sus genitales tenían apariencia femenina, porque al nacer presentó hipospadia (anomalía en la posición de la uretra en el pene, que suele ser muy pequeño) debido a una mutación del gen NR5A1. En la práctica, esto significa que poseía testículos y una posición anómala de la uretra.

Patricia se dio cuenta de que nunca se sentía femenina sino que él era masculino y que esto se desarrollaba cada vez más. Primero, por la negación que hacía de su masculinidad, se obligaba a pensarse una “chica machorra” e incluso llegó a pensarse lesbiana, que también era como lo miraban las personas en su entorno. Realmente era un chico cuyo desarrollo de los rasgos sexuales secundarios —vello, voz ronca, musculatura—, era masculino. Aun cuando pronto se asumió hombre no fue sino hasta 1991, con sus 21 años, que un juez le permitió “rectificar” el registro. 

Qué hacer en caso de que pase con uno de sus hijos

El diagnóstico es mucho más fácil actualmente puesto que cualquier institución hospitalaria cuenta con pruebas genéticas y hormonales que permiten confirmar o descartar lo que las apariencias, muchas veces engañosas, parecen evidenciar. 

La Sociedad Americana de Pediatría y otras organizaciones han establecido un protocolo de cuatro pasos. 1) Salvar la vida del bebé. 2) Asegurar la funcionalidad biológica. 3) Asegurar un funcionamiento sexual. 4) Proveer la ayuda quirúrgico-estética. El protocolo también hace referencia al apoyo emocional apropiado que es fundamental, lo recomienda para los padres y también la participación en grupos de autoapoyo.

Aun cuando el término no sea el más apropiado, en esto hay una discusión mundial muy álgida El cambio legal tiene gran significado para los padres porque no se ven obligados, muchas veces presionados por el mismo equipo médico que sobrepasa sus funciones, a someter a sus hijos a una intervención quirúrgica para establecer el sexo, porque para los padres pareciera que lo más importante es lo que se ve. 

Martín afirma que “los genitales no informan sobre la identidad sexual de la persona ni de su orientación sexual. Genitales y sexualidad son totalmente independientes. Es decir, nacer con unos genitales 'definidos' no significa tener una sexualidad 'definida'”. 

La doctora Laura Audí afirma que “la asignación de sexo en un recién nacido es una cuestión urgente, sobre todo desde el punto de vista social, y requiere un consenso entre los padres y el equipo pluridisciplinar en el que debe poner sobre la mesa los pros y contras”. 

Para muchos padres esa urgencia por decidir se relaciona con la presión que tienen de tomar una decisión acertada ya que muchas veces decidirlo o no termina afectando la salud física y emocional de sus hijos y porque temen que estos terminen “metidos” en una identidad que no es la que optan para sí mismos en cuanto tienen conciencia de su condición emocional y corporalidad.

Afirma Gabriel que los padres bien apoyados en la parte emocional están mejor preparados para acompañar a sus hijos y de paso a estos se les evita la vergüenza, “tener” que esconderse y poder hablarlo en un espacio de confianza. 

Por supuesto, queda claro que ni los homosexuales ni Chelsea Elizabeth son del “tercer sexo”. Ella es transexual, es decir hace parte de un grupo de personas que pertenecen psíquicamente al género femenino, que es su género optado, a pesar de haber nacido con anatomía de macho. No desean los caracteres del sexo con el que han nacido sino que les apetece un cuerpo que sea acorde con su género optado. 

Las personas intersexuales o con ADS (dependiendo de cómo se decida llamarlos) pueden presentar diversas anomalías congénitas que determinan que su sexo cromosómico, gonadal (ovarios y testículos) o anatómico sea atípico. Por ejemplo, una persona puede nacer con cromosomas de hembra, ovarios de esta y genitales externos con apariencia masculina; otra que nace con cromosomas masculinos pueden tener genitales ambiguos, un ovario y un testículo, o manifestar alteraciones en sus niveles de hormonas sexuales o en las formas de su cuerpo.

Una pregunta que surge con relación a si es importante que haya una legislación o no, tiene que ver con la cantidad de personas que están afectadas por ASD. Existen muchísimos tipos y si se consideran solo los más extremos, se manifestaría en el 0,018% de la población pero si se amplía a todos ellos, afectaría a una de cada cien personas. Es decir, si calculamos que la población mundial del planeta supera los siete mil millones de habitantes, las personas afectadas serían 70.000.000

Para obtener más información al respecto lea:

Fotografía de Patricia cedida por Gabriel J. Martín



Fotografía de Gabriel J. Martín realizada por Manuel Antonio Velandia Mora

 

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