Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

De Uribe a Santos

Decir que el expresidente Uribe, hoy senador, con sus duras críticas bien fundamentadas sobre el proceso de paz, se está oponiendo y saboteándolo, es exageración mezquina y peligrosa.

Uriel Ortiz Soto, Uriel Ortiz Soto
6 de noviembre de 2014

Decir que el expresidente Uribe, hoy senador, con sus duras críticas bien fundamentadas sobre el proceso de paz, se está oponiendo y saboteándolo, es exageración mezquina y peligrosa.

Otra cosa es que no se le quiera reconocer que en sus ocho años de gobierno mostró caminos de paz, al combatir férreamente los grupos subversivos y construir lo que se denominó seguridad democrática con confianza inversionista y cohesión social, que tan buenos resultados dio en varias regiones del país, programas con los cuales se identificó plenamente el hoy presidente Santos, en condición de haber sido su ministro de Defensa y que durante los primeros seis meses de su gobierno no ahorró elogios y aplausos para identificarse con la tarea que desarrolló como primer mandatario de los colombianos.

Debemos admitir que ambas personalidades, por su pasado y su experiencia de gobernantes, son indispensables en los actuales momentos en que pretendemos construir una nueva colombia: sin egoísmos, sin personalismos y sin odios, sin embargo, del proceso de paz que entregó el presidente Uribe al presidente Santos, existe una diferencia tan abismal, que va a ser muy difícil lograr que se identifiquen puesto que la paz del presidente Uribe fue de sometimiento y la del presidente Santos es de entregar y de ceder a los grupos subversivos gran parte de nuestro territorio y otras prebendas, para que se fortalezcan y continúen delinquiendo en nombre de la República de Colombia y por autoridad de la ley.

Hay que aceptar que un líder de las calidades humanas e intelectuales del expresidente Uribe no va a tragar entero muchos de los gazapos que le quieren meter al país en el proceso de paz, por eso, lo está haciendo desde el Senado de la República, a través de la bancada de su partido, Centro Democrático, que él mismo constituyó, precisamente porque sabía lo que se venía con el amañado proceso de paz del presidente Santos.

Por algo el doctor Uribe prefirió perder su fuero de expresidente de la República y conformar su propio partido -Centro Democrático- para hacerse elegir senador de la República con el fin de no dejar obnubilar su obra de gobierno, y sobre todo, recordarles a sus seguidores y conciudadanos que los reparos al proceso de paz del presidente Santos tiene serias intricadas que no le permiten reversar su cronograma para obtenerla, sin entreguismos y mezquindades. 

El acercamiento con Uribe que ha pretendido hacer el mismo presidente Santos sólo lo define una persona: el expresidente Uribe; quienes lo conocen de cerca saben que no tiene odios, ni rencores, pero difícil de asimilar la traición, que para el caso que nos ocupa con el presidente Santos, que fue su ministro de Defensa, hay muchas heridas sangrantes, sin cicatrizar y muy difíciles de sanar.

Soy de los que creen que en el actual proceso de paz, el presidente Uribe, desde su curul en el Senado de la República, está señalando los caminos equivocados en sus diferentes modalidades, considero que es conveniente escuchar sus sugerencias, que deben ser entendidas no como un saboteo, sino como una posición dogmática para evitar que por la ligereza de firmarlo, se fracture el Estado de Derecho.

Hay que aceptar que el expresidente Uribe, hoy senador, está ejerciendo una oposición por mandato popular; aunque fuerte, es reflexivo, especialmente en relación con los diálogos en la Habana, donde se está presentando una a serie de desaciertos a los que si no se pone freno a tiempo, el presidente Santos con tal de ganarse el premio nobel de paz, es capaz de entregar el país a la subversión.

Pareciera que el ejercicio de la democracia en nuestro medio se ha vuelto tan mezquino, que no ahorramos epítetos de mal gusto para tratar a los opositores, que si bien no comulgan con el actual gobierno, para el caso del Centro Democrático, que ha conformado una bancada que es ejemplo de orden, están demostrando también a los demás partidos, cómo debe ser el ejercicio de la la oposición, sin ir a violar las normas que rigen el ordenamiento jurídico de las instituciones legalmente constituidas.

Refiriéndonos a los dos personajes, podemos decir que: el primero es hijo del deber ser, formado inicialmente en las lides, barriadas y plazas Antioqueñas, las recorrió palmo a palmo construyendo y haciéndose sentir como la promesa de quienes siempre han visto en él, la solución a tantos conflictos sociales, económicos y políticos, que desde hace varias décadas agobian a nuestro País.   

El segundo nació en la cuna dorada del poder, es uno de los tantos delfines que pare la oligarquía colombiana, con una cola de borregos inalcanzable, que solamente en las repartijas burocráticas se alcanzan a notar. Muchos de ellos que fueron incondicionales del doctor Uribe como presidente, hoy lo son en la misma forma del presidente Santos y quizá mañana serán los vasallos del nuevo fortunio presidencial.

Es que mientras existan los gocetas del poder, que son simples borregos indoctrinarios que no tienen inconveniente en comprar avales con ejes dirigidos, para formar parte de la nueva torta burocrática, que siempre se reparte generosamente sin ninguna ostentación de partido y programa de desarrollo para sus regiones; estos espécimen, seguirán pasando las veinticuatro horas del día adulando a su presidente, sin importar cuánto daño le están causando al País y a sus regiones.

Considero que tanto el Gobierno como la oposición deben estar conformados por verdaderos líderes y que aunque estos últimos padezcan la sed de poder, se alimenten de la esperanza de un futuro, ejerciendo una oposición: reflexiva, responsable y clara.

El hoy senador Alvaro Uribe está siendo tan maltratado, vilipendiado y ultrajado en su dignidad personal y familiar, tanto que hasta un simple resfriado del presidente Santos, se lo están achacando; pareciera que las mieles del poder son tan deliciosas, pero tan malévolas, que, muchas veces se convierten en el veneno de los gobiernos de turno y de nuestra democracia.

urielos@telmex.net.co
urielos@hotmail.es

Noticias Destacadas