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Del lado de la verdad

¿De qué lado está usted? ¿Del lado de la verdad? o ¿del lado de la mentira, del ocultamiento, de la opacidad? Pertinentes preguntas en tiempos de noticias falsas y manipulación de la información.

Javier Gómez, Javier Gómez
1 de abril de 2019

Lo cierto es que la realidad de la sociedad colombiana ha cabalgado durante los últimos 70 años sobre el tapen, tapen. Así nos han gobernado y así nos han manoseado las verdaderas causas del conflicto interno armado.

Pero comienza a verse la luz al final del túnel. Colombia logró superar, hasta ahora, un largo conflicto con las Farc-EP tras negociar con esa guerrilla un acuerdo de paz y hoy la tiene bajo la sombrilla del juego democrático. De ese acuerdo nació el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, el prototipo ideal para que prevalezca la verdad sobre la habitual mentira.  

Todo este entramado tiene un soporte vital y es la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP): quienes se acogieron al acuerdo de paz y quieren optar por los beneficios de la justicia transicional, tienen que contar la verdad y en eso están más de 13.000 excombatientes, más de 2.000 agentes del Estado -entre ellos una treintena de generales- y un buen número de civiles que financiaron la guerra.

La verdad de la atroz guerra se abre paso, por eso hay que recibir con buen suceso la carta que enviaron más de 1.200 presos entre paramilitares, guerrilleros y narcos que quieren contar la verdad sobre magnicidios, masacres, relaciones entre política, empresarios y narcotráfico, entre militares y policías con las drogas ilícitas y un largo etcétera.

Poca difusión se le dio a ese documento a través de los medios de comunicación que también fue mirado con desdén por las autoridades, seguramente porque se trata de gente fuera de la ley o delincuentes comunes; no se le puede olvidar a los colombianos que esos delincuentes en su momento fueron aliados o cómplices de poderosos que los utilizaron para sus propios intereses y hoy se ocultan bajo un manto de impunidad que les certifica una justicia hecha a su medida. Que en este documento con firma y huella los reclusos digan que están dispuestos a develar los hechos con pelos y señales, es una confesión que el país no puede perderse y todas las instancias -incluida la JEP y la Comisión de la Verdad- deben abrirles las puertas.  

Que el país conozca quiénes estuvieron detrás del asesinato del líder conservador Álvaro Gómez Hurtado y por qué lo mataron, es sano para la sociedad; que sepamos  quienes y por qué auspiciaron muchas masacres que dejaron a miles de campesinos desarraigados y despojados de sus propiedades, es importante para la paz; pero además, que contribuyan a que esos no queden en la impunidad, no solo es bueno, es la mejor forma de comenzar a desenmascarar a los propiciadores del mal estado en que están la cosas. Cómo no saber quienes se han lucrado y utilizado los dineros del narcotráfico para hacer política; cómo no conocer a los  “prósperos” empresarios, ganaderos, terratenientes que se han beneficiado de ese negocio.

Esa es la cuestión, o nos damos la pela de saber o nos seguimos mirando del ombligo pa´dentro. Los presos que quieren hablar tienen el derecho a ser escuchados en las instancias judiciales nacionales e internacionales. Hicieron bien en enviar copia de su propuesta a la Corte Penal Internacional y a las Naciones Unidas. El mundo entero debe saber que la tal democracia “más antigua de América Latina” es un fraude y que, para garantizar su felonía, combinaron todas las formas de lucha provocando impunidad, desigualdad, desplazamiento, desinformación y se valieron del estamento militar para salvaguardar, a través de la guerra sucia, su infidelidad con el resto de los colombianos.  

¿De qué lado hay que estar? ¡Por supuesto que de la verdad! Colombia va camino a conocer las inestimables causas de este atroz conflicto, a conocer que los responsables de esa horrenda guerra, asesinatos selectivos y violación de los derechos humanos ya no proviene de las tales “fuerzas oscuras”, ¡NO! Esas “fuerzas oscuras” hoy tienen rostro. Por eso defender la JEP, la Comisión de la Verdad y la Unidad de Búsqueda de Desaparecidos es un imperativo moral y político; es un deber y un compromiso con las víctimas y nuestra mancillada democracia.