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Del triunfalismo al alarmismo: los pies de barro de la terminación de la guerra

La opinión pública es crucial para la terminación del conflicto porque puede proveer el respaldo político necesario para lograr implementar estrategias de construcción de paz.

Semana
13 de septiembre de 2010

La opinión pública sobre la guerra civil colombiana es tan volátil como lo son los eventos del conflicto sobre el terreno, mostrando una tendencia a las posturas extremas que no siempre se acompasan con la realidad verificable de lo que está ocurriendo en la guerra. En efecto, la tendencia bien sea a sobredimensionar o subestimar lo que ocurre, lleva a ciclos donde se sucede el interés con el desinterés afectando la capacidad para centrar la atención en las cuestiones centrales: el desangre cotidiano y la formulación de estrategias cuyo objetivo específico sea la terminación del conflicto violento.
 
En semanas recientes los ataques guerrilleros han vuelto a poner en el centro de la agenda pública la guerra contrainsurgente, probablemente por el hecho que un número de víctimas mayor al habitual ha muerto en los eventos ocurridos. El renovado interés por la guerra se da luego de que fuese relegada a un lugar secundario por la opinión pública producto de la percepción según la cual la guerra era una problemática controlada y en vía de resolverse (percepción cuyo epítome es el “fin del fin”).
 
El que la guerra fuese un problema de segunda importancia es verificado por el Barómetro de las Américas en su informe “Cultura política de la democracia en Colombia: 2009”, donde presentan los resultados de la encuesta bianual. Reportan que en 2009, cuando se indagó por el problema más grave, “por primera vez la economía ocupa el primer lugar en menciones de los encuestados, por encima de la seguridad, el problema que había ocupado el primer lugar en los cinco años anteriores”. En el 2008, el 69,7 por ciento de los encuestados consideraba la seguridad cómo el problema más grave, mientras que en 2009 esta proporción pasó a ser del 35,1 por ciento.
 
El renovado interés por la guerra civil en la actual coyuntura ha estado acompañado de cierta dosis de alarmismo. Nadie desconoce los avances logrados, pero surgen artículos y comentarios que se preguntan por la situación de la guerrilla y el Ministro de Defensa y el comandante de las fuerzas estatales se ven en la necesidad de declarar en repetidas ocasiones que los ataques no son muestra de fortaleza militar de las guerrillas. Tal vez el único resultado positivo de la inclinación alarmista en la actual coyuntura es que por fin el Gobierno accedió a tomar la decisión que sugería la evidencia desde hace más de un año, la reingeniería de la política pública de seguridad (asumiendo, claro está, que los necesitados cambios anunciados se efectuarán).
 
En la actualidad, el cubrimiento periodístico del conflicto deja la percepción de que se está magnificando la amenaza, de igual forma que se minimizaba durante la campaña presidencial en medio del frenesí triunfalista que acompañaba las exitosas operaciones de liberación de secuestrados efectuadas por las fuerzas estatales. En la información registrada en la base de datos sobre conflicto armado del CERAC durante el 2009 hubo en promedio 135 víctimas mensuales considerando muertos y heridos. Desde el pasado 15 de agosto, un monitoreo de prensa arroja que han resultado muertas o heridas 156 personas en eventos de conflicto. Estas cifras incluyen civiles y combatientes guerrilleros y estatales. De lo anterior se puede inferir que, en la medida en que hay un incremento leve (leve si se compara con las variaciones de la serie de promedios desde 1988) de víctimas durante el último mes al promedio mensual del año pasado, el riesgo asociado de victimización producto de la violencia de la guerra civil es aproximadamente el mismo en esta coyuntura que durante el año pasado, cuando el “fin del fin” era hegemónico en el debate público.
 
La opinión pública está sujeta a bandazos periódicos que van del triunfalismo al alarmismo. Como se señalaba con el fenómeno de la victimización directa de conflicto, aunque la realidad objetiva permanezca relativamente estable la opinión puede virar rápida y drásticamente. Asistimos a una carnicería prestando en ocasiones atención y en otras no a la inmolación de cientos de personas, esto porque el interés en la guerra no se funda sobre la adhesión ética y política en el respeto a la vida y la necesidad de detener la dinámica de victimización rutinaria y sistemática asociada a la guerra, sino sobre el interés morboso y el egoísmo de quienes habitan las centralidades. Esto último en el sentido de que sólo entra en su agenda la guerra cuando perciben riesgos directos asociados a la guerra.
 
La opinión pública es crucial para la terminación del conflicto porque puede proveer el respaldo político necesario y crucial para lograr implementar estrategias de construcción de paz y superación del conflicto. Sin embargo, la opinión pública fluctuante y fácilmente arrastrada al extremismo constituye poco más que unos pies de barros para la terminación del conflicto. Es tarea de todos, analistas, medios, líderes de opinión y políticos liderar la constitución de una opinión pública informada y con una agenda menos sensacionalista y más sustancial. Ese es un aporte crucial para la construcción de paz y la terminación del conflicto.
 
* Politólogo e investigador del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (Cerac) y del Observatorio colombiano para el desarrollo integral, la convivencia ciudadana y el fortalecimiento institucional en regiones fuertemente afectadas por el conflicto armado (Odecofi).